Aunque no lo veamos, el precio de la nafta viene cayendo... Es que desde 2018 hasta hoy, su precio real (en el caso de la súper) bajó un 23%. Pero eso no fue lo más impactante: lo más fuerte ocurrió con los impuestos nacionales que se aplican al combustible, cuya carga, medida en términos reales, se derrumbó un 47%.
Este desplome no sólo tuvo efectos sobre el precio que paga el consumidor frente al suritdor, sino también sobre los ingresos fiscales de Nación y lo que llega a las provincias.
Así lo señala un informe del Instituto Argentino de Análisis Fiscal (Iaraf), que puso la lupa sobre la evolución del Impuesto a los Combustibles Líquidos (ICL) y del Impuesto al Dióxido de Carbono (IDC), ambos de monto fijo y regulados por la Ley 27.430.
Para el estudio, se analizó el costo en la Ciudad de Buenos Aires, aunque el ejemplo es válido para el resto de las provincias.
En la práctica, estos dos tributos se unifican a la hora de analizar su peso sobre el precio final de la nafta.
El documento parte de una base sencilla, y es que si se retrasa la actualización de un impuesto de monto fijo, su peso real se licúa con la inflación. Y eso, vaya novedad, fue exactamente lo que ocurrió en Argentina en los últimos tiempos.
El Iaraf muestra que entre marzo de 2018 y marzo de 2021, el valor real del tributo se mantuvo relativamente estable porque se ajustaba trimestralmente por inflación. Pero desde entonces, el Gobierno nacional (primero con Alberto Fernández y luego con Javier Milei) empezó a postergar esas actualizaciones.
El resultado fue una caída drástica, ya que en enero de 2024, el valor real del impuesto tocó un piso de $ 57 por litro (siempre a valores de mayo de 2025), un desplome del 88% respecto al inicio del período.
“La falta de ajuste provocó una significativa caída en el valor real del tributo”, detalla el informe.
Correcciones
A partir de febrero de 2024 comenzaron algunas correcciones, pero aún así en la actualidad el impuesto nacional a los combustibles se ubica en $ 248 por litro. Eso representa, ajustado por inflación, un 47% menos que lo que valía en marzo de 2018.
Lo llamativo es que el impuesto, según la norma, debería actualizarse cada tres meses según la variación del Índice de Precios al Consumidor (la inflación). Pero en los hechos, incluso con Milei en el poder, esto no ocurrió de manera sistemática.
Es más, en algunos casos, como este último mes, la actualización fue la mitad de lo que hubiera correspondido. Una perilla que el Gobierno puede mover para manejar el impacto en la inflación.
Claro que este retraso no es inocuo ya que, como los impuestos están pensados para tener una función recaudatoria, su licuación impacta directamente en los ingresos del Estado nacional y, como se dijo, de las provincias.
Para tener una idea de la magnitud de lo que significa: en mayo pasado, la Nación transfirió a Córdoba $ 6.328 millones, un monto similar ($ 5.000 millones) al que el gobernador Martín Llaryora acordó mensualmente por la Caja de Jubilaciones.
“Cabe destacar que se trata de tributos coparticipables”, subraya el documento, lo que implica que una parte del dinero se transfiere automáticamente a los distritos.
Pero no sólo se afectó la recaudación, sino que también bajó el precio final del combustible en la medida en que la carga impositiva perdió peso. Según el Iaraf, si el impuesto se hubiera mantenido constante en su valor real inicial ($ 470 por litro), el precio actual de la nafta sería un 19% más caro.
Hoy, en cambio, el litro cuesta $ 1.166 en Caba, de los cuales $ 248 son impuestos y $ 918 es el precio neto.
Hace apenas seis meses, ese valor neto real era de $ 1.370. La caída en ese período fue del 33%.

El informe también analiza cómo afectó esto al poder adquisitivo de los trabajadores formales. Aunque el salario promedio puede comprar hoy más litros que en los momentos de mayor presión tributaria, la recuperación del impuesto iniciada en 2024 vuelve a presionar sobre ese margen.
“Los cambios en el valor real del tributo afectan de manera directa a los cambios en el valor real del combustible”, explica el informe. En otras palabras, si suben los impuestos, sube el precio de la nafta.
Un dato interesante es cómo el tipo de cambio también alteró la dinámica. En octubre de 2023, el precio real del litro estaba en $ 866 (siempre en valores constantes), pero luego subió rápido hasta alcanzar $ 1.400 por efecto del salto cambiario decidido por el gobierno libertario.
Sin embargo, desde entonces volvió a bajar, y se combinó con la recuperación paulatina del impuesto.
El mensaje del informe apunta a que el precio de la nafta no se explica sólo por los costos internacionales o el tipo de cambio, sino también, y eso es clave, por el valor de los impuestos que se aplican.
Porque cuando esos impuestos se atrasan o se “licúan”, se paga menos por la nafta pero... el Estado también recauda menos.
Recuperación
La historia reciente muestra que la recuperación ya empezó a pasar. Con la vuelta parcial a las actualizaciones, se recuperó parte de lo perdido.
Y si volviera al valor real de marzo de 2018, la nafta hoy saldría $ 1.385, es decir un 19% más que lo que hoy vale, según estima el Iaraf.
En definitiva, y aunque sea difícil de creer, el precio de la nafta no baja porque los costos hayan mejorado ni porque se haya abaratado la producción, ni por la incertidumbre a nivel mundial; baja porque el impuesto perdió fuerza.
Una señal más de cómo la inflación puede desordenar todo, incluso el precio que pagamos al cargar combustible.
El análisis del Iaraf se basa en datos del Indec, de ARCA (Administración Federal de Ingresos Públicos) y del portal Surtidores.com.ar.