El presidente del Banco Central de Perú, Julio Velarde, se refirió a la economía de ese país y al combate de la inflación.
En diálogo con sl streaming La Voz en Vivo, Velarde fue presentado por el director periodístico de La Voz del Interior, Carlos Jornet, quien destacó que el funcionario lleva 19 años al frente de la entidad en ese país, donde la inflación interanual apenas superó el 1% en el último año.
Consultado sobre cuál es la calve de la estabilidad que logró ese país, Velarde contestó que se debe a varios factores y marcó que a la par el crecimiento se atenuó.
“Aislar al banco central de las presiones políticas es importante. No sólo en cuanto a la inflación, sino al crecimiento”, destacó.
La entrevista completa
—¿Cuál es la clave para que, pese a una inestabilidad política tan alta, un país con cuatro expresidentes detenidos, otro que falleció tras salir de prisión, uno que se suicidó para evitar ser arrestado, Perú haya mantenido estabilidad monetaria y crecimiento económico?
—Hay dos aspectos. Uno es la estabilidad, que depende de un Banco Central autónomo e independiente. Y, aunque hubo muchos cambios de ministros de Economía, en general han sido prudentes. La deuda pública de Perú sobre el PBI es la más baja de Sudamérica y más baja que la de México; y nos siguen Paraguay y Chile. Tenemos un 32% del Producto, que es el nivel más bajo. Y aunque el déficit fiscal ha subido, hay unanimidad entre periodistas y la clase política en criticar ese aumento, que de todos modos no es tan alto frente a nuestros pares. Donde sí nos golpeó la inestabilidad es en el crecimiento. En los últimos casi diez años, desde 2016, el crecimiento es mucho más bajo: antes era del 6%, ahora vemos algo más del 2%. Este año deberíamos estar en 3,3 o 3,4%. No es una mala situación. De hecho, después de Argentina y Paraguay, creo que vamos a ser el país que más crece; pero en una región que, en general, crece poco. Diría que, excepto en 2021, cuando tuvimos al presidente más izquierdista y radical de nuestra historia (por Pedro Castillo), y pese a los cambios políticos, el régimen económico ha sido similar. El tipo de cambio podía subir uno o dos días, o el precio de los bonos caer, pero se recuperaban enseguida porque el mercado veía que la orientación económica no cambiaría.
—El año que viene comenzaría su cuarto periodo de cinco años. Si el presidente de Perú le pidiera continuar, ¿cuál sería su decisión?
—Realmente no lo sé. Estaría contento si me voy, pero también si me quedo. Tendría que pensarlo en su momento.
—En Argentina ha sido muy oscilante la autonomía del Banco Central respecto del Poder Ejecutivo. ¿Qué rol juega esa autonomía para que Perú haya logrado la estabilidad económica que hoy muestra?
—No es importante solo en Perú; lo es en todo el mundo. La autonomía es fundamental. El horizonte de los políticos es de corto plazo. Las consecuencias de inflar la economía no se sienten de inmediato: la respuesta después es la inflación. Aislar al Banco Central de presiones políticas es crucial. A la larga, asegura mejores resultados, y no solo en inflación, sino también en un crecimiento más estable.
—Frente a escenarios de inestabilidad, cambios y restricciones externas, ¿cómo evalúa la estrategia del Banco Central de Perú para fortalecer reservas y sostener la confianza en los mercados?
