A contramano del discurso oficial, los salarios continúan perdiendo poder adquisitivo y justifican los reportes de tibieza en el consumo doméstico.
Los datos certifican la “grieta” que existe entre una macroeconomía con números positivos y una actividad diaria que aún no consigue absorber esos supuestos beneficios.
De acuerdo a información del Indec, los salarios del sector público y privado en abril (último mes disponible) perdieron contra la inflación y el balance desde la asunción del presidente Javier Milei, también es negativo.
La situación se acentuó en el primer cuatrimestre de este año, a consecuencia de la decisión del gobierno de ponerle un techo a las paritarias del sector privado. Entre los estatales la situación es mucho más dramática.
En su último reporte, el Indec precisó que en abril los sueldos de los empleados privados subieron 2,5% y 2,3% los de los estatales. En ambos casos perdieron contra la inflación que en ese período fue de 2,8%.

Con este resultado, el primer cuatrimestre del año cerró con una caída del salario real entre los empleados formales de 1,3%. Dentro de este conjunto salario real del sector privado retrocedió 1,7%, mientras que en el sector público retrocedió 0,2%, siempre en términos reales (descontada la inflación).
Un estudio de la consultora ACM precisó que si se amplía la comparación al inicio de la actual gestión -noviembre de 2023- las remuneraciones privadas pierden 1,1% contra la inflación, mientras que los empleados estatales perdieron más de 15% de poder de compra producto de la “motosierra” sobre sus ingresos.
Observando toda la serie, se observa que en la segunda parte de 2024 hubo una tendencia al alza de los salarios formales, pero que se abortó y regresó a terreno negativo en el arranque de 2025. Esta curva es consistente con el torniquete que le aplicó la Casa Rosada a los acuerdos salariales que se iban cerrando en el sector privado.
Desde el Ministerio de Economía se bajó la orden a la secretaría de Trabajo para de que no se homologuen paritarias con ajustes de salarios superiores al 1%. La presión de los sindicatos encontró una parcial salida en las “sumas fijas”, que son del agrado del Palacio de Hacienda porque el efecto sobre los precios es el mismo.
Bolsillos “secos”
La intención es que con menos pesos en los bolsillos no se convaliden aumentos de precios en las góndolas. La contrapartida fueron 15 meses de continua caída del consumo doméstico, que recién se frenó en mayo pero por muy leve margen. La segunda consecuencia es una actividad industrial frenada.
La Casa Rosada está dispuesta a pagar este costo para “terminar de matar” la inflación, tal el término que suelen utilizar en los despachos oficiales.
De allí que todas las medidas apunten en ese sentido con foco en la desregulación de ciertas actividades que impactan en el costo argentino. En esa línea, Anmat dispuso la rebaja de aranceles de importación de alimentos para fomentar la competencia.
No obstante, para sostener el discurso de progreso, la estadística del Indec les da una herramienta.
Cuando el organismo realiza el cálculo general de salarios incluye a los trabajadores no registrados, o sea a todos aquellos que trabajan “en negro”.

Para ese segmento, el indicador salarial mostró un aumento de 7,7%. Eso fue lo que llevó el índice general a un avance de 3,3% y le permitió al gobierno hablar de “recuperación salarial”.
Pero el indicador de los salarios informales tiene un rezago de cinco meses, o sea que ese salto corresponde al último bimestre de 2024 cuando aun la tendencia era ascendente para todos los salarios. De allí que la medición se encuentre distorsionada y sea necesario desglosar cada situación.
Hacia el segundo semestre del año confluirán dos factores que tendrán efectos contrapuestos.
En caso de sostener el proceso de desinflación se estima que a fin de año los salarios reales cerrarían con un aumento del orden de entre 4 y 5%. Pero en contrapartida, un aumento de la desocupación puede obrar como un elemento disciplinador de reclamos y recortar esa recuperación.
La suba de casi al 8% de la tasa de desempleo al 31 de marzo no estaba en los cálculos de los analistas, que esperan un leve salto a 7% recién hacia fin de año. Ahora se están comenzando a revisar las estimaciones con un panorama más desalentador en materia laboral.