En el inicio de las sesiones extraordinarias, La Libertad Avanza se estrelló contra la pared. En tan sólo una semana, el oficialismo sufrió la caída de un capítulo entero del Presupuesto, tuvo que postergar la reforma laboral y rompió la relación con aliados. Víctima de su propia mala praxis, el Gobierno se ve obligado a recalcular su estrategia de cara a un futuro plagado de incertidumbres.
La nueva etapa parlamentaria distó mucho de ser la que soñaba la Casa Rosada tras el triunfo contundente en las urnas. Una combinación de errores no forzados, un exceso de confianza y la fijación de objetivos ambiciosos llevaron a Martín Menem y a Patricia Bullrich, las dos principales espadas de Javier Milei en el Congreso, a sufrir derrotas parciales difíciles de remontar.
Las complicaciones en la aprobación del Presupuesto fueron producto de una mala estrategia del oficialismo: tras incorporar en el dictamen un polémico artículo para derogar las leyes de universidades y de discapacidad, Menem creyó que la mejor manera de blindarlo era votando por capítulos. Pero los gobernadores aliados no acompañaron y la oposición volvió a festejar en el recinto.
“¿A quién se le ocurre, en su sano juicio, que la propuesta de tratar por capítulos iba a dar ese resultado? Hubiesen descomprimido de otra manera. Ahora quedaron encerrados”, advirtió un diputado que rechazó el capítulo. “Si yo fuera un votante de Milei, le diría ‘nosotros te ayudamos con el voto para que tengas 90 y pico de diputados, y vos después la cagás con la impericia en el recinto’”, remató.
Lo más preocupante para el Gobierno es que este inesperado resultado se llevó puesta la reforma laboral. Patricia Bullrich tuvo que enterrar su plan de votar la ley el viernes y postergar el debate hasta febrero. La jefa del bloque de senadores libertarios pasó a concentrar los esfuerzos en el Presupuesto, que se votará el 26 de diciembre.
Aunque el Presupuesto obtuvo dictamen tal como vino de Diputados, sigue la tensión por el capítulo caído y hasta parece haber contradicciones dentro del propio Gobierno. Mientras que el ministro del Interior, Diego Santilli, afirmó que trabajarán para salvar el tema, el secretario de Hacienda, Carlos Guberman, dijo en el Senado que, “en esencia, no es diferente a lo que planteamos en el proyecto original”.
“Tal vez la forma de redacción que se propuso no fue la adecuada o los tiempos no fueron los suficientes. Se trabajará en modificaciones o en nuevas leyes particulares para conseguir los mismos objetivos planteados en ese capítulo”, afirmaron a La Voz fuentes libertarias de peso. Las negociaciones siguen abiertas.
Relaciones resentidas
En el camino, La Libertad Avanza subestimó a sus aliados y puede pagarlo caro. El acuerdo subterráneo que tejió Menem con el kirchnerismo para nombrar de madrugada a tres auditores de la Auditoría General de la Nación hizo entrar en cólera al PRO, que fue marginado en esas negociaciones y ahora amenaza con retacear el cuórum para los próximos debates, algo que puede ser letal para el oficialismo.
Las designaciones en la AGN fueron la gota que rebalsó el vaso para el PRO, que ya masticaba bronca con Menem porque, en una jugada desesperada para juntar votos, había incluido un artículo que reclamaba la ciudad de Buenos Aires por la coparticipación en el mismo capítulo que, finalmente, fue rechazado. “Todo en el mismo lodo, todos manoseaos”, resumió un diputado, parafraseando el tango Cambalache.
Romper con el PRO es un lujo que La Libertad Avanza no puede darse. Quedó demostrado en la sesión del miércoles: aun con la presencia del bloque amarillo (que tardó en bajar al recinto), el oficialismo tuvo que transpirar para conseguir el cuórum, que se alcanzó al filo del plazo gracias al interbloque Unidos. Una verdadera señal de alarma para los debates que se vienen.
Los libertarios no sólo descuidaron la relación con el PRO, sino también con Unidos. Ese vínculo arrancó mal, porque Menem perjudicó a la bancada al quitarle un lugar en la Comisión de Presupuesto y Hacienda para dárselo a aliados. Aun así, el interbloque donde están los cordobeses de Martín Llaryora fue la llave del cuórum e hizo notar que el oficialismo los necesita.
La UCR fue otro de los bloques que, al igual que Unidos y el PRO, reprobó la maniobra de la AGN. En el radicalismo dicen que la decisión los tomó por sorpresa. “Quedamos muy molestos. No estamos de acuerdo ni con las formas ni con el momento”, lamentaron en el bloque que conduce la cornejista Pamela Verasay.
Gobernadores ¿aliados?
También tuvieron otro gesto de diferenciación: dos radicales (el chaqueño Gerardo Cipolini, que responde al gobernador Leandro Zdero, y el entrerriano Darío Schneider, que entró por la lista libertaria en la alianza con Rogelio Frigerio) se abstuvieron en el capítulo XI.
Hubo también otros gobernadores que ayudaron a voltear el controvertido capítulo, y que ahora el Gobierno debe recuperar: son Gustavo Sáenz (Salta), Raúl Jalil (Catamarca), Osvaldo Jaldo (Tucumán) y Rolando Figueroa (Neuquén). Todos estos mandatarios poseen votos clave tanto en Diputados como en el Senado.
El caso más emblemático es el de Salta: Menem pensó que darle uno de los tres cargos en la AGN a una exdiputada de Sáenz, Pamela Calletti, garantizaba apoyo, pero de los dos diputados del gobernador sólo uno votó a favor.
En síntesis, el envión electoral llevó a La Libertad Avanza a sobredimensionar su capacidad en el Congreso, cuando la realidad demostró que el crecimiento de bancas en la Cámara de Diputados (95) y en el Senado (21) no decantaba en triunfos automáticos.
