Sergio Massa tomó el control del tablero económico del Gobierno nacional y avanzó con decisiones que desafían los preceptos básicos del kirchnerismo.
En su debut, el flamante ministro de Economía desgranó un ambicioso programa de gobierno: control del gasto fiscal, freno brusco para la emisión, incentivos para producir y –especialmente– para captar dólares, y una voluntad expresa –a la que le faltan precisiones– de intentar detener la escalada inflacionaria. Se trata de un verdadero golpe de timón en medio de la tormenta.
A Massa le pedían un plan de estabilización y respondió con un paquete de medidas en esa línea. Un shock de buenas intenciones que se parece mucho al programa que los opositores piensan y plantean para 2023, cuando imaginan soluciones “dolorosas” para encaminar al país hacia un sendero menos zigzagueante y peligroso que el transitado hasta aquí, y que tampoco supieron aplicar cuando gobernaron de 2015 a 2019. La novedad del momento es que este plan fue diseñado por Massa junto con sus colaboradores y tiene el aval de Cristina Fernández de Kirchner.
¿Podrá? ¿Lo dejarán? ¿Tiene tiempo y respaldo político interno para ejecutar la nueva partitura? Las preguntas perseguirán a Massa durante las próximas semanas. Recién en unos meses habrá respuestas para esos interrogantes. El Gobierno, que hasta aquí no supo gobernar, debe ahora activarse, conectarse y acoplarse bajo las órdenes de un nuevo director y el control político de Cristina Kirchner. Ella es el único dique de contención interno de los malestares ya generados por medidas que siempre fueron resistidas por el conglomerado “nacional y popular”. Juan Grabois, el piquetero que hace unos días prometió “sangre en la calle” si no hay respuestas del Gobierno ante el avance de la pobreza, avisó rápido que el nuevo caldo le parece demasiado espeso.
Subsidios, el desorden mayor que atacará Massa
Massa no reveló si tendrá o no el control de la sensible área de Energía, hoy en manos del cristinismo. Pero sus primeras decisiones parecen contener la respuesta. Avisó que sobre el esquema inicial de segmentación habrá nuevas subas, que incluyen el pago de la tarifa plena. Aunque no las detalló, marcó que habrá aumentos para los consumos por encima de los 400 kilovatios –en el caso de la energía eléctrica–, y una regla razonable que rige en casi todo el mundo civilizado y que también impacta en el gas: pagarán más quienes consuman más.
El nuevo socio fuerte de Cristina Kirchner le envió un mensaje al campo, sector al que no atacó, lo que es llamativo al tratarse de un gobierno kirchnerista. Requerido de dólares, Massa llamó al diálogo a la Mesa de Enlace, enemiga política de los K y a la que Alberto Fernández culpó días atrás por no liquidar la cosecha que los productores resguardan como moneda de cambio y capital.
Según el titular de Hacienda, su plan de robustecer reservas para estabilizar la economía ya tiene asegurados cinco mil millones de dólares que el Banco Central captará en el corto plazo vía liquidaciones de exportaciones del campo, de la pesca y de la minería. Otros casi dos mil millones llegarían, según dijo el ministro, de acuerdos con organismos internacionales de crédito. Demasiado optimismo para la sequía de billetes verdes que estrangula la producción, por la falta creciente de insumos.
El costado social del plan de Massa incluye el crítico apartado de los planes. Un “Plan Primer Paso” a la cordobesa, vieja propuesta que Massa ya había tomado de cuando fue socio político de José Manuel de la Sota, es parte del menú para racionalizar recursos y “reordenar” un sector clave siempre afín para el electorado kirchnerista. Achicar ese universo que protesta en las calles cada vez con más potencia asoma como desafío extremo.
Los jubilados recibirán un nuevo bono en forma de compensación para el desfase inflacionario, mientras los asalariados dependerán de una convocatoria a sindicatos y a empresarios, que se realizará la semana que viene.
La era Massa dio sus primeros pasos en medio de fuertes desequilibrios y de las trampas que el propio Gobierno se construyó. El kirchnerismo caminará hasta los comicios de 2023 en contra de sus principios. Acaso ese sea el más grande e inquietante de todos los desafíos.
