La negociación entre el gobierno nacional y el Fondo Monetario Internacional (FMI) para reestructurar los U$S45.000 millones que solicitó la administración de Mauricio Macri en 2018 se adentró en una suerte de limbo por las hasta ahora insuperables diferencias respecto a la intensidad y velocidad del ajuste para eliminar el déficit fiscal. En el tramo final de las discusiones, en el que la urgencia es ley, predomina el total desconcierto.
El pasado 5 de enero, ante los gobernadores oficialistas reunidos en la Casa Rosada, el ministro de Economía Martín Guzmán blanqueó que las gestiones se paralizaron y precisó que el punto de conflicto es el “sendero fiscal”, es decir, el plan para equilibrar las cuentas públicas.
A partir de aquel día, las tratativas con el Fondo quedaron atrapadas en una espiral de dudas que alimentan especulaciones negativas, como las golpean a los activos financieros argentinos, y en una secuencia de pasos frustrados y declaraciones ambiguas que sólo fomentan la libre interpretación.
El la administración de Alberto Fernández apelan al total hermetismo a pesar de que el tiempo corre y que se aproximan los grandes vencimientos de deuda con el FMI: el calendarios de pagos del programa Stand By indica que en marzo habrá que pagar casi U$S3.000 millones de los más de U$S19.000 millones previstos para este año, entre capital e intereses.
Por lo pronto, en la Casa Rosada no se animan siquiera a aclarar qué sucederá con el compromiso más próximo, el que se tendrá que afrontar en los próximos días que asciende a U$S751 millones. Consultada al respecto en su tradicional conferencia de prensa, la portavoz presidencial Gabriela Cerruti se limitó a señalar que “la Argentina ha decidido pagar hasta tanto se llegue al acuerdo” pero aclaró que “estamos en un momento muy importante de esas negociaciones, entonces los días se miden paso a paso, día a día”.
En este escenario de creciente incertidumbre, el ministro Guzmán aprovechó su entrevista con un medio italiano para ratificar su posición, la de evitar un ajuste que frustre la recuperación económica. Por el contrario, la apuesta oficial es que ese camino de reducción del déficit esté sujeto al crecimiento.
“La diferencia que tenemos con el FMI es la velocidad de consolidación fiscal y las combinaciones entre gastos e ingresos. No queremos penalizar la demanda cuando la economía se está recuperando”, apuntó y volvió rechazar las exigencias del organismo multilateral de crédito: “Si continuáramos en la trayectoria pronosticada por el FMI, se socavaría el crecimiento y la credibilidad del programa de apoyo”.
El titular de la cartera económica mantuvo su silencio respecto a los pasos pendientes, pero reconoció que “Argentina necesita más tiempo para pagar y quiere llegar a un acuerdo, que es necesario para ambas partes”.
En este tiempo de descuento, cada gesto y declaración adquiere mayor dimensión. Es lo que sucedió con la exposición de la directora gerente del Fondo, Kristalina Georgieva, en el Foro Económico de Davos, en la que le recomendó a los países que tienen altos niveles de deuda en dólares que “actúen ahora” para reprogramar sus compromisos.
“Si tienen que extender vencimientos, por favor háganlo, si tienen que hacer correcciones cambiarias, es el momento para hacerlo”, apeló la economista búlgara.
Por estas horas, todas las miradas del Gobierno nacional apuntan a los Estados Unidos, a la espera de que en el gobierno de Joe Biden materialicen su voluntad de acompañar a la Argentina en las gestiones para acceder a un nuevo programa del FMI. El voto estadounidense es determinante en la mesa del board del organismo multilateral de crédito, que tendrá la última palabra.
Con esa misión viajó a los Estados Unidos el canciller Santiago Cafiero. Según informaron en el gobierno, el funcionario le pidió al secretario de Estado Anthony Blinken que interceda para conseguir que la secretaria del Tesoro, Janet Yellen, respalde la propuesta argentina para acceder a un nuevo programa del FMI.
Tras el cónclave, la cancillería argentina informó que Blinken “apoya firmemente las negociaciones con el FMI y aspira a una resolución positiva”, pero el pronunciamiento del Departamento de Estado fue más medido: solamente mencionaron que “el secretario alentó a Argentina a presentar un marco de política económica sólido que devuelva el crecimiento al país”.
Poco después, el subsecretario de Estado para el Hemisferio Occidental, Brian Nichols, que participó de la reunión entre Cafiero y Blinken, dijo públicamente que en la administración de Biden esperaban “que Argentina llegue a un acuerdo con el Fondo”. “Estamos deseando apoyar este proceso”, aseguró. Por ahora, son solamente expresiones de buena voluntad.
En el plano interno, el gobierno promovió las dudas con silencio y con la postergación de acciones. Entre esas asignaturas pendientes aún figuran el llamado a sesiones extraordinarias, la presentación del plan Plurianual, que oficialmente se anunció como la base del acuerdo que se busca firmar con el FMI, y la reunión de Guzmán con los gobernadores de Juntos por el Cambio.
El viernes, el presidente Fernández difundió en sus redes sociales una imagen de la reunión que mantuvo con la secretaria de Legal y Técnica, Vilma Ibarra, para repasar los detalles de la agenda para las extraordinarias, pero en el gobierno nadie se animó a confirmar cuándo se convocará al Congreso.
