“Nunca fue mi jefe. Lo recuerdo como un compañero, un amigo, mi padre político. Fue una persona positiva que en los peores momentos nunca se doblegó y que tenía mucha fuerza, a pesar de las adversidades”, suele decir Daniel Passerini cuando recuerda a José Manuel de la Sota, a quien considera su “padre político”.
Passerini no tendrá que recurrir al pensamiento del fallecido exgobernador para superar las adversidades de las derrotas. Asume ahora el cargo más importante de su prolija y ascendente carrera política: intendente de Córdoba.
Passerini fue concejal e intendente de su Cruz Alta natal, miembro del gabinete provincial en dos oportunidades, legislador provincial, presidente del bloque del PJ, y hasta ahora viceintendente capitalino.
Fue escalón por escalón en el camino de su carrera política, casi siempre ascendente, aunque con algunas mesetas. Nunca se rindió.
En julio pasado se convirtió en intendente de la segunda ciudad del país este delasotista moderado, también reconocido dialoguista por peronistas y por rivales.
Con ese perfil se ganó la confianza del gobernador Juan Schiaretti, quien siempre lo respetó. Y, sobre todo, de Martín Llaryora, su nuevo socio político. El gobernador electo lo eligió como su vice cuatro años atrás y este verano lo impulsó para su sucesión, pese a que las encuestas no lo favorecían.
“Les debo mucho al ‘Gringo’ (Schiaretti) y a Martín (Llaryora). Ellos saben que mi maestro fue De la Sota, pero siempre me respetaron”, dijo anoche entre lágrimas, luego contundente resultado, mucho más amplio de lo esperado hasta por los propios peronistas.
Un político no puede hacer carrera sin ambición. No obstante, se sabe, la ambición desmedida suele ser la lápida de muchos dirigentes.
Passerini siempre tuvo ambiciones. Las ocultó por su bajo perfil, pero también aprendió de De la Sota que se puede ir por más, aunque no a cualquier precio.
Escenario provincial
En 2005, fue el entonces gobernador, De la Sota, quien lo convocó para salir de ámbito local de su Cruz Alta, donde gobernaba, para pasar al escenario político provincial. Lo designó ministro de Solidaridad, la cartera que administraba las políticas sociales en la provincia.
A Passerini le faltaban dos años para cumplir una promesa que le hizo a su esposa Silvina: luego de dos períodos como intendente de su pueblo, dejaría la política para dedicarse a su profesión de médico y dedicarle más tiempo a su familia.
No fue así. No le pudo decir que no al gobernador, a quien admiraba a la distancia.
De la Sota era amigo de su padre Raúl, un productor de seguros, peronista “hasta los huesos”, que lideró la renovación peronista en el departamento Marcos Juárez, impulsada por quien luego sería gobernador.
La inesperada muerte de De la Sota en un accidente en la autovía 36 fue el peor golpe personal y político para Passerini. Aquel anochecer del 15 de septiembre de 2018 estaba en Cruz Alta, cuando un amigo lo llamó para darle la peor noticia: había muerto su amigo y padre político.
Aquel sábado fatídico, Passerini había hablado por la mañana con De la Sota. Habían acordado encontrarse al día siguiente en Córdoba, antes de que el exgobernador viajara a Misiones. Ya estaba metido de lleno en la campaña para intentar volver a ser candidato presidencial.
No pudo ser. Passerini guarda como un tesoro un video de De la Sota, grabado un mes antes de su muerte, en el cual lo elogia y lo reconoce como su amigo, y como parte de la nueva generación del PJ provincial. El exgobernador le grabó un afectuoso saludo para un reconocimiento que le hicieron a Passerini en su pueblo. Ese mensaje es el último recuerdo vivo de su guía en la política.
Fútbol y política
Passerini es futbolero y fanático de San Lorenzo. Su amor por los cuervos también tiene que ver con la política.
Su padrino era hincha de Racing de Avellaneda y lo impulsaba para ser académico, pero cuando tenía 4 años su padrino se radicó en el sur y no volvió a verlo. A partir de ahí, no usó nunca más la camiseta albiceleste que le había regalado, enojado por no poder a ver a su padrino.
Ahí apareció un rival político de su padre, pese a la amistad que los unía. Manuel Muñoz, un radical que en 1983 le ganó Passerini padre la elección de intendente de Cruz Alta.
Muñoz, hincha de San Lorenzo, lo llevó a ver al equipo de Boedo por primera vez a Rosario. Y la pasión futbolera de Passerini se tiñó de azulgrana para siempre.
Las vueltas de la vida y de la política: en 1999, cuando Passerini fue por la intendencia de su pueblo por primera vez, debió enfrentar a Muñoz, que gobernaba el pueblo desde hacía 16 años. Fue su primer gran triunfo en la política. Y se tomó revancha en nombre de su padre, por aquella derrotade 1983.
La alegría no fue completa para Passerini. Su padre no pudo ver la victoria de su hijo sobre su amigo y rival político porque falleció dos meses antes.
A sus 58 años (los cumplió el 9 de marzo), Passerini tiene la gran oportunidad de gobernar la segunda ciudad del país. No podrá cumplirle la promesa a su esposa de retirarse de la política para darle más tiempo a la familia.
Desde el Palacio 6 de Julio, este delasotista moderado, con ambiciones pero con límites, amante de la música, puede pensar en objetivos más altos en su ascendente carrera política.
