Al igual que sus futuros pares provinciales, el gobernador electo Martín Llaryora intenta imaginar el país que se viene y sólo avizora tormenta con alerta de granizo, en el mejor de los casos. Administrar poder desde el Estado en la Argentina post Alberto Fernández se parece bastante a una montaña rusa desvencijada, en la que el carrito puede soltarse en cualquier momento y terminar estrellado contra el suelo.
Diferentes actores del entramando político intentan adelantar jugadas guiados por una sensación de cambio radical, que tiene a Javier Milei, por el momento, como principal posibilidad.
El virtual empate de tercios en el que terminaron las Paso quedó borrado por una inercia que se presume todavía más importante –y algunos consideran imparable– a favor del candidato de extrema derecha.
No sorprende, en ese marco, que líderes sindicales que defienden el statu quo que los llenó de privilegios hasta no poder explicar el nivel de vida que tienen, tiendan puentes con quien hasta antes de las primarias los acusaba de “entregar” a los trabajadores. Lo cierto es que ahora, cuando Milei olfatea el poder de cerca, omite sumarlos al club de la “casta” que con tanto éxito fundó.
En ese inestable y por momentos inentendible y contradictorio sistema, Llaryora tiene margen hasta el 22 de octubre para evitar definir sus próximos pasos. La relanzada candidatura presidencial de Juan Schiaretti actúa de escudo y le permite ganar tiempo, mientras ojea el reacomodamiento del nuevo tablero político.
Lo que decida –prescindencia o apoyo a alguno de los candidatos que ingresen al balotaje, en caso de que este sea necesario– no será inocuo para Llaryora y su futuro gobierno, en una Argentina que cuesta hoy imaginarse.
Cerca de Schiaretti, hay plena conciencia de que la competencia de su espacio es en total desventaja, y por eso se centra en el tramo legislativo. Por eso mismo, las próximas semanas serán usadas tanto por el gobernador, pero especialmente por Llaryora, para intentar seguir haciendo permear fuera de la provincia el discurso con el que el todavía intendente de la Capital buscará escalar en la escena nacional.
Ese discurso federal y en contra del Amba-centrismo tuvo un aliado inmejorable en el último paso de Patricia Bullrich por Córdoba.
El pedido de la líder del PRO a Schiaretti para que este baje su candidatura en pos de mejorar sus propias chances en la provincia fue respondido con vehemencia por el peronismo de Córdoba.
“Por qué no se bajan ustedes, que fundieron el país”, le retrucó ayer Llaryora junto a Schiaretti, desde Buenos Aires. El sanfrancisqueño aprovechó al máximo la tribuna porteña para reeditar, aunque con otras palabras, el núcleo duro de aquel ya icónico mensaje contra “los pituquitos de Recoleta”.
En Hacemos por Nuestro País, celebraron los dichos de Bullrich. “Los medios nacionales nos invisibilizan, plantean una carrera de sólo tres candidatos y nos dejan afuera, pero esta polémica nos subió al ring. Fue un error estratégico de Patricia”, aseguran en la mesa chica del todavía gobernador.
Posiblemente, Bullrich no haya procesado aún del todo que los votos que le faltan en Córdoba y debe recuperar están en mayor proporción en la cesta de Milei que en la de Schiaretti.
Un quiebre que parece definitivo
Como nunca antes había pasado desde el triunfo de Mauricio Macri en 2015 hasta esta parte, por primera vez la sociedad cordobesa escucha al peronismo de Córdoba criticar con contundencia a las figuras nacionales de Juntos por el Cambio.
Aquella vieja sociedad asoma completamente terminada. El crac inicial fue el quiebre del vínculo entre Schiaretti y Macri. El derrotero no frenó desde entonces. Sólo hubo una pausa en la fallida intentona del “frente de frentes” que ideó Horacio Rodríguez Larreta y que Luis Juez y Bullrich frenaron por superposición de calendarios electorales.
Para Schiaretti y para Llaryora, el alcalde porteño es una figura a tener en cuenta para cuando el país permita reacomodar las partes sueltas que dejará el colapso de las dos grandes coaliciones nacionales.
También por primera vez, el peronismo de Córdoba apuntó contra Milei. Llaryora y Schiaretti lo hicieron con cuidado, evitando irritar a los votantes que eligieron al líder de La Libertad Avanza en Córdoba. Posiblemente muchos de ellos son los mismos que optaron por las opciones de Hacemos por Córdoba en junio y julio pasados.
Llaryora llamó “abismo” a la alternativa electoral que encarna el economista. Y Schiaretti dijo que “hay otras opciones dentro del sentido común y la racionalidad”, una forma diplomática de ponerse en el extremo contrario.
Por fuera de Llaryora y de Schiaretti, que mientras dure la campaña seguirán criticando a Sergio Massa y por ende al kirchnerismo, en el peronismo de Córdoba hay voces que se permiten dudar sobre qué decisión tomaría Llaryora en el hipotético caso de que el ministro de Economía logre ingresar al balotaje junto con Milei. La pregunta flota en el aire. Llaryora tiene aún tiempo y motivos para no contestarla.
