Rodrigo de Loredo y Patricia Bullrich se funden en un abrazo. Son las 13.58 de este martes 18 de julio. La imagen es captada por una decena de celulares y un drone que sobrevuela la plaza General Urquiza, en el ingreso a San Vicente. Parece una postal de la infocracia que plantea el filósofo coreano Byung-Chul Han, donde “el like es el amén y compartir es la comunión”.
Por Bullrich y De Loredo esperan, sentados en algunas de las 50 sillas que se colocaron para este acto en formato boutique, Luis Juez, Mario Negri, Oscar Aguad, Miguel Nicolás, generales de tantas batallas de Juntos por el Cambio; y la nueva tropa, legisladores electos y futuros concejales, entusiasmada por lo que –dicen, creen– es una ventaja “consolidada” a favor del radical. Se ven entrando en el Palacio 6 de Julio el próximo 10 de diciembre, pero para eso deben ganar la elección dentro de cinco días.
En la rotonda que en ese sector del barrio hace la calle San Jerónimo hay una pequeña batalla vehicular: cuatro autos que propalan publicidad de De Loredo y dos patrulleros del Programa de Prevención y Convivencia Ciudadana dan vueltas. Parece que se persiguen en un loop de en una escena sin gracia del Correcaminos.
Una mujer toca la bocina de un Etios como en un casamiento, tu-tu-tu, para celebrar la visita del candidato al barrio; un muchacho en un Fiat Uno abre la ventanilla para gritar “narco”, vetando el desembarco de De Loredo y Bullrich, de Rodrigo y Patricia, en “la república”.
Bullrich gambetea la respuesta a una pregunta sobre qué debe hacer De Loredo con Jessica Rovetto Yapur, décima candidata en la lista de concejales, pareja de un procesado en una mega causa narco, y su defensora en tribunales federales: dijo que no sabía nada.
Los discursos
“Ladran, Sancho, señal de que los que vienen detrás son unos perros”, dispara De Loredo en clave chicana, una forma de romper el hielo en la fría siesta de San Vicente ante el centenar y medio de personas que lo escuchan, aunque no todos son vecinos.
Allí, rodeado de manzanas, reitera la muletilla de los últimos días: “Intentaron llevarnos a un lodazal, pero no les dimos bola”, dice en clave de queja al peronismo por el embate contra los dos candidatos a concejales, la mencionada Rovetto Yapur y Cristian Chesarotti, un deloredista puro mencionado en una causa de narcomenudeo. Lodazal es la palabra de moda en el mundo De Loredo.
No pasa inadvertido el sutil cambio discursivo de De Loredo. Esta vez dice que su triunfo, el domingo, será parte del “efecto dominó” de Juntos por el Cambio, una analogía de lo que pasó en Santa Fe y en San Luis, ambas victorias construidas por aliados de Horacio Rodríguez Larreta; un escalón más de “la batalla cultural” de la coalición opositora. Horas antes de esta narrativa, De Loredo había puesto en pausa su campaña local para encabezar un raid mediático en Buenos Aires, una jugada siempre ganadora para él.
En medio de vítores y aplausos, Bullrich se sube al atril blanco para bancar a De Loredo y su propuesta de pedir el traspaso de 10 mil policías a la órbita municipal. La propuesta, se sabe, es inconducente porque el gobernador electo, Martín Llaryora, ya la bloqueó al calificarla de “huevada atómica”, un punto discursivo de no retorno, más con la lapicera del veto guarda en el cajón del principal escritorio del Centro Cívico.
Pese a esto, Bullrich adhiere a la propuesta: “Si el vecino sabe que hay un búnker de venta de droga y el búnker sigue abierto (pese a la denuncia), la sensación es que hay impunidad. Por eso la cercanía es importante”, dice la exministra al respaldar el eje de la propuesta con la que De Loredo planea atender la principal demanda de los vecinos de la ciudad, la (falta de) seguridad.
La escaramuza del final
Es probable que el peronismo siguiera de cerca el desarrollo del acto. De hecho, apenas finalizó, Santiago Gómez, director del CPC de San Vicente, publicó un tuit en el que habló de “manzanas podridas”. Más tierra y agua para el “lodazal”, siguiendo el análisis de De Loredo.
Unos mintos antes del tuit del funcionario llaryorista, dos vecinas del sector interrumpieron a los gritos a Bullrich. El reproche era por el fracaso económico del Gobierno de Mauricio Macri, particularmente en cuanto al crecimiento de la pobreza en ese período. Mientras los varones les pedían a las vecinas “respeto”, otras mujeres las cercaron, desplazándolas hacia la periferia del círculo militante.
La escaramuza verbal acelera el cierre del acto boutique en San Vicente, el barrio donde el domingo podrán votar 24.257 vecinos, el mismo barrio que el 25 de junio tuvo una participación del 61 por ciento del padrón, cuando Martín Llaryora le ganó a Luis Juez por 102 votos. Aunque el domingo, confían en Juntos por el Cambio, podría ser distinto. O no.