—En los últimos 25 años, el sol se ha apreciado casi 5%; mientras que en los 25 años previos, nuestra moneda se había depreciado diez millones por ciento. Es un cambio enorme. Pero no buscamos la estabilidad del tipo de cambio: esa es una consecuencia. Consecuencia de tener una meta de inflación del 2%, similar a Estados Unidos. El tipo de cambio sube y baja, pero tiende a regresar a niveles no muy distintos respecto del dólar. Hemos conseguido que la inflación esté en la meta del 2% ya desde 2023. El año pasado tuvimos 2%; este año tendremos 1,5%. Está por debajo de Estados Unidos, Reino Unido, Europa y Japón. Esperamos que este año y el próximo también sea menor que la estadounidense. Que el tipo de cambio no se deprecie frente al dólar responde en parte a esa inflación baja. En estos 25 años del siglo, mientras nosotros apreciamos casi 5%, el peso mexicano se depreció casi 100%, el chileno 60% y el colombiano, un 80%. El sol es hoy una moneda más estable y eso se explica por nuestra inflación baja. Además, flotamos desde los años ’90; mientras que Brasil, Chile o Colombia lo hicieron recién desde 1999. Siempre hemos intervenido para evitar volatilidad excesiva, pero no buscamos ni un nivel ni una trayectoria del tipo de cambio. Nuestro compromiso es con la inflación, no con el tipo de cambio. Porque queremos evitar volatilidad excesiva.
—La experiencia de Perú no fue dolarizar, sino gestionar un bimonetarismo culturalmente arraigado. ¿Cómo fue ese proceso?
—Primero fue aceptar la realidad. Con inflación alta, casi hiperinflación, toda la población estaba en dólares. Recibía su sueldo y lo cambiaba inmediatamente. La economía se había dolarizado de facto para gran parte de los ahorros. La inflación era del 30% mensual, y hasta llegó a publicarse la inflación diaria. Como ocurrió en Argentina, pero con más fuerza, el sistema bancario se redujo en porcentaje del Producto, se licuaron deudas y depósitos. Había que reconstruir el sistema financiero, y la gente, desconfiada de la moneda local, prefería depositar en dólares. Ese fue el punto de partida. Ahora, con una inflación igual o incluso más baja que la de Estados Unidos, la población se mueve cada vez más en moneda local. Hoy la mayor parte de los depósitos y transacciones son en soles. Aun así, permanece un volumen importante de ahorro en dólares entre personas de mayor patrimonio, y muchas transacciones de bienes de alto valor, como viviendas o alquileres de clase media y media-alta, también se hacen en dólares. Pero tras 35 años de estabilización, la economía se ha ido “desdolarizando” gradualmente. A comienzos de este siglo, el 80% del crédito bancario estaba en dólares; hoy es 24%. La Constitución garantiza la libertad de ahorrar en la moneda que cada ciudadano prefiera. No puedo poner controles de capital ni tipos de cambio múltiples porque serían causas de remoción. Perú es una economía abierta. Durante la presidencia de Castillo tuvimos la mayor fuga de capitales de la historia, casi el 10% del PBI, y a nadie se le ocurrió imponer controles. Recuerdo que en Argentina, en las primarias de 2019, el lunes siguiente ya existían controles de capital.

—¿Qué falta para que este proceso virtuoso de estabilidad continúe mejorando la situación social, reduciendo la informalidad y aumentando la equidad? ¿Hay una deuda social?
—No hablaría de una deuda social, pero sí de tareas pendientes. Todavía hay pobreza, aunque cayó sustancialmente. En el período de alto crecimiento, bajó rápidamente y se ubicó en 19%. Con el Covid volvió a subir, como ocurrió en muchos países emergentes, también en Asia, por la falta de redes de protección social. El confinamiento impidió que muchas empresas informales vendieran; consumieron su capital de trabajo y se empobrecieron. Eso explica que candidatos de izquierda hayan avanzado en Perú, Colombia o incluso Chile. El proceso central para revertir esto es el crecimiento, y para eso hacen falta reformas. En gran parte de los países, no en Argentina, que recién comienza, las reformas se frenaron en los 90. Después de esa década, casi no hubo reformas. Además, los resultados educativos en nuestros países son muy bajos. En comparación con Asia, el nivel es pobre. Si tenemos una población educada, no hay forma de no ser prósperos, siempre que existan las otras condiciones: mercados libres, estabilidad monetaria. Eso permitirá crecer.
—Usted plantea la baja inflación como clave del éxito peruano. El presidente Milei busca lo mismo y fue revalidado electoralmente. ¿Cuánto demora un proceso de estabilización?
