El último llamado de un operador del llaryorismo salió del teléfono celular el sábado pasado el mediodía, cuando aún faltaban 12 horas para el cierre de listas provinciales, que para la oposición terminaron siendo cerca de 15. El receptor de la comunicación agradeció el ofrecimiento, envió saludos a quien ordenó el contacto y cortó amablemente.
Hasta último momento, el peronismo, que ahora prefiere ser llamado “coalición” y al que la denominación “PJ” comenzó a producirle tirria, buscó convencer a más dirigentes opositores de que en el buque del oficialismo había lugares disponibles para quienes quisieran cambiar de embarcación.
Pedro Dellarossa, a esa altura primero en la lista de legisladores de Juntos por el Cambio, decidió dejar pasar la oportunidad.
Cuatro días después de aquel llamado, el exintendente de Marcos Juárez, y el “amarillo” de mayor peso territorial de la provincia, asegura no estar arrepentido de no haber seguido el camino que adoptó el ex-PRO Javier Pretto.
“Tengo una muy buena relación con Martín Llaryora, pero mis convicciones no se negocian. Podemos trabajar juntos por el bien de los cordobeses, aunque cada uno desde su lugar. No soy un traidor”, comentó en las últimas horas quien hasta las 23 del sábado pasado iba a liderar la “sábana” de Juntos por el Cambio. Incluso hasta el lunes al mediodía consideró la posibilidad de encabezar la nómina, tras un impresentable toma y daca que dejó como saldo más enojados que conformes en la oposición.
Dellarossa vivió en carne propia lo que él denomina, sin grises, la “traición” de dirigentes de confianza. Recuerda, con aires de premonición, lo que le sucedió a su exsecretaria de Servicios Generales Verónica Crescente en los últimos comicios de Marcos Juárez. “En mi ciudad, a la gente no le gustó que Verónica se pasara al peronismo”, lanzó el exintendente, quien el año pasado celebró una amplia victoria en contra de lo que anunciaban todas las encuestas.
Pese al rechazo de figuras como Dellarossa, en el peronismo creen haber logrado un objetivo inicial: romper la inhibición de peronistas no auténticos dispuestos a dejar sus espacios naturales. Casi un homenaje al Plan Primer Paso ideado por José Manuel de la Sota.
Expectativa y realidad
Con lógica, los hacedores de la movida celebran lo conseguido, aunque en el plan inicial figuraban nombres de mayor volumen y cuantía. En cambio, hay otros sectores del peronismo, en especial de la Capital, que braman por lo bajo, enojados por cómo extrapartidarios que hasta hace unos días eran adversarios ahora ocupan lugares de privilegio, en desmedro de una militancia fiel de años. Todo muy predecible.
La pregunta, por ahora sin respuesta, es cuánto sumarán en votos al oficialismo estas incorporaciones. Por el momento, el balance es sólo cualitativo. Para lo cuantitativo, habrá que esperar a que se abran las urnas.
La movida, por lo pronto, funciona como combustible para el discurso aperturista y transversal que ensayan Llaryora en el plano provincial y Juan Schiaretti en el ámbito nacional. Ese discurso podría incubar el anhelo del partido único, un riesgo democrático al que ojalá los cordobeses eviten asomarse.
El candidato a gobernador dijo el lunes –en el acto que el peronismo organizó para intentar neutralizar la invasión de figuras nacionales que alimentaron el lanzamiento de Juez en el club Juniors– que lo hecho hasta aquí apenas es una primera fase de algo que, una vez ganada la elección, se extenderá a áreas de gobierno, para plasmar en la realidad la promesa del partido abierto que reitera Llaryora en los últimos días.
El juego nacional de Schiaretti, sin embargo, asoma mucho más empinado. El experimento transversal parece de compleja articulación antes de las Paso. El propio precandidato presidencial expresó la semana pasada que los acuerdos por venir deberían cerrarse antes de las Paso. La empresa parece casi imposible, por efecto del calendario que el propio Schiaretti diseñó: las listas nacionales se cierran un día antes que los comicios provinciales.
Horacio Rodríguez Larreta –sobre quien los schiarettistas posan la mirada como un posible socio en el futuro– fue tajante, al igual que Patricia Bullrich, sobre la “necesidad” de que en Córdoba se corte en este 2023 el largo ciclo de gobiernos del peronismo.
La presidenta del PRO en uso de licencia también criticó a los infieles de su partido que se pasaron al PJ. “Los que traicionan deben ser castigados por la democracia”, lanzó, con su estilo directo, en contra de Pretto, hasta el viernes pasado titular del partido en Córdoba.
Como el PJ celebra la pesca, en Juntos por el Cambio descorchan por el acompañamiento monolítico de las referencias nacionales, un hecho que es inédito, aunque, como pasa en el oficialismo con sus incorporaciones, de impredecible impacto en el resultado final.
