Para los ciudadanos el 2022 es, al fin, un año sin campañas electorales. Para la dirigencia política es el año que define el 2023. No hay una sola acción en el oficialismo ni en la oposición cordobesa que no se vincule a la elección provincial del año próximo.
El peronismo cordobés lo hace con la convicción de que Martín Llaryora ya es candidato puesto para suceder a Juan Schiaretti y con el gobernador al mando de cada resorte del Estado provincial y de la mayor parte de los municipios, incluyendo a los más importantes. Cada rubro de la gestión está subordinado a ese objetivo y el despliegue de obras, recursos y acción política muestra una coordinación a la altura del objetivo complejo que representa sostenerse en el poder después de seis mandatos consecutivos.
En esa cancha inclinada, la oposición inicia con convicción vacilante el proceso que tiene por objetivo llegar a una única lista para desafiar a Hacemos por Córdoba. Todo indica que el camino será largo y el resultado es incierto. El principal problema sigue siendo justamente la convicción: hasta ahora ese intento de unidad –que el lunes a las 11 se plasmará en una amplia foto inaugural de la mesa provincial de Juntos por el Cambio– es una imposición del almanaque y, sobre todo, un mandato que baja desde algunos despachos de Buenos Aires.
El peronismo se prepara para enfrentar a Luis Juez y Luis Juez es quien más claramente se ofrece para desafiar al schiarettismo. Ambos hechos son evidentes. Claro que puertas adentro de Juntos por el Cambio las cosas no se observan con tanta claridad.
Mucho menos puertas adentro del radicalismo, azuzado por la impetuosa conducción de Gerardo Morales a encabezar la fórmula provincial. El gobernador jujeño quiere ser candidato a presidente, saca pecho frente al PRO y pretende que cada provincia tenga un candidato a gobernador radical. También quiere un candidato radical al frente de la boleta de Córdoba, como quedó plasmado en el encuentro de Vicuña Mackena. El problema es que en Córdoba ese mandato no termina de convencer ni a los propios radicales.
Esto es así, en especial, porque Rodrigo de Loredo –consagrado como el dirigente radical más competitivo en las elecciones de 2021– mantiene en perfecta indefinición sus aspiraciones para 2023: nadie sabe si pretende gobernar la ciudad o la provincia de Córdoba. Lo que reitera, es que no disputará la candidatura a gobernador si no es con Luis Juez adentro de Juntos por el Cambio.
Esa sociedad se mantiene sólida y constituye el principal motivo de preocupación de Hacemos por Córdoba, que no descansa en la proyección de escenarios electorales y que también tiene a su disposición todas las herramientas que moldean el proceso: la fecha de elecciones, la decisión de pegar o separar las votaciones municipales de la provincial y hasta el posible monitoreo de la interna opositora a través de la Justicia Electoral. Como siempre lo hizo, el peronismo también procura que haya más de una lista con integrantes radicales; como siempre ocurrió, la decisión será de la propia UCR. Esta vez el PRO –al menos un sector– es otro elemento de escisión en potencia.
¿Semanas o meses?
No está claro cuánto tiempo le llevará a Juntos por el Cambio definir las reglas que regirán la elección de sus candidatos. Los más optimistas estiman que hacia mediados de año esas normas deberían estar escritas, para iniciar luego el proceso de internas. Los que conocen mejor al radicalismo y saben de la desconfianza total que cualquier elección interna despierta en Juez, calculan que el proceso se extenderá hasta fin de año.
En ese caso, podría darse la situación de que Schiaretti convoque a elecciones antes de que Juntos por el Cambio haya definido cómo seleccionará a sus candidatos. Es una hipótesis extrema pero posible: así ocurrió en el anterior turno electoral. Sirve para ilustrar la distancia abismal que la conducción unívoca del peronismo representa para el oficialismo. Schiaretti quedará al frente del PJ y ya avisó que no admite disidencia alguna.
¿Esa distancia en el armado y el total control del proceso significan que el peronismo está confiado? De ningún modo. Significa que se prepara para una batalla titánica aunque no sepa todavía a quién tendrá al frente.
El fortalecimiento de la gestión de Martín Llaryora con recursos y acciones provinciales se agudiza. Schiaretti se dedica en persona, y con un sistemático reparto de obras y anuncios, a acercar intendentes opositores –la semana pasada pasó largas horas en Estación Juárez Celman y hubo anuncio de obras por 500 millones para el municipio radical– y todo el peronismo se dispone a la fabricación de candidatos: Llaryora ya es el elegido, pero todos están habilitados. Varios intendentes y el vicegobernador Manuel Calvo, a punto de lanzarse. Nadie sabe bién para qué cargo: la consigna es sumar en las encuestas. La promesa schiarettista es que hay futuro para todos, a no ser para quienes presenten una lista opositora en la interna del PJ. O salgan en las fotos con Carlos Caserio.
Tan integral es la tarea de planificación del peronismo, que hasta cuestiones que pueden parecer secundarias se producen con una puntualidad que asombra. Por ejemplo, las tres causas judiciales que logró cerrar el gremialista Rubén Daniele en dos meses –dos de ellas, con fallos del Tribunal Superior de Justicia– justo antes de volver a postularse para dirigir el Suoem, en el momento de máxima armonía con la gestión Llaryora. Otro frente que parece totalmente controlado para un intendente que levanta la bandera de haber puesto bajo control al Suoem. Está dicho: el peronismo se prepara para enfrentar a Juez.
