Dos semanas atrás, fue Sergio Massa. Desde Tío Pujio, el candidato presidencial oficialista dijo que, si llega a la Casa Rosada, espera compartir con “Llaryora y los cordobeses un gobierno de unidad nacional”.
Esta definición no pasó inadvertida. Massa eligió Córdoba para pronunciarse sobre una propuesta que Juan Schiaretti viene pregonando desde hace varios meses: gobierno de unidad nacional.
El jueves por la noche, pocas horas después de su lanzamiento en Córdoba como eventual ministro de Economía de Patricia Bullrich, Carlos Melconian dijo en el canal porteño La Nación+ que el ministro de Finanzas de Córdoba, Osvaldo Giordano, junto con otros economistas, “van a poner el culo en el asiento porque piensan en la patria”.
Una señal al funcionario schiarettista, que relativizó la cuestión de integrar el equipo económico de Juntos por el Cambio. De todos modos, admite una buena relación con la candidata y con el economista.
Tanto Massa como Bullrich –con Melconian como nuevo refuerzo para su campaña– dejaron claro que vienen a Córdoba por una porción de los 565 mil votos que Juan Schiaretti sacó en la provincia en las Paso del 13 de agosto.
En los comandos de campaña de Massa y de Bullrich, tienen marcado a Córdoba con rojo. Creen que es uno de los distritos donde pueden sumar más votos, pensando en la primera vuelta del 22 de octubre.
Ya se dijo en esta columna: para Schiaretti, el peor rival no es Massa, Bullrich ni Javier Milei, sino el concepto de “voto útil”.
Schiaretti es un aspirante presidencial que no tiene chances de pulsear por el poder nacional, sino que sólo busca sumar más diputados al Congreso.
Tener más peso en el Parlamento es un objetivo político importante para Schiaretti y, sobre todo, para el próximo gobernador, Martín Llaryora.
Aunque en un contexto de crisis, la propuesta de Schiaretti parece poco seductora para una sociedad que debe elegir a un presidente que saque al país de este tobogán de decadencia económica y social.
El gobernador y candidato presidencial perdió esta semana de campaña, ya que debió permanecer en reposo por su Covid positivo. Reaparecerá el lunes en Córdoba y el miércoles próximo encabezará, con su compañero de fórmula, Florencio Randazzo, un acto en La Rural, en Capital federal.
Mientras tanto, Llaryora, junto con Daniel Passerini y la senadora Alejandra Vigo, estuvieron activos en los últimos días.
Fueron convocatorias para insuflar energía militante a la dirigencia peronista de cara a la campaña presidencial.
El gobernador electo estará este domingo en Río Cuarto haciendo campaña por Schiaretti. La ciudad del sur provincial es un territorio que se mostró adverso para el PJ cordobés en los últimos comicios provinciales y también en las Paso.
Río Cuarto es un gran enigma para el oficialismo provincial. La capital alterna siempre fue un territorio favorable, pero este año se mostró hostil al PJ en las urnas.
No es un dato menor que el año próximo, antes de julio, se elige intendente en esa ciudad. Será la primera elección que deberá afrontar Llaryora como gobernador y jefe del PJ.
Mirada a la gestión
Mientras se desarrolla la campaña presidencial, Schiaretti y Llaryora avanzan en la transición de la entrega del poder provincial.
En este contexto, el conflicto con los docentes es un problema que debe resolver Schiaretti, pero que sigue con mucha atención el gobernador electo.
Casi con seguridad, será una herencia no deseada que deberá afrontar desde el 10 de diciembre.
Schiaretti está frente a un problema en la discusión con la UEPC. Propuso un buen acuerdo salarial –así lo califica en privado hasta la propia conducción del gremio docente–, que aceptó el resto de los estatales.
Sin embargo, la asamblea provincial docente, atravesada por diferencias internas y políticas, lo rechazó por amplia mayoría.
El gobernador está en una encrucijada. Si les hace una oferta mayor a los docentes, la tiene que hacer extensiva al resto de los estatales. Esto podría complicar las cuentas públicas.
Sin una oferta superadora, no habrá acuerdo con los docentes.
Funcionarios schiarettistas y la cúpula del gremio buscan atajos para que la propuesta no toque los porcentajes de aumento que aceptaron los demás gremios (20% en agosto y 7% en septiembre) y para que también haya alguna mejora para los docentes.
En eso están las conversaciones que ahora se hacen en el Ministerio de Trabajo, bajo el paraguas de la conciliación obligatoria.
La negociación parece en un callejón sin salida. Aunque, como está dicho, se buscan atajos.
Hay una posibilidad de que el Gobierno se arriesgue a un conflicto prolongado, con medidas de fuerza, descuentos de días de paro y sin aumentos a los docentes.
Esta estrategia de desgaste sería una apuesta riesgosa. Se convertiría en un camino sinuoso, con clima conflictivo, en una transición no deseada.
Fuentes del Centro Cívico y del Palacio 6 de Julio coinciden en que Schiaretti y Llaryora no hablaron por el conflicto docente.
Es un tema que debe resolver el gobernador, pero las consecuencias tendrá que afrontarlas Llaryora. Seguramente, en algún momento hablarán, pero nadie se enterará.
Lo que está claro es que este conflicto terminó de convencer al gobernador electo de que tendrá que barajar y dar de nuevo en la relación con los estatales provinciales.
A partir del 10 de diciembre, habrá otra estrategia para negociar salarios y también una reforma educativa, que para Llaryora es “impostergable”.
Quienes conocen bien al próximo gobernador, dicen que hay que fijarse en los arranques de sus gestiones municipales en San Francisco y en la Capital: inicio conflictivo con los gremios, acuerdos y luego paz duradera.
Los antecedentes concretos dicen eso. Aunque en política y gestión, las experiencias no siempre son traspolables.
