Después de leer la carta que Cristina Kirchner publicó en redes sociales, no quedan dudas de que el audio escandaloso de la diputada Fernanda Vallejos refleja cabalmente el sentimiento reinante en el entorno de la vicepresidenta respecto del rol y la gestión de Alberto Fernández.
También se relativiza en extremo la frase más importante del hilo de Twitter que horas antes había publicado el presidente plantando bandera: “La gestión de gobierno seguirá desarrollándose del modo que yo estime conveniente. Para eso fui elegido”.
Tras esas publicaciones, el Gobierno hizo trascender que había aceptado la renuncia de Eduardo “Wado” de Pedro al Ministerio del Interior, y en simultáneo se informó un encuentro del presidente con el gobernador sanjuanino, Sergio Uñac, y respaldos gremiales de peso para Alberto Fernández. Esos elementos alentaron una pregunta insistente: ¿Nace el albertismo? ¿Finalmente el Presidente enfrentará al cristinismo, respaldado en el poder de los gobernadores peronistas del interior y los gremios?
Antes de que pasaran dos horas, esas preguntas empezaron a ser respondidas por los hechos.
La Casa Rosada salió a aclarar que ninguna renuncia había sido aceptada. Uñac hizo saber que no planea integrar el Gabinete nacional, y la respuesta que le dio al presidente el gobernador de Tucumán, Juan Manzur, habría sido la misma.
Es evidente que el margen presidencial para la resistencia es más que estrecho. La posibilidad real de sobrevivencia política tras una ruptura real del Frente de Todos podría ser todavía menor.
El Congreso sería infranqueable. Gobernar el país aparte que vive en la provincia de Buenos Aires sería una verdadera odisea con Axel Kicillof en contra y con los escasos restos de legitimidad que dejaría una ruptura.
El kirchnerismo le está advirtiendo a Alberto Fernández que no lo intente. Que entregue la caja –le reclama que ejecute 2,4 puntos del producto interno bruto, más de un billón de pesos–, además de varios funcionarios, comenzando por el jefe de Gabinete, Santiago Cafiero, y el vocero presidencial, Juan Pablo Biondi. También le reitera que los votos que lo llevaron a la Presidencia son de Cristina Fernández y que los votos de él son los que se perdieron en las Paso del domingo pasado.
La pelea en la cúspide del poder es riesgosa en términos institucionales, lapidaria en términos electorales y exasperante en términos políticos y sociales. La inverosímil fractura que se exhibe en redes sociales es, además, una afrenta a quienes todavía esperan algo del Gobierno.