No abundan, más bien escasean, los ejemplos en los que el presidente Javier Milei haya reconocido que se equivocó, que dijo algo inapropiado, que falló en alguno de sus pronósticos o que, lisa y llanamente, faltó a la verdad. El estilo del libertario tiene como precepto central la descalificación para aquellos que no piensan como él. A eso le suma una clara inclinación a redoblar la apuesta. El disenso por encima del consenso.
Hace unos meses, Milei debió retractarse públicamente a pedido del agraviado. Alberto Fernández se molestó porque quien hoy lo sucede en el poder había dicho que el expresidente almorzaba y cenaba “todos los días” en Olivos “con champán Cristal”. Esa disculpa presidencial, que está asentada de manera pública en las redes, es un caso excepcional. Se sabe también que Milei se disculpó con el papa Francisco tras acusarlo durante la campaña de ser el “representante del maligno en la Tierra”.
Milei no reconocerá jamás que las reformas para las que logró media sanción el martes último en Diputados podrían haber sido más amplias en favor de su programa de gobierno si no hubiera denostado la herramienta del acuerdo y del consenso cuando se debatió en febrero pasado la primera y más ambiciosa “ley bases”, y que –téngase en cuenta este detalle para nada menor– no incluía el paquete fiscal de compensación para las provincias.
De haber actuado hace tres meses como lo hizo ahora, el Presidente hubiera logrado más emergencias y mayores facultades delegadas. También, un grupo más amplio de empresas para privatizar en su plan de achicar el Estado: serían varias más que las 11 que quedaron en la nueva y reducida “ley bases”.
Un consenso parecido al que ahora se abrazó Milei estuvo sobre la mesa cuando naufragó aquel primer proyecto de la “ley ómnibus”. Antes decidió detonarlo; ahora, necesitado por mostrar algún nivel de respaldo político por fuera de su propia y minoritaria fuerza, lo indecente trocó a razonable. Cambió Milei, no la herramienta, que siempre estuvo a su disposición. El Presidente parece comenzar a entender que negociar una parte de su identidad a cambio de gobernabilidad no es un acto indecoroso, sino un proceso lógico y razonable de praxis política de quien carece de las mayorías legislativas necesarias para avanzar sin considerar las ideas de otros. Hay una pregunta inquietante que se impone: ¿cree realmente Milei en los acuerdos o sólo se ciñe a ellos obligado por la desventaja política?
Sin una porción de las “ratas”, de los “tibios” y “detestables” radicales y de la anuencia de algunos gobernadores a los que prometió que iba a “mearlos”, el Presidente seguiría generando sólo interacción violenta en las redes sociales, pero no tendría estas dos medias leyes en el bolsillo que, se supone, debieran ser el combustible que necesita su gestión para intentar que el feroz ajuste fiscal encuentre en las reformas incentivos para que la actividad económica comience a recuperarse y abandone la profunda recesión que ha hecho que la inflación ceda más rápido de lo que esperaba incluso el propio Gobierno.
¿Nueva etapa?
Milei agradeció en las últimas horas los apoyos recibidos en la Cámara Baja para avanzar con su política de desregulación de la economía y achique del Estado. Destacó especialmente a dos diputados del PRO: Cristian Ritondo y Silvia Lospennato. Se trata de una nueva señal de que su apuesta política es converger más formalmente con el partido que lidera Mauricio Macri. Las legislativas de 2025 son una obsesión para el primer mandatario. El expresidente, que celebró el avance en el Congreso, aún no se decide. En el fondo, teme que la licuadora de Milei también lo degluta a él y al PRO, el partido de derecha que fundó hace casi 20 años.
El libertario se muestra decidido a engordar la tropa propia, lo que es lógico para quien lidera una fuerza política aún minoritaria. Milei agradece los favores recibidos, pero inmediatamente no esconde que está enfocado en evitar tener que repetir la indecente tarea de sucumbir en el altar del consenso.
“Si no quieren las reformas ahora, meto todo el 11 de diciembre de 2025″, lanzó en estas horas para evaluar el complejo escenario que se avecina en el Senado. Allí el oficialismo tiene la desafiante tarea de lograr la mitad de los avales que faltan para que lo conseguido en Diputados sea ley y no un triunfo pírrico.
Son varios los opositores “dialoguistas” que ya resetean sus posiciones políticas futuras. Algunos, incluso, lo advirtieron en el recinto y mientras levantaban la mano para avalar las iniciativas del libertario. Observan lo que Milei expone y no esconde: el Presidente preferiría prescindir de ellos y no tener que agradecerles nada.
