Tras superar las elecciones de medio término, el siguiente paso que se plantea el Gobierno es avanzar sobre un conjunto de reformas estructurales, que abarcan las áreas laboral, impositiva y previsional. Sin embargo, hay un aspecto clave que aún falta en esa agenda: la reforma educativa.
Para lograr un crecimiento sostenible, no basta con un buen manejo macroeconómico. Es esencial un aumento en la productividad, que solo será posible si se coloca el capital humano en el centro de la agenda pública. La evidencia demuestra que la educación de calidad es clave para mejorar la productividad. Los países con mejores sistemas educativos muestran un mayor crecimiento económico, ya que la educación prepara a las nuevas generaciones para afrontar los desafíos del mercado laboral actual.
Argentina: alto gasto, bajos resultados
En la última década, Argentina ha destinado en promedio el 5,3% de su PIB a la educación, un porcentaje superior al promedio de América latina y alineado con las recomendaciones internacionales. Sin embargo, los resultados siguen siendo bajos, lo que evidencia un problema de gestión. Las pruebas Aprender 2024 muestran que casi la mitad de los alumnos de sexto grado no alcanzan niveles satisfactorios en Matemática, y a un tercio le ocurre en Lengua. Además, solo el 55% termina la secundaria a tiempo, con mayores tasas de abandono en el norte del país y entre los varones.
A pesar de un gasto comparable al de los países de la Ocde, los resultados en las pruebas Pisa continúan siendo inferiores. Esto refleja problemas estructurales de eficiencia en el sistema educativo. Un aspecto clave es que el 90% de la inversión se destina a salarios, dejando pocos recursos para áreas cruciales como infraestructura, innovación pedagógica y formación continua de docentes. Además, las desigualdades entre provincias persisten, sin una relación clara con los resultados obtenidos.
En resumen, el problema no está en cuánto se invierte, sino en cómo se gestiona la educación.
¿Y la reforma educativa?
La experiencia internacional demuestra que los países que han mejorado sus sistemas educativos no lo han logrado simplemente aumentando el gasto, sino más bien optimizando la gestión. Esto se ha conseguido mediante un liderazgo pedagógico claro, mayor autonomía en las escuelas y sistemas de rendición de cuentas efectivos.
Recientemente, el Gobierno presentó el programa Deuda por Educación, cuyo objetivo es renegociar parte de la deuda pública y destinar los ahorros a la inversión educativa a largo plazo. Aunque esta medida refleja un cambio positivo al priorizar lo estructural sobre lo coyuntural, el verdadero impacto solo se logrará si se acompaña de una gestión educativa más eficiente, transparente y orientada hacia los resultados.
En este contexto, lanzamos EduLab, una iniciativa de Idesa que busca aportar ideas y propuestas para mejorar la gestión educativa, fortalecer la capacidad del sistema y garantizar una educación de calidad, equitativa y sostenible.


























