En la andanada de definiciones fulminantes de Andrés “el Cuervo” Larroque en contra del presidente Alberto Fernández, tal vez la más fuerte fue cuando aseguró: “Si a vos alguien te propone para ser presidente y después hay una mutación del carácter y te cortás solo, yo lo condeno moralmente, pero por lo menos traé resultados”, disparó el dirigente camporista.
No usó las palabras traidor e ineficaz, pero es lo que piensa el secretario General de La Cámpora sobre el Presidente. No sería lo más grave la opinión del brazo derecho de Máximo Kirchner.
Ese es el convencimiento lacerante que tiene en privado la influyente vicepresidenta Cristina Kirchner sobre Alberto Fernández, el hombre que era su principal operador político y al que convirtió en candidato presidencial, a través de Twitter, en la mañana del 18 de mayo de 2019.
El cristinismo venía cuestionando al ministro de Economía, Martín Guzmán, pero este martes sumó al hostigamiento público a dos funcionarios, albertistas de la primera hora: Matías Kulfas (ministro de Desarrollo Productivo) y Claudio Moroni (ministro de Trabajo).
No obstante, no son los nombres propios lo más importante en la áspera interna oficialista. Los albertistas admiten que el encono de la vicepresidenta es por los gestos de autonomía que comenzó a ensayar el Presidente, luego del acuerdo con el Fondo Monetario Internacional (FMI). Es decir, es una pelea por el poder, en el seno del Gobierno, en un país en crisis.
“El problema no es Guzmán. El problema es que Cristina quiere la sumisión del Presidente. Y esa no sería tampoco la cuestión de fondo. Un presidente sin poder es inviable en un país presidencialista. Como lo dice Alberto, escucha a todos, pero las decisiones las tiene que tomar él”, definió -en privado- el viernes pasado uno de los funcionarios que acompañaron a Alberto Fernández en su visita a Córdoba.
En el convencimiento de la vicepresidenta de que ella tiene el poder, y en la certeza del Presidente de que él tiene que tomar las decisiones, se resume la compleja pulseada interna que vive el gobernante Frente de Todos.
La salida
La pregunta del millón es cuál es la salida para esta encrucijada.
Alberto Fernández cree que, si la gestión consigue resultados, llámese bajar la inflación en los próximos meses, puede haber un punto de retorno con Cristina Kirchner.
El problema es que los resultados no acompañan, como lo dijo “el Cuervo” Larroque, en declaraciones que jamás hubiera hecho sin el impulso de su jefa política.
En las reuniones con su mesa chica (que para los cristinistas es demasiado chica), el Presidente recibió algunas sugerencias de sus íntimos. Varios albertistas reconocen que el ciclo de Guzmán “está agotado” al frente del Palacio de Hacienda.
Al ministro sólo lo sostienen las críticas del cristinismo. Alberto Fernández cree que desplazar en este momento a Guzmán sería una capitulación ante su vicepresidenta. Tiene razón. La duda es si podrá seguir manteniendo al funcionario que acordó con los acreedores externos y con el FMI.
En este contexto, crecen las versiones de que Sergio Massa se podría convertir en un superministro, tomando bajo su órbita Economía y Producción, en un cambio que dejaría fuera de sus cargos a Guzmán y a Kulfas.
Esta eventual movida debería contar con un guiño de Cristina. Massa tiene diálogo con la vicepresidenta, pero tampoco es garantía de hacer algo distinto a lo que viene gestionando Guzmán.
Massa fue un entusiasta impulsor del acuerdo con el FMI, que terminó quebrando la paciencia de los cristinistas y de la vicepresidenta.
Hay albertistas que sostienen que, para equilibrar las cargas, si Guzmán se va del gabinete, también debería irse el ministro de Interior, el cristinista Eduardo “Wado” de Pedro. Una especie de “ojo por ojo”.
De nuevo asaltan los interrogantes, por ahora sin respuesta: ¿el Gobierno tiene margen para seguir con esta pelea interna fratricida?
