La postergación del debate de la reforma laboral en el Senado dejó al descubierto las dificultades del Gobierno nacional para sostener una estrategia legislativa consistente y asegurar los votos necesarios, a pesar del buen resultado electoral de octubre.
En diálogo con La Voz En Vivo, el politólogo Gustavo Marangoni sostuvo que el oficialismo “confiaba en una suerte de vía rápida” a partir de la elección del 26 de octubre, pero se topó con “la dinámica real del Congreso”, donde La Libertad Avanza incrementó su presencia, aunque sigue sin mayorías propias.
Para el analista, la combinación de señales políticas cruzadas, advertencias sobre un eventual veto presidencial y la inclusión de numerosos artículos sensibles en un solo capítulo del presupuesto terminó por erosionar la confianza de aliados parlamentarios y forzó la marcha atrás con el cronograma de la reforma laboral.
Del “combo completo” al traspié del capítulo 11
Marangoni explicó que el oficialismo buscó avanzar con una lógica de “combo completo”, al concentrar en el llamado capítulo 11 del presupuesto una serie de disposiciones sobre discapacidad, universidades y regímenes de “zona fría”, entre otros temas.
“Eligieron una estrategia de meter todos los artículos que les importaban en un capítulo solo para decir ‘la tratamos por capítulo, la sacamos rapidito y listo’. Les fue mal”, describió el politólogo, al señalar que ese bloque normativo terminó siendo rechazado en el Congreso.
El consultor añadió que, paralelamente, el Gobierno utilizó recursos como los Aportes del Tesoro Nacional (ATN) para algunas provincias, lo que facilitó el avance parcial del presupuesto, pero sin lograr “el combo completo” que pretendía el Poder Ejecutivo.
Advertencias de veto y desconfianza entre aliados
Según Marangoni, la situación se tensó cuando desde el propio oficialismo se dejó trascender que, si la ley de presupuesto no salía en los términos deseados, podría ser vetada en parte por el Presidente.
“Algunos aliados empezaron a decir: ‘si vos vas a vetar el presupuesto que acordamos, ¿qué garantía tengo de que saco la reforma laboral como vos querés, sale lo que vos querés y lo que no querés me lo rechazás?’”, reconstruyó el analista.
Ese clima de desconfianza llevó a que sectores dialoguistas propusieran “primero cerrar el presupuesto y después seguir hablando de la reforma laboral”, más aún cuando el texto de esta última había sumado numerosos artículos adicionales hacia el final de la negociación.
Legisladores “violetas” pero con poca experiencia
El politólogo definió al nuevo mapa parlamentario como un Congreso “más violeta”, en alusión al color que identifica a La Libertad Avanza, aunque aclaró que “muchos de esos violetas están verdes” en materia de negociación legislativa.
“No alcanza con tener lo que en la jerga se llama las ‘manos de yeso’, que levantan y votan lo que vos digas; necesitás otros que sean hábiles. Esto es como jugar al truco: no alcanza con tener buenas cartas, se requiere picardía y saber cuándo jugarlas”, graficó.
Marangoni recordó además episodios recientes de descoordinación, como el caso de un legislador que celebró por error un dictamen impulsado por la oposición, lo que atribuyó al desconocimiento de “las normas mínimas de funcionamiento de la Cámara”.
Presidencia mediática y desconexión con el Congreso
En su análisis, el especialista vinculó las dificultades legislativas con el estilo comunicacional del Presidente, a quien describió “alimentando su personaje” a través de apariciones en streamings y entrevistas con influencers afines, mientras en paralelo se discutían leyes clave en el Congreso.
“Daba la sensación de que mientras el Gobierno empezaba a tener dificultades para avanzar en el Congreso, el Presidente se despachaba cuatro horas hablando de temas menos importantes que los que se estaban tratando en el Parlamento”, señaló.
Para Marangoni, existe una “exaltación de una mayoría o de un voto” que habría llevado al oficialismo a sobredimensionar el resultado de octubre, como si se tratara de “un cheque en blanco”, cuando en realidad ese apoyo respondió también a un contexto económico crítico y a la falta de opciones competitivas en la vereda opuesta.
Gobernabilidad y el peso de los gobernadores
El analista enfatizó que la gobernabilidad dependerá de los acuerdos con gobernadores y con los bloques legislativos que los representan, dirigentes que “ganan elecciones, tienen experiencia de gestión y saben qué necesitan y qué están dispuestos a conceder”.
En ese punto, advirtió sobre el contraste entre funcionarios nacionales con altas credenciales académicas y escasa práctica política, y mandatarios provinciales habituados a negociar recursos, obras y marcos regulatorios en función de las necesidades territoriales.
“La democracia, ganar una elección, es muy importante, pero no lo es todo”, sintetizó Marangoni, al remarcar que el oficialismo recuperó iniciativa política hacia el cierre de 2025, luego de diez meses defensivos, pero eso “no garantiza que todo vaya a salir bien” en un país con variables “atadas con alfileres”.
Un país partido en dos culturas políticas
Marangoni describió el panorama social y electoral como una Argentina dividida “casi mitad y mitad”, con un sector que mira al Gobierno “con ganas de que le vaya bien” y otro que observa con recelo la gestión, una fractura que comparó con la rivalidad “River-Boca”.
“En la política argentina lo permanente es que las culturas son dos y muy fuertes: una ve al Estado como solución y la otra como problema; una valora la apertura y la otra la protección; una considera la justicia social como un robo y la otra como algo indispensable”, enumeró.
A su juicio, la novedad es que hoy una de esas mitades tiene un liderazgo claro, mientras la otra aparece dispersa, aunque eso no implica que el 50% que rechaza al oficialismo vaya a modificar su posición, como ya ocurrió durante los años de mayor crecimiento del kirchnerismo.
Contexto económico frágil y desafíos de gestión
El politólogo subrayó que el Gobierno encara esta etapa de negociación legislativa en un escenario de “tema financiero y cambiario delicado” y de “actividad real muy liviana”, lo que eleva los costos de cualquier traspié institucional.
En ese marco, consideró que el oficialismo deberá combinar su capital simbólico —encarnado en la figura presidencial— con una estructura legislativa y técnica más experimentada, capaz de articular acuerdos y evitar nuevos reveses parlamentarios.
“Podés ganar con el discurso antipolítico, pero el día que ganaste te sentás en una silla y empezás a hacer política”, resumió, aludiendo a la necesidad de transitar de la crítica al sistema a la construcción de mayorías estables.
