—Lo importante es que la inflación baje. En Perú, el compromiso desde el inicio fue que el Banco Central nunca más financiara al Gobierno. Eso se adoptó en los ’90 y se mantiene. Si un Banco Central no financia al Gobierno, la inflación baja a la larga. ¿Cuánto demora? Puede variar, pero baja. En nuestro caso partimos de una hiperinflación, algo distinto. Cuando se corrigieron precios, el combustible subió 3000% y la electricidad casi 1000%. Fue un ajuste enorme. Y nos tomó siete años bajar a un dígito. Bolivia o Chile demoraron incluso más. Es difícil precisar, pero puede ser en tres, cuatro o cinco años. Lo importante es la tendencia. Y a largo plazo, la meta no debe ser una inflación más alta como en algunos países de América Latina, sino ir a una del 2%, como Unión Europea, Reino Unido, Japón o Estados Unidos. ¿Por qué aceptar una inflación más alta que ellos?
—A comienzos de los 2000, Argentina rondaba el 10% de inflación y algunos sectores afirmaban que “un poco de inflación no venía mal”. Terminó siendo un proceso de aceleración. ¿La meta debe ser llevarla al mínimo posible?
—Hubo un economista muy importante, Stan Fischer, expresidente de la Reserva Federal, que decía que por debajo del 20% no hay tantos problemas, pero es mucho mejor el 2%. Cuando se encuesta a la población, la gente quiere inflación baja, cerca del 2%. Algo de inflación tiene que existir, como decía Milton Friedman, porque muchos precios resisten la baja, especialmente los salarios. Para permitir ajustes de precios relativos es preferible un nivel de inflación algo superior a cero. Pero el 2% es razonable. Un nivel en el que la gente no hable de inflación. Todos los banqueros centrales queremos no ser visibles; no ser visibles porque no hay inflación.
—En Perú, en los últimos 25 años, ¿hubo deflación?
—Hubo un año, en 2001, cuando la inflación fue negativa, antes de mi periodo. Eso nos convirtió en el primer país del mundo en tener meta de inflación negativa. Lo hicimos en 2001; Japón recién en 2014.
—Mencionó que, pese a los cambios de presidentes, incluso con orientaciones distintas, hubo pocos cambios económicos. ¿Cómo se alcanzó ese acuerdo político? ¿Existe un consenso explícito?
—Supongo que podría ocurrir en Argentina en el futuro. Tras un período de inflación alta, surge un consenso social sobre la necesidad de políticas fiscales y monetarias prudentes. Ese consenso en Perú, aunque ahora se está debilitando, se mantuvo casi 35 años. Durante muchos años hubo acuerdo entre clase política, sociedad y prensa sobre la importancia de políticas responsables. Eso creó una presión para mantenerlas. Lamentablemente, con el tiempo puede debilitarse. Ojalá no ocurra en Argentina; en Perú está empezando a pasar.
—En Argentina hubo cuestionamientos sobre transparencia del Banco Central, reservas de oro y conductas del presidente del organismo, incluyendo participaciones en un streaming. ¿Cómo debe comportarse el presidente de un Banco Central en relación con la comunicación pública y la transparencia?
—Nosotros no publicamos minutas, aunque eso se volvió costumbre en muchos bancos centrales, porque promovemos el consenso, no el disenso. Lo que se ve en otros países es que, cuando se publican opiniones individuales del directorio, algunos miembros, una minoría, buscan figurar con una postura distinta, favoreciendo el disenso. Además, me han comentado, aunque no puedo asegurarlo, que en ciertos bancos centrales, tras ver la reacción de la prensa a las minutas, se ajusta lo que se dijo. No son minutas que reflejen necesariamente lo conversado, porque al revisarlas luego, algunas intervenciones se adaptan a lo que apareció en los medios, no para cambiar el mensaje, sino para modificar ligeramente su forma.

























