El primer año de gobierno de Javier Milei cierra con sus principales objetivos cumplidos a partir de medidas de ajuste muy duras que impactaron en todos los estamentos de la sociedad y no sólo en la denominada “casta”.
A través de un severo recorte de gastos en toda la administración del Estado que llevó al superávit fiscal, se desplomaron la inflación y el dólar, al tiempo que se avanzó en el saneamiento del Banco Central, para que a 365 días de asumir el nuevo gobierno el “peso” sea la moneda fuerte.
Pero las decisiones para alcanzar estos logros conjugaron medidas que afectaron derechos sociales y presupuestos domésticos con una menor inversión en la gestión pública que va desde la compra de repuestos para trenes hasta el mantenimiento de rutas, entre otros puntos sensibles para la vida diaria de la sociedad. El fin justificó los medios, más allá de que “los medios” puedan dejar marcas irreparables.
El análisis de los doce meses inaugurales de la gestión Milei puede dividirse en dos etapas: el impacto de las primeras medidas económicas tomadas en el arranque de la gestión y los resultados que se produjeron desde la segunda mitad del año.
Los objetivos urgentes eran: cuentas públicas con equilibrio fiscal y lucha contra la inflación que amenazaba con convertirse en híper.
El programa que implementó para estos fines resultó ortodoxo con licuación de jubilaciones, freno total a la obra pública, supresión de giros de fondos a las provincias, y una progresiva quita de los subsidios a los servicios públicos, como ejes centrales.
En materia monetaria dispuso una devaluación que llevó la cotización oficial a $ 600, que luego se acompañó con un proceso de crawling peg de 2% mensual, y en forma progresiva fue cortando todas las canillas de emisión monetaria para contener la suba de precios.
Por otro lado, comenzó un proceso de saneamiento del Banco Central, con la base de transferir al Tesoro Nacional la deuda en Leliqs, bajo el argumento que eran títulos emitidos para cubrir el déficit fiscal del gobierno. La autoridad monetaria también fue eliminando restricciones en el mercado de cambio, en pos de lograr el levantamiento total del cepo.
En paralelo, desde la Secretaría de Finanzas se comenzó con un manejo de vencimiento de deuda en pesos, con tasas a la baja –a la par de la caída de la inflación- y estiramientos de plazos.
En la relación con los organismos internacionales, el gobierno de Milei reflotó el acuerdo con el Fondo Monetario Internacional (FMI) en enero con metas mucho más duras que incluyeron un superávit de 0,5% para este año. Los objetivos se cumplieron en todos los ítems, pero no se logró avanzar en un nuevo plan que incluya fondos frescos. Las medidas de intervención en el mercado cambiario resulta una de las objeciones del FMI, que además pide por una aceleración en el levantamiento del cepo cambiario. Asimismo, Milei logró el apoyo de organismos como el Banco Mundial y el BID que confirmaron el otorgamiento de créditos previamente aprobados.
El año comenzó con una inflación de 25% en diciembre, debido al impacto de la corrección del tipo de cambio dispuesta en diciembre y aumentos de tarifas. Pero a partir de ese mes comenzó un sendero decreciente que la ubica en la zona de 3%.
El objetivo del gobierno es que alcance la zona de 2,5% por lo menos tres meses consecutivos para luego bajar el crawling peg al 1% mensual para terminar de cerrar el ciclo inflacionario.
La suba de los precios se mantuvo fuerte en febrero fue de 13,2% y la de marzo de 11%, para bajar a un dígito en abril 8,8%. La baja se aceleró en la segunda mitad del año.
Esta aceleración del costo de vida tuvo impacto en el nivel de empleo que subió a 7,7% y elevando la tasa de empleo informal por encima de 50%. Como reflejo directo la pobreza se disparó al 53%.
Para contener esta delicada situación social, el gobierno de Milei expandió la ayuda social mediante los distintos planes asistenciales, eliminando a las organizaciones sociales como intermediarias, lo cual redundó en casi la desaparición de los piquetes.
El desplome de la actividad en el arranque del año provocó una caída del PBI superior al 5%. El piso se tocó entre los meses de abril/mayo y desde allí las variables comenzaron a mejorar.
Las estimaciones privadas apuntan a que 2024 cerrará con una caída de la actividad algo por encima de 3%, lo cual revela la reactivación en la segunda parte del período.
También se detectó una incipiente recuperación del salario, que desde mediados de año sería de al menos 1 punto superior a la inflación. No obstante, habida cuenta de la fuerte caída inicial, la sensación de avance aún no se percibe en los bolsillos de la población y por ende los indicadores de consumo siguen siendo débiles.
En este escenario, el gran desafío del gobierno pasa lograr que la estabilidad macroeconómica comience a permear lo antes posible a la economía doméstica para mejorar los indicadores sociales al inicio de un año que será clave por las elecciones de medio término.
La salida del cepo es uno de los principales desafíos para 2025 y el gobierno continúa apostando algunas fichas a lograr apoyo financiero del FMI tras la llegada de Donald Trump al poder. El organismo, admitió que se iniciaron las conversaciones pero aún no se conocieron avances sustantivos. El Gobierno tampoco muestra demasiado apuro para cerrar un nuevo programa. La sustantiva baja del riesgo país de 3000 a 755 puntos que se consolidó en los últimos meses también le permite evaluar el panorama desde una posición más favorable.
Las perspectivas para 2025 hablan de una economía en franco crecimiento, con un piso de expansión de 5% y una inflación retrocediendo a la zona de 20/25%.
En caso que se logre acelerar la salida del cepo esas proyecciones podrían mejorarse. No obstante, la lupa seguirá puesta en la forma en que se distribuye en la sociedad, dado que se corre el riesgo que el progreso quede circunscripto a los sectores más dinámicos como el energético y el agro.
En ese resultado también impactará cómo el Gobierno despliegue su política de apertura al comercio internacional.
Para el Gobierno es fundamental que la “mejora de la macro” se note en los bolsillos, porque el calendario electoral ya empieza a meter presión.