“Esta tarde habrá una novedad fuerte”, anticipaba el escueto y tempranero mensaje de un operador llaryorista todoterreno. Amanecía el jueves pasado, el último día de la campaña provincial, con la expectativa de los cierres de los actos de las dos principales alianzas que disputará este domingo la sucesión del gobernador Juan Schiaretti.
Unas horas después se develaría la “novedad fuerte”: Gabriel Frizza, exintendente de Jesús María y exdiputado nacional del PRO, se subía al último vagón del tren oficialista.
El cambio de camiseta de Frizza fue la última prueba de una nueva estrategia en el oficialismo provincial, impulsada por el candidato a gobernador Martín Llaryora, con el aval del gobernador Juan Schiaretti.
Sólo para entendidos de la interna peronista, hay una discusión –por lo bajo– sobre quién es el padre del plan para sumar al oficialismo dirigentes de otros partidos.
Los llaryoristas aseguran que fue su jefe político –con la incorporación de la radical Myrian Prunotto– el que inauguró el plan “sumar”.
Los schiarettistas remarcan que fue el gobernador el que viene proponiendo a nivel nacional armar espacios de consenso, sin límites partidarios ni ideológicos. Un “frente de frentes” opositor, como lo propuso Schiaretti, intento que finalmente no se concretó.
Por su parte, en febrero pasado, durante una visita a Villa María para mostrarse como candidato oficialista en el convocante Festival Nacional de Peñas, Llaryora dejó esta definición que para muchos pasó inadvertida: “Estamos construyendo algo nuevo, distinto a lo que se venía haciendo hasta ahora. Vamos a sumar dirigentes, más que espacios políticos. Necesitamos a los más capaces para gestionar, no a muchos partidos para ganar una elección. Es una coalición de gobierno”, argumentó Llaryora.
No lo mencionó de manera específica, pero el candidato oficialista marcó diferencias con la histórica alianza Unión por Córdoba, con la cual José Manuel de la Sota derrotó al gobernador radical Ramón Bautista Mestre en los comicios provinciales de diciembre de 1998.
También con la coalición Hacemos por Córdoba, con la que Schiaretti consiguió su reelección en mayo de 2019, por una ventaja abrumadora.
Aquellas eran –fundamentalmente– alianzas de partidos. Para esta campaña, Llaryora fue por dirigentes de Juntos por el Cambio para que se cruzaran al oficialismo.
Como un modo de certificar la teoría de que Llaryora es el padre de este plan, los principales dirigentes que se pasaron al oficialismo, los radicales Prunotto y Orlando Arduh, y los ex-PRO Javier Pretto y Frizza, entre otros, admitieron que acordaron directamente con el candidato a gobernador para pasarse al oficialismo.
Fueron varios quienes aceptaron la propuesta de acercarse al calor del poder. La mayoría, con nulas expectativas de aparecer en la lista de la alianza opositora. Poco por perder y mucho para ganar, fue la oferta tentadora.
Para Llaryora, se trata de la construcción del nuevo “partido cordobés”. Su modelo es la provincia de Misiones, donde en el Frente Renovador por la Concordancia conviven radicales y peronistas.
En la provincia mesopotámica, la oposición es inexistente. Tanto que en 2006 tuvo que ser un sacerdote, Joaquín Piña, el que enfrentó al oficialismo y bloqueó el intento de reelección indefinida que buscaba el entonces gobernador Carlos Rovira, un exradical que sigue siendo el hombre fuerte de esa provincia, pese a que los gobernadores son de origen peronista.
Llaryora habla de ampliación de la alianza oficialista a través de acuerdos políticos que luego se verán reflejados en una eventual gestión provincial.
Según dicen desde su entorno, si gana, Llaryora irá por más dirigentes de otros partidos para un hipotético gabinete.
De convertirse en el sucesor del gobernador Schiaretti, el intendente capitalino irá por dos intendentes opositores: el macrista Pedro Dellarrosa (Marcos Juárez) y el radical Luis Briner (Bell Ville).
A ambos les ofreció sumarse a Hacemos Unidos. Las reuniones se realizaron en el propio despacho principal del Palacio 6 de Julio antes de oficializarse las candidaturas.
Los intendentes opositores prefirieron seguir en Juntos por el Cambio, pese a las diferencias que tienen con varios dirigentes de su espacio.
Denuncias
Desde la vereda opositora, tanto el candidato a gobernador Luis Juez como el postulante a intendente capitalino, Rodrigo de Loredo, no dudaron en denunciar –sin pruebas concretas– que se trató de una “compra” de dirigentes opositores.
“Los fondos que faltan en salud, educación y seguridad se utilizan para tratar de dividir a la oposición y para comprar dirigentes de nuestro espacio. Nos hacen un gran favor. Se llevan los peores de los nuestros. Son los que están dispuestos a cambiar convicciones por dinero y cargos”, denunció De Loredo, sin grises, tres semanas atrás.
En su discurso de cierre de campaña, Juez también apuntó sobre este supuesto plan del oficialismo después de conocer el pase de Frizza.
Entre la defensa de Llaryora y la grave denuncia de los opositores está la realidad. Los cordobeses se pronunciarán este domingo en las urnas.
Será el momento en que se acaben los discursos y los cruces de campaña: las urnas darán su veredicto sobre si habrá un cambio histórico, con el fin de 24 años de peronismo en el poder, por un eventual triunfo del opositor Juez, o si se riegan las raíces del partido cordobés que pregona Llaryora.
