Como territorio electoral, Córdoba se alejó hace ya largos años del kirchnerismo. Se ha escrito mucho sobre las causas de esa ruptura. Se puede resumir en dos palabras: abandono y desentendimiento. Esa desconexión explica el ínfimo impacto que tuvo en la provincia la detención de Cristina Kirchner, uno de los acontecimientos políticos más importantes desde la recuperación democrática hasta estos días.
Apenas un racimo de militantes kirchneristas reclamaron por su líder en Córdoba capital. La gran mayoría de los cordobeses, entre ellos quienes sienten un profundo rechazo por la expresidenta, recibieron la noticia con agrado o –lo que es peor para un dirigente político– con indiferencia. Cristina fue declarada culpable en las urnas locales mucho antes que alumbrara este último fallo de la Corte Suprema de Justicia de la Nación.
El sistema político local dio cuenta de esa desunión anticipada. Suena irrespetuoso para el volumen político que tuvo a nivel nacional, pero lo real es que Cristina no mueve la aguja en Córdoba. Es algo que, con esta magnitud, sólo pasa acá. Esa excepcionalidad habilita que los máximos referentes locales del peronismo ni se hayan dignado a expresarse sobre el nuevo presente negro de la exjefa del Estado. Hablar de ella o no hacerlo no tiene costo alguno. “Cuando habla la Justicia, la política se calla”, fue la orden ejecutada por el oficialismo.
En las últimas horas, y con el objetivo de asociar a aquel peronismo bonaerense con el cordobés, el radical Rodrigo de Loredo se preguntó en las redes sociales por qué ni el gobernador Martín Llaryora, ni el exgobernador Juan Schiaretti, ni el intendente Daniel Passerini se pronunciaron sobre la situación de Cristina. La conclusión del líder de la UCR en Diputados es que el de acá y el de allá no son peronismos tan distintos.
El juecismo también expuso ese mutismo. Dijo que Llaryora es la representación del kirchnerismo en Córdoba y bramó porque, aseguró, le limitaron la palabra en la Unicameral para expresarse sobre el tema.
De Loredo, además, valoró como “sincera”, aunque sin compartir, la opinión de Natalia de la Sota, quien habló de “proceso judicial cuestionado” para discutir el duro revés que recibió Cristina. Para el Panal, los dichos de la hija del exgobernador marcan un quiebre y un punto de no retorno de cara a octubre. Hubo contactos de llaryoristas con delasotistas para expresar disgusto por esas declaraciones.
Natalia de la Sota parece cada vez más decidida a liderar una propuesta electoral legislativa por fuera del oficialismo provincial y también del kirchnerismo. Una especie de tercera vía. La pregunta que se impone es si hay electorado suficiente para jugar esa ficha. Ella cree que sí. En el Centro Cívico, aseguran que no.
Otro juego y un gran desafío
Donde el impacto de la caída de Cristina sí es lógicamente estruendoso es en la provincia de Buenos Aires, territorio en el que la expresidenta conserva su principal punto de apoyo electoral de todo el país.
Para Axel Kicillof, la orden de detención que se ejecutará el próximo jueves representa el comienzo de “otro país”.
El gobernador de Buenos Aires quedó situado en un lugar de extrema incomodidad después de haber desafiado a su madre política algunas semanas atrás. Incluso hay en el PJ quienes internamente le achacan su irreverencia para con ella como un acelerante de la sentencia de la Corte. Sin desdoblamiento electoral, no hubiera habido lanzamiento de candidatura. Sin candidatura, la Corte no se hubiera visto presionada para fallar.
Hay preguntas punzantes que se lanzan al aire en estas horas aciagas para el peronismo K. ¿Podrá Kicillof lidiar con el poder residual que querrá ejercer Cristina desde la nueva Puerta de Hierro bonaerense en la que se convertirá el domicilio en el que CFK cumplirá su condena?
“Kicillof ha quedado atado a Cristina. No puede abandonarla ahora, porque eso será una traición que los seguidores de ella no le perdonarían nunca”, analizan cerca de Schiaretti, quien, como cada vez que se mueve el tablero, cree que los astros se alinean para el resurgir de una fuerza de centro anti-K y anti-Milei.

Más allá de esa interpretación interesada, sí es cierto que la inhabilitación de por vida de Cristina para presentarse a cargos electivos es la aceleración final de una fase que venía en declive.
También es verdad que el desenlace judicial es contrario a la estrategia libertaria de tener enfrente al kirchnerismo. Sin Cristina en el juego real, el adversario puede mutar a un fantasma. Y no hay cosa más incómoda en política que prescindir de tu adversario ideal arriba del ring. El escenario que había hasta ayer se esfumó.

El oficialismo, con Milei a la cabeza, se encamina a un octubre victorioso en las urnas. El camino asoma despejado, y no es poca cosa para una fuerza joven y aún minoritaria en el Congreso. El desafío que viene, tras esos comicios, es poder escanear con precisión el nuevo tablero que se construirá ya sin Cristina como polo de atracción.
Será toda una novedad política. Y todo un reto abordarla ya sin la zona de confort que aseguraba la presencia de la expresidenta.