La reunión en la Casa Rosada tuvo un efecto más simbólico y político que un resultado concreto. El gobernador Martín Llaryora se retiró sin nada bajo el brazo, tras una amable charla con los dos flamantes funcionarios libertarios de mayor rango: el jefe de Gabinete, Manuel Adorni, y el ministro del Interior, Diego Santilli.
El mandatario cordobés cruzó el histórico Salón de los Bustos rumbo a la renovada oficina de la Jefatura de Gabinete –espacio que hasta hace poco ocupaba el ministro del Interior– con una misión bien definida: inaugurar una nueva etapa en su vínculo con el empoderado presidente Javier Milei: menos críticas y más propuestas; menos confrontación y más pragmatismo, abandonando los cuestionamientos a la gestión libertaria que había ensayado durante la reciente campaña electoral.
Como la mayoría de los gobernadores, Llaryora sintió de lleno el golpe de la ola violeta que impregnó casi todo el mapa nacional.

La noche de la derrota del domingo 26 de octubre el gobernador inició un proceso de autocrítica que, sin embargo, no había mostrado minutos antes en el discurso que brindó en el búnker de Provincias Unidas en el que reconoció el amplio triunfo de La Libertad Avanza en Córdoba y en todo el país.
En los días siguientes, esa reflexión se profundizó puertas adentro, en reuniones reservadas con su equipo político y de comunicación.
De ese proceso surgió la nueva postura que Llaryora exhibió en las últimas horas: un viraje discursivo hacia el acompañamiento institucional, muy visible en su raid mediático de las últimas horas tanto en Córdoba como en Capital Federal.
“En la campaña noté que la gente me pedía que colabore con el Gobierno nacional. La realidad es que la gente está mal, pero tiene expectativas de que este Gobierno va a mejorar la situación. Hoy no ve otras alternativas, esa es la realidad. Y me piden que colabore”, repite Llaryora –en privado y en público– para justificar el cambio de rumbo discursivo, luego del vendaval libertario en las urnas.
Fiel a su estilo analítico, alimentado por encuestas de toda índole, el gobernador está convencido de que los cordobeses valoran su gestión provincial, pero al mismo tiempo respaldan a Milei en el plano nacional.
“Por miedo o por falta de alternativas, Milei hoy concentra las mayores expectativas, y eso se reflejó en el resultado de octubre, más allá de que la gente lo sufre en el bolsillo. El Presidente logró algo casi inédito: respaldo en las urnas, pese a que la economía está planchada”, comentó uno de los hombres más cercanos al mandatario, testigo de las reuniones de “autocrítica” que el propio Llaryora impulsó tras la derrota.
En línea con la Nación
Más allá de los gestos discursivos, el gobernador se dispone a tomar medidas concretas para alinear su gestión con la del Gobierno nacional, aunque sin renunciar a algunas diferencias ideológicas –como el rol del Estado– que marcan distancia con el modelo de Milei.
El primer paso fue ordenar al ministro de Economía, Guillermo Acosta, que ajuste el presupuesto provincial con el nacional. La decisión incluye una rebaja de impuestos para sectores productivos, una demanda recurrente de la oposición y de buena parte de los cordobeses.
Cuando fue consultado en La Voz en Vivo sobre posibles cambios en su gabinete –tal como adelantó este medio–, Llaryora no los descartó. En el oficialismo nadie duda de que llegarán, más temprano que tarde.
No se tratará de una reestructuración total, pero el gobernador planea reducir los actuales 14 ministerios a entre 10 o 12, mediante fusiones de carteras. También podrían quedar solo tres de las cinco agencias que aún funcionan, luego de la poda inicial que marcó el inicio de su gestión, cuando había 10 de estos organismo que debieron cambiar su estructura jurídica para ser entes autárquicos.
La derrota de octubre caló más hondo de lo que reflejan los 14 puntos que el desconocido Gonzalo Roca le sacó al tres veces gobernador Juan Schiaretti. El golpe fue político, porque cambiaron las perspectivas en el Centro Cívico.
Al igual que muchos analistas, Llaryora interpreta que la ciudadanía le dio a Milei una segunda oportunidad, movida más por las expectativas que logró generar que por convicción. Esa misma lectura parece haber cambiado el comportamiento de varios gobernadores, incluido Llaryora.
Aunque resulte prematuro hacer pronósticos en la volátil política argentina, cada vez son más los que ven a Milei con chances reales de buscar –y conseguir– la reelección en 2027. Una hipótesis impensada apenas dos semanas antes de las elecciones legislativas, cuando la corrida cambiaria amenazaba con desestabilizar al gobierno libertario.
Pero ocurrió lo inesperado: Estados Unidos pasó de los consejos a la acción. Según la descripción del economista Martín Redrado, pasó “de dar consejos a poner dólares”.
El respaldo del gobierno estadounidense calmó los mercados y le dio oxígeno a Milei, justo cuando el dólar parecía fuera de control, a pocos días de los comicios.
“Si (Donald) Trump se jugó por Milei cuando estaba casi en el vacío, ¿por qué no lo va a apuntalar ahora para consolidar la economía? El apoyo de Estados Unidos le da un horizonte de futuro a la gestión libertaria, más allá de los errores que cometió y seguramente cometerá el Presidente”, reconoció otro funcionario llaryorista que ocupa uno de los despachos principales del Centro Cívico.
Gestión, gestión y más gestión
Por ahora, todo esto es lectura política. Pero los movimientos de Llaryora parecen alinearse con esa idea: el gobernador está convencido de que Milei puede estabilizar la economía y no piensa volver a criticar (“tirarle piedras”, según los libertarios cordobeses) como hizo durante los meses más turbulentos de la gestión violeta.
Entre sus íntimos, Llaryora repite una máxima que considera irrefutable: “Un gobernante con alta imagen de gestión no pierde una elección”.
Con esa convicción, el mandatario provincial decidió congelar –al menos por ahora– sus ambiciones de proyección nacional con el espacio Provincias Unidas. Se concentrará “100 x 100” en su gestión. Sin confrontar con el Gobierno nacional.
Pedirá más recursos para Córdoba a cambio del respaldo legislativo al Presupuesto nacional, pero su prioridad inmediata pasa por otro lado: conseguir el aval de la Nación para salir a buscar créditos internacionales que financien obras de infraestructura.
Sus asesores económicos son optimistas: si el Gobierno nacional logra aprobar el Presupuesto y las reformas laborales y tributarias, el riesgo país podría caer por debajo de los 400 puntos en marzo próximo. Ese, creen los llaryoristas, será el momento para endeudarse en dólares y apostar a las obras que consoliden su proyecto reeleccionista.
Llaryora, como buen político, intenta ver una oportunidad incluso en la derrota. Mientras recalibra su relación con la Casa Rosada, los opositores provinciales -entre ellos, los libertarios- ya se relamen pensando en 2027.
Los opositores locales (el libertario Gabriel Bornoroni, Luis Juez y el radical Rodrigo de Loredo) están convencidos de que Milei buscará conquistar el poder provincial, confrontando el modelo libertario con el cordobés. La incógnita es quién será el “bendecido” del Presidente.
Eso quedará para otro capítulo. Por ahora, Llaryora se acomoda al nuevo escenario con un libreto renovado, dispuesto a jugar el partido de los nuevos tiempos. La ola violeta cubrió ahora a Córdoba. El gobernador intentará que no lo arrastre en 2027.


























