A contramano del mundo, la Argentina se encamina a valorizar aún más su moneda. El gobierno de La Libertad Avanza está dispuesto a hacer del peso una moneda todavía más fuerte. Si la discusión hasta antes de la liberación del cepo era si el peso estaba apreciado –y, eventualmente, cuánto– la discusión ahora es cuánto falta para que perfore el piso de los mil pesos.
Si esto pasara, significaría una caída del 9,7% en pesos oficiales minoristas respecto del viernes 11 de abril, último día antes de levantar el cepo cambiario. Ese viernes cotizaba a $ 1.108 en el Banco Nación. Si llegara a los $ 1.000, estaría 29% respecto del techo máximo ($ 1.400) que el gobierno de Javier Milei se impuso antes de desprenderse de reservas para evitar que siga subiendo.
Este lunes cerró en $ 1.110.
En teoría, todo lo que pasa “en el medio de la banda” es producto del libre mercado: de los exportadores que liquidan su mercadería y ofrecen sus dólares y de los importadores y particulares que pueden comprar dólares casi sin restricciones.
Ergo, lo que está sucediendo ahora es libre flotación, con dos seguros: no pasará de los $ 1.400 (con ajuste del 1% mensual) y hay 15 mil millones de dólares que compraron confianza. El gran temor del Gobierno para abandonar el cepo era que las reservas netas estaban en negativo. Hoy son prestadas (deuda) y hay que devolverlas (lo que le pasó a Macri), pero no se están usando (que sí le pasó a Macri).
¿Fue liberación plena del cepo? No. Las personas pueden comprar sin límites para atesoramiento; a los importadores se les mejoraron los plazos de pago y las empresas pueden girar sólo los dividendos que correspondan a 2025 (hay alrededor de 7.000 millones de dólares adeudados, pero se ofrecerá un Bopreal por 3.000 millones a tres años), pero todavía no pueden acceder al mercado único y libre de cambios si es que fueron al dólar contado con liquidación.
Hay un agregado: se permitirá que los inversores no residentes puedan acceder al mercado oficial sin conformidad previa para repatriar nuevas inversiones, que deberán tener un plazo mínimo de seis meses.
Esta medida impulsará el carry trade de inversores del exterior, que podrán obtener buenos rendimientos en dólares. Esto, más la liquidación del agro, presagia un escenario de dólar barato para rato.
Temores
La fase tres del programa económico significó una sustancial prueba de fuego, que funcionó, y bien. El ministro Caputo replicó la algarabía: “Dólar en 1.065 en este momento, por debajo del dólar oficial, previo a la salida del cepo. Habría que esperar una catarata de colegas y periodistas pidiendo disculpas por decirle a la gente que habíamos devaluado, pero seguramente no va a suceder. Una vez más, hicimos lo que dijimos que íbamos a hacer, y pasó lo que dijimos que iba a pasar”.
Una cosa no quita la otra: el primer día, con un salto moderado del tipo de cambio (de $ 1.108 a $ 1.233) el peso se devaluó 10%, pero la taba se dio vuelta y este lunes se apreció casi 10%.
Pero vamos a los problemas. El Milei de los últimos días volvió a ser el Milei de siempre. Bravucón, boca sucia, cuestionador. Más allá de las formas (para algunos, intolerante; para otros, irrelevante mientras “haga lo que hay que hacer”), lo que sucede en el fondo es que se vuelve a apostar por el dólar forzosamente barato.
Caputo reconocía que la Argentina estaba cara en dólares, pero que, sin mover el tipo de cambio, el gran desafío era hacer bajar el “costo argentino”. En ese combo, entraba todo: regulaciones burocráticas, impuestos de Nación y provincias, tasas municipales, leyes laborales y un largo etcétera. Eso haría a la Argentina más competitiva porque por primera vez íbamos a ir al hueso de los problemas. Medio problema era el dólar; el otro medio, todo lo que por décadas barrimos debajo de la alfombra y no resolvimos.
Sin embargo, a 16 meses de gestión da la sensación de que poco se pudo hacer al respecto: todo ha sido rasante, por sobre la superficie. Apenas se agitaron las aguas. Es cierto que a nivel macro se eliminó el impuesto Pais, pero tenía que seguir el gravamen al cheque y las retenciones volverían a su nivel en dos meses y esa no parece ser la senda de 2025.
¿Qué cambió en la industria del juicio? ¿Qué caja se recortó a los gremios? ¿Qué incentivos tiene quien contrata hoy a un empleado en blanco? ¿Qué cambios se pensaron para el sistema previsional, más allá de haber dejado que venciera la moratoria?
Un ejemplo: se anunció en agosto pasado la eliminación de trabas aduaneras para el ingreso de acero, aluminio y materiales de la construcción importados, a los fines de bajar el costo de construir, pero a la fecha no entró nada significativo.
Es probable que el Estado sea un submarino a pedal y desde el escritorio a la acción haya que sortear muchos meses de desarme de burocracia e impedimentos internos y externos varios. Quizá el equipo económico advierta que la otra mitad del problema, el costo local, es realmente difícil de rasquetear y vuelva a apuntar al tipo de cambio como la única variable para resolver el costo argentino.
Lo que falta requiere demasiada gestión. Es un trabajo casi artesanal de acomodar las piezas. El temor es que se advierta tan ciclópea esa tarea, tan inabarcable, que se apueste a la de siempre: armar el club del dólar barato, que “garpa” bien para las elecciones aunque deje el tendal de empresas que quedan fuera de escuadra. ¿Quién va a comprar un departamento construido con un dólar de 1.500, que no se puede vender por menos porque la reposición es inviable? ¿Quién va a exportar?
Está bueno castigar a quien especuló; estamos todos de acuerdo. Pero aplicar cueste lo que cueste el principio de imputación de Menger (“que se pierdan los productos en el orto”, según el Presidente) puede ser muy dañino en términos productivos. Una especie de victoria pírrica.