El 12 de marzo pasado, el vocero presidencial, Manuel Adorni, protagonizó una de las intervenciones más vehementes y polémicas de su gestión: negó tajantemente que se hubieran ingresado valijas sin control al país, en el marco de un vuelo privado proveniente de Estados Unidos, y lanzó una frase que hoy lo persigue como un búmeran.
“Pensar que uno puede salir de Estados Unidos con un montón de valijas sin que nadie pregunte nada infiere dos alternativas: que sos un imbécil o que efectivamente estás operando o tenés malicia”, dijo en su habitual conferencia de prensa en Casa Rosada.
Aquella afirmación, destinada a descalificar versiones periodísticas que habían empezado a circular días antes, quedó grabada en video y escrita en portales.
Tres meses más tarde, y tras la difusión de un dictamen fiscal y de imágenes reveladoras, la versión oficial quedó desmentida por la propia realidad.
En marzo, Adorni habló con tono de certeza absoluta. Aseguró que la pasajera en cuestión, Laura Belén Arrieta, ejecutiva de OCP Tech y vinculada a la organización conservadora CPAC, había ingresado al país cumpliendo con todos los controles aduaneros.
Según él, había declarado una valija y un carry-on, y se había retirado de Aeroparque como cualquier otro viajero. Sostuvo, además, que ninguna otra persona descendió con ella, ni con equipaje adicional.
“Esa historia de las diez valijas es completamente falsa”, afirmó, visiblemente molesto.
El Gobierno intentó clausurar el tema con una serie de aclaraciones técnicas. La principal fue que se trataba de un vuelo “en situación de tránsito”, es decir, un avión que tenía como destino final otro país (Francia), y por lo tanto su equipaje no debía ser controlado por Aduana argentina.
También adujeron que, por protocolo, el equipaje despachado que permanece en la aeronave no se inspecciona, salvo alerta específica. A eso se sumó la apertura de un sumario administrativo interno que, más que una investigación genuina, pareció un intento de mostrar iniciativa ante la presión mediática.
Todo cambia
Pero este domingo, el portal TN publicó una investigación que hechó por tierra esa versión. A partir de un dictamen fiscal de 60 páginas y de imágenes obtenidas en exclusiva, se comprobó que 10 valijas bajaron efectivamente del avión Gulfstream IV de la empresa Royal Class y que ninguna pasó por los escáneres ni por los controles aduaneros.
Las cámaras de seguridad mostraron a los tripulantes y a Arrieta siendo guiados por personal del aeropuerto, sin atravesar ningún procedimiento regular. En una de las secuencias más reveladoras, se ve cómo Arrieta le entrega un teléfono celular a una funcionaria de Aduana, quien le responde con un gesto afirmativo, y acto seguido todo el grupo se retira sin más.
El contraste entre esa evidencia y las declaraciones de Adorni no solo expone una falla de información oficial: plantea la sospecha de una mentira deliberada o de una operación de encubrimiento.
Lo más grave, sin embargo, es el uso de la agresión como defensa. En lugar de abrir el juego a una verificación transparente, el vocero presidencial optó por atacar a quienes planteaban dudas. Redujo todo a una disyuntiva entre “imbecilidad” o “malicia”, sin contemplar siquiera que el periodismo puede cumplir su función sin conspirar ni errar.