Hábil en sus eslóganes –no así en las soluciones ni en la gestión de gobierno–, el kirchnerismo insiste en plantear una duda sobre la marcha de la economía, la cual puede ser clave en las elecciones legislativas del 26 de octubre próximo.
Un eventual triunfo de Cristina Kirchner en la provincia de Buenos Aires pondría en suspenso numerosas iniciativas, ante la desconfianza de que en 2027 pueda volver un gobierno estatista, que reinstale lo que “la motosierra” cortó.
“Queremos una economía en la que todos estemos adentro”, es el latiguillo con el que, palabras más, palabras menos, el peronismo intenta desacreditar los logros del oficialismo en la macroeconomía.
El eslogan apunta al dato del tercer trimestre de 2024, en el que el número de desocupados se incrementó en 281.300 trabajadores, mientras que más de 259 mil personas se incorporaron a la subocupación (trabajan 36 horas por semana y quieren trabajar más).
El año pasado, se perdieron 185 mil empleos formales, según datos oficiales, de los cuales casi 40 mil fueron desafectados del sector público nacional.
El panorama se completa con el dato de que el 40% de los trabajadores se hallan “en negro”, como se los identifica habitualmente, aunque lo correcto es afirmar que no están formalizados.
El relato kirchnerista puede encontrar resultados en esos segmentos, pero parte de un error conceptual.
Es la inflación la que verdaderamente va excluyendo en forma paulatina a amplios sectores de la población de los beneficios de una economía en desarrollo.
Sergio Massa, bajo la administración de la dupla Alberto Fernández-Cristina Kirchner, dejó el gobierno en 2023 con una inflación de 211,4% anual.
No estaban todos dentro de la economía, como reclaman ahora algunos dirigentes.
¡Ay, el empleo!
La otra apelación es que la desaceleración de la inflación no genera aún un círculo virtuoso en la producción y, por ende, en el empleo.
El reclamo tiene una base cierta. Luego de la contención de los precios, la demanda social apunta a más y mejor trabajo.
Otra vez: los declarantes olvidan que la Argentina estuvo al borde de la hiperinflación.
El politólogo Andrés Malamud ya había advertido en el coloquio de la Unión Industrial de Córdoba (UIC), en octubre último, que el oficialismo debía “vender” crecimiento y una mayor inclusión, luego de haber logrado la estabilización.
Otra vez: los proyectos de inversión no se desarrollan en una economía con elevada inflación.
Sucede que la estrategia de Milei de privilegiar las grandes inversiones en petróleo, en gas, en minería y en litio, entre otras, tardarán en generar un “efecto cascada” o de derrame sobre el resto de las actividades.
Además, las crisis permanentes provocaron que miles de trabajadores no pudieran alcanzar las capacidades y habilidades que exige el mundo laboral.
La empresa de recursos humanos Manpower Group detectó que siete de cada 10 empresarios argentinos manifestaron que enfrentan dificultades para encontrar el talento que necesitan.
La economía privada
Además del desarrollo de grandes inversiones, el Gobierno apunta al impacto que podrían generar las futuras privatizaciones en la inclusión de trabajadores en la economía formal.
No obstante, el empleo tardará en crecer a partir de las transferencias de la Hidrovía –fracasada en medio de un escándalo– y de los corredores viales, como de las futuras ventas de las empresas de agua controladas por el Estado (por caso, Aysa, en Caba y Conurbano) y de las distribuidoras y generadoras eléctricas.
La transformación de Epec en sociedad anónima es, por ahora, una cobertura estatal ante esa demanda contenida en la Ley Bases.
¿Se producirá una inyección de capital privado en la estatal cordobesa? La propuesta puede ser interesante, pero dependerá de la reacción de un sector del gremialismo lucifuercista.
Sobre los debates en torno de los “econochantas” y del atraso cambiario, el centro de estudios Idesa sostuvo que es más importante “hablar más de impuestos que de atraso cambiario”.
Advirtió, al respecto, que “la eliminación de impuestos distorsivos será a un ritmo demasiado lento para el que necesita la producción nacional”. Y sugirió avanzar en “la baja de la presión impositiva haciendo que los impuestos más neutrales absorban a los más distorsivos; por ejemplo, que el IVA absorba a Ingresos Brutos y las tasas municipales”.
La clave estará, entonces, en saber si la rueda de la economía promercado tiene la velocidad que esperan los bolsillos en un año electoral.