El tenis popularizó en el deporte la expresión “errores no forzados”. Designa los yerros propios que no son provocados por el juego del rival. En términos políticos, son los actos que implican un error sin que este fuera inducido por la oposición.
Es lo que sucedió con la administración de Javier Milei en el último mes: el fracaso en el Congreso, la pelea con Victoria Villarruel y el manejo monetario del Banco Central, entre los más notables. Repasemos.
Error 1: el Congreso
Hasta los gobernadores aliados -que influyen sobre el voto de senadores y diputados nacionales- se cansaron de esperar que el Gobierno remitiera fondos para obras (pocas) o para sostener las cajas de jubilaciones provinciales (Córdoba, entre ellas, pese al acuerdo firmado).
No sólo eso. Las alianzas que trazan Karina Milei y Martín Menem son, por lo general, a través del sometimiento a partidos del interior, con el uso del color violeta y la nominación de los principales candidatos. Tiembla la alianza en Buenos Aires.
También sucedió en Corrientes, donde el gobernador Gustavo Valdés esperó hasta último momento un gesto desde la Casa Rosada, que no llegó. Ahora, el riesgo es que el peronismo le gane la gobernación al radicalismo.
Otro dato: prácticamente no hay rutas nacionales nuevas ni mantenimiento de las actuales. Maximiliano Pullaro (Santa Fe) y Martín Llaryora (Córdoba) encabezan este reclamo.
Tienen razón: un informe del Consejo de Políticas de Infraestructura (CPI) sostiene que el país pierde cada año U$S 25 mil millones por no mantener su “capital público”.
Esa carencia cuesta caro en materia de productividad, de actividad económica y de vidas humanas.
Error 2: la vicepresidenta
Aunque puede ser un tema que entretenga al auditorio político, la pelea y el destrato del equipo presidencial a la vice Victoria Villarruel le genera pérdidas en el electorado femenino y en la imagen de gobernabilidad.
Quienes toman decisiones de inversión en el exterior miran con recelo la falta de respeto a la institucionalidad, además de resultarles incomprensible que un presidente ataque a su segunda, más allá de sus ambiciones políticas.
El último Premio Nobel fue otorgado a tres estudiosos de la riqueza de las naciones, que se funda -precisamente- en el respeto a las normas e instituciones de un país.
Lo contrario supone que un jefe de Estado pueda manejar de forma discrecional la política económica. No hay reglas claras y permanentes.
Error 3: el Banco Central
La experiencia en los manejos financieros de parte de Luis Caputo, ministro de Economía, y de Santiago Bausili, titular del Banco Central, sacó un aplazo al momento de manejar las expectativas monetarias.
Fracasaron en la estrategia de eliminar las Letras Fiscales de liquidez (Lefi), para que ese dinero -estimado en cinco billones de pesos- fluyera hacia las Lecap (Letras de capitalización).
Los bancos apostaron a seguro: llevaron buena parte de esos fondos al dólar. Conclusión: el Banco Central debió pagar entre 40% y 48% anual de interés para colocaciones a un día (pases activos) y vender dólar futuro.
“El equilibrio monetario se restableció”, dijo Bausili al cierre de una semana de turbulencias, aunque el dólar mantuvo su racha alcista.
La suba de la tasa es un mal indicador para una actividad raquítica y para los préstamos al consumo.
Es el peor escenario para un Gobierno cuyo objetivo es llegar al 26 de octubre con un dólar tranquilo y una inflación amesetada por debajo del 2% mensual.
El kirchnerismo pone en duda la medición de la inflación, pero sus parámetros son los mismos con los cuales se registran los precios desde Néstor Kirchner.
El cuestionamiento es político, aunque el aparato de Cristina Kirchner tiene la habilidad de transformar, con sus relatos, las derrotas en victorias épicas.
Sucede con la inflación; con la reestatización de YPF, que le costará a la Argentina U$S 16.500 millones, y con la condena a la expresidenta Cristina Kirchner.
La capacidad de modificar la verdad es asombrosa, aunque desconcierta a la sociedad, agobiada por la incertidumbre política, el recorte en el consumo y el temor a la pérdida del empleo (sucede en Mabe, Petroquímica Río Tercero y Lumilagro).
Mientras los ciudadanos miran esas variantes, el mundo financiero trata de visibilizar cuál será el resultado de las elecciones de octubre y qué poder político “capitalizará” Milei.
Lo que está en juego es un posible retorno del kirchnerismo o la ratificación del actual modelo.
No es cualquier elección.