Desde hace dos décadas, las elecciones de medio término son la piedra en el zapato del peronismo cordobés. Las del 2025 no serán la excepción: el oficialismo provincial da por hecho que la lista legislativa que cuente con el aval del presidente Javier Milei ganará las elecciones en Córdoba. Pero el año que comienza contiene tantos desafíos para el gobierno de Martín Llaryora que las elecciones legislativas son uno más de esos frentes.
Al cabo de estos 12 meses que acaban de comenzar, quedará en claro si la oposición provincial continúa amalgamada tras la sociedad Luis Juez-Rodrigo de Loredo. Y también se sabrá si La Libertad Avanza confía en esa estructura a nivel provincial; si opta por un sector de esa alianza y produce un quiebre en lo que fue Juntos por el Cambio o si apuesta a una construcción propia. Esa decisión de Milei es la que determinará el resto de los movimientos que se avecinan en el tablero provincial.
En 2025 también se podrá constatar si el llaryorismo contiene a todos los sectores que hoy conforman el oficialismo provincial. Y además quedarán expuestas las dotes de administrador de Llaryora: el ajuste nacional –que promete profundizarse– somete a todas las provincias a una prueba cotidiana de sustentabilidad fiscal y financiera. Estos dos desafíos fueron sorteados con destreza en el primer año de gobierno llaryorista. El 2025 le exigirá mucho más.
El gobernador logró sostener en 2024 el relato del cordobesismo. A contramano del mandato libertario, y exagerando a menudo las diferencias, la Provincia mantuvo todos los programas que a lo largo de los años impulsaron José Manuel de la Sota y Juan Schiaretti. Planes de inserción laboral, boletos gratuitos o subsidiados, financiamiento productivo a través de Bancor y un nivel de inversión en obra pública que no desentonó con la media de la última década y que le permitió inaugurar dos autovías en un país de obras paralizadas.
Llaryora anexó su proyecto de descentralización de la Universidad Provincial hacia el interior provincial, y un trabajo fino con los municipios que tiene impacto en las gestiones y la política de cada localidad. Ambas políticas se sentirán en 2025, al igual que el refuerzo de señales hacia el campo.
La decepción del agro con Milei se siente en el interior y Llaryora lo sabe: potencia el reclamo histórico de eliminación de las retenciones, al tiempo que ofrece financiamiento y cede casi la totalidad de los impuestos provinciales que paga el agro a la realización de obras campo adentro. El peronismo cordobés perdió en el interior en 2023 y se dispone a recuperar ese terreno.
Claro que ese relato cordobesista requiere solvencia fiscal, y en el país de Milei no hay siquiera presupuesto nacional. Las provincias están sujetas a la discrecionalidad presidencial como nunca en las últimas décadas. La Corte Suprema de Justicia ignora desde hace un año los incumplimientos de la Nación con las cajas previsionales de las provincias, y las jubilaciones ya están entre los principales problemas de 13 gobernadores. Peores son los problemas de los jubilados.
El presupuesto provincial no deja lugar a dudas sobre las alternativas que el equipo de Llaryora analiza para el financiamiento del Estado presente, las futuras obras públicas y el agujero que deja el ajuste nacional: en 2025 habrá endeudamiento a gran escala, facilitado por el descenso del riesgo país que genera el ordenamiento de la macroeconomía. Llaryora respeta el manual de la gestión schiarettista, y para inaugurar obras en 2027 hay que conseguir financiamiento en 2025.
Políticos en ascuas
El peronismo construye su relato desde la gestión, tal como hace desde principios de siglo. La oposición articula sobre la base de la competencia entre Juez y De Loredo. Ambos dicen que serán candidatos a gobernador en 2027 y disputan en dos terrenos: quién hace las críticas más estruendosas contra el peronismo cordobés y quién logra acercarse más a Milei.
Juez lleva la delantera porque logró construir una relación personal con el Presidente. De Loredo se deshace en gestos –pese a los reiterados insultos de Milei al radicalismo– y en los últimos días del año logró encabezar una comitiva de legisladores que se sentaron a la mesa de Milei.
El objetivo de máxima de De Loredo es integrar la boleta de diputados que tenga el apoyo presidencial, pero todo indica que esa opción no convence a Juez ni a Mauricio Macri, quien hace cinco años era tan central en la política cordobesa como ahora lo es Milei. El Presidente no logra encaminar una construcción propia en Córdoba y el expresidente encuentra al PRO casi extinguido en la provincia. Juez y De Loredo orbitan hoy en torno de quien tiene el poder nacional, del mismo modo en que lo hicieron antes.
Lo que haga Milei es tan central para los opositores cordobeses como para el Gobierno provincial. Llaryora considera que sea cual fuere el escenario, es imprescindible que Juan Schiaretti encabece la boleta del cordobesismo. No es el único tema en el que el actual gobernador y su antecesor no logran ponerse de acuerdo.
Lo que resulte de ese intento de los opositores a Llaryora por lograr una sociedad con Milei no sólo definirá el 2025. Es muy probable que empiece a definir también el 2027.