¿Qué valores de Milei hacen mileísta a Luis Juez? ¿Por qué Rodrigo de Loredo se ofrece para votar proyectos del oficialismo “a libro cerrado”? ¿Qué ideas comparte la gestión de Martín Llaryora con el gobierno libertario para presentarse como “dialoguista”? La respuesta más simple es también la que más explica ese alineamiento sin más: Juez, De Loredo y Llaryora leen las mismas encuestas que dicen que los cordobeses apoyan a Milei.
Las encuestas no sólo guían sus alineamientos: además los justifican. Como si aquello que apoya la mayor parte de los cordobeses fuera siempre inobjetable. O como si los femicidios dejaran de ocurrir sólo porque Milei los niega.
A tal punto manda el criterio de acomodarse lo más cerca posible de lo que opina la mayoría que por momentos la dirigencia cordobesa parece carecer de cualquier otro criterio político: como si el Milei que bajó la inflación y redujo el gasto público fuera otro diferente del que niega la violencia de género, discrimina a las minorías sexuales, amenaza con perseguir “zurdos” o insulta a todo aquel que piense distinto bajo el rótulo de “woke” que imponen las derechas extremas.
Jugada de Llaryora
La dinámica política que rige en Córdoba en la era Milei es la del aplauso casi permanente y la crítica casi inexistente. Llaryora hace esfuerzos inocultables para diferenciarse a nivel de gestión sin parecer nunca un opositor al gobierno libertario. La semana pasada, junto con sus pares de la Región Centro Maximiliano Pullaro y Rogelio Frigerio, encabezó el que tal vez haya sido el desafío más potente a Milei en lo que va de la gestión: insistieron en el reclamo conjunto de eliminación de las retenciones agrícolas en un momento muy crítico para los productores.
Lo que pasó después todavía desconcierta a las entidades del agro. El ministro Luis Caputo el martes les respondió a los gobernadores con un irónico mensaje que parecía indicar que el reclamo no sería tenido en cuenta y el jueves anunció una reducción transitoria de las retenciones hasta el 30 de junio, al mismo tiempo en que les exigió a las provincias y a los municipios que bajaran impuestos y tasas.
La cruzada de Caputo coincidió con la llegada de los cedulones provinciales y municipales a los contribuyentes cordobeses: un verdadero cimbronazo por encima de la inflación para unos bolsillos que siguen flacos pero que empiezan a acostumbrase a unos precios más estables. Pese al aluvión de reclamos, el Panal y el Palacio 6 de Julio no revisarán el mecanismo de actualización por Ripte (salarios) que en 2024 perjudicó a las arcas provinciales y municipales y en 2025 promete beneficiarlas.
La oposición cordobesa encontró en los contribuyentes indignados tierra fértil para que las críticas llegaran a preocupar al Gobierno provincial. Juez se abstuvo por estar de vacaciones, pero De Loredo se hizo fuerte con el reclamo y además logró que sus planteos hicieran sinergia con los de Caputo: arrecian los insultos libertarios contra la presión impositiva cordobesa.
Críticas selectivas
El aluvión de críticas, no obstante, se limitó a la política impositiva. La oposición provincial fue mucho menos aguda a la hora de los cuestionamientos frente al sugestivo escándalo protagonizado por el puntero del PJ Guillermo Kraisman, detenido junto con una funcionaria municipal cuando intentaban retirar un millón de pesos que habían sido depositados por la Legislatura de Córdoba en la cuenta de una supuesta asistenta legislativa que nunca había trabajado.
Parece tan evidente el pago de favores políticos con fondos legislativos como el alegre descontrol en las contrataciones de la Unicameral. La constante sospecha de que las costosas negociaciones legislativas incluyen la distribución de contratos a troche y moche pareció confirmarse –hay una investigación judicial en marcha que debería acelerarse desde mañana–, pero esta vez las críticas opositoras fueron imperceptibles.
La vicegobernadora Myrian Prunotto, que mantiene una relación tormentosa con la conducción del bloque oficialista, esperó durante tres jornadas que cada bloque se hiciera cargo de su cuota parte del escandaloso descontrol en las contrataciones y, como nadie atinó a levantar el dedo, el jueves notificó a todos los contratados para que se presentaran a firmar sus legajos. Hubo largas colas multipartidarias en la Unicameral, pero los legisladores escandalizados fueron muy pocos.
Sólo aplausos
La selectividad es infinitamente mayor cuando se trata de Milei. El jueves a la noche, Llaryora celebró con un largo mensaje desde España la baja de las retenciones que había reclamado dos días antes. Juez interrumpió sus caribeñas vacaciones para aplaudir “el golazo del Gobierno nacional” y su “increíble sensibilidad”. De Loredo felicitó a Caputo y recordó que él había pedido la baja de retenciones, y detrás de ellos decenas de dirigentes los imitaron en los aplausos a la decisión de Milei en beneficio del campo.
Ninguno de ellos hizo siquiera una mención respecto del discurso que esa misma mañana pronunció el Presidente en Davos y que fue noticia en todo el mundo por su virulencia y su cruzada medieval. Frente al Milei que en su batalla cultural denuesta hasta el insulto los valores occidentales forjados en el siglo 20, que desprecia todas las políticas de género y que hasta impulsa la eliminación de la calificación por femicidio del Código Penal, la política de Córdoba no tiene nada para decir. Las diputadas Natalia de la Sota y Gabriela Estévez fueron las únicas excepciones ese jueves febril, junto al legislador provincial Matías Chamorro, integrante del bloque de Hacemos por Córdoba desde el socialismo.
El viernes, la ministra de Capital Humano de la Provincia, Liliana Montero, cuestionó la iniciativa de eliminación de la figura de femicidio, y luego lo hizo la secretaria de la Mujer, Claudia Martínez. Ayer el legislador radical Miguel Nicolás envió un solitario comunicado en el que recordaba que la Ley de Protección Integral de las Mujeres responde a compromisos asumidos mediante pactos internacionales. Todo el resto de la dirigencia política opta por dejar pasar: ojos cerrados, oídos tapados, boca muda. Como si se tratara de detalles menores, como si fuera el presidente de un país muy lejano.
