Martín Llaryora nunca había estado más cerca del Gobierno de Javier Milei en términos de gestión y además mantiene el apoyo a la Nación en casi todos los temas relevantes que afronta el presidente libertario. Pero en los 15 meses que llevan de forzosa convivencia en el poder, el peronismo de Córdoba tampoco se había esforzado nunca tanto como ahora por marcar diferencias políticas con la Nación.
No hay misterio en este comportamiento. El liderazgo de Milei sufrió un desgaste que también se siente en Córdoba, por los sucesivos escándalos protagonizados por el propio Presidente y las dos personas más cercanas a él –la Justicia argentina y la estadounidense investigan si además de disparates fueron delitos– y hace ya varios meses que desde el Panal señalan que el violento ejército digital de los libertarios perdió poder de cancelación.
Entienden que finalmente está llegando el momento para la discusión que hasta ahora Milei eludió de modo sistemático: la conversación gira en torno de reclamos provinciales que superan los 700 mil millones de pesos. Fue el propio ministro Luis Caputo quien anunció el viernes que el acuerdo de compensación de deudas está muy cerca, lo que sorprendió en primer lugar a quienes habían participado de la reunión, Llaryora y el ministro Guillermo Acosta.
Esa conversación apenas está comenzando y el Panal considera que llevará mucho tiempo. Por eso, el objetivo prioritario de la Provincia es que se restituyan los envíos de la Anses a la Caja de Jubilaciones, porque el frente previsional puede volverse inmanejable. Pero la foto que muestra exultantes a Caputo y a Llaryora describe un cambio notorio: la administración Milei comenzó a prestar más atención a las provincias que hasta ahora desfinanció por todas las vías a su alcance, ignoró en términos de gestión y despreció en términos políticos.
Cambio de clima
El 1 de marzo Milei la emprendió contra el diputado Facundo Manes, pero ya no hubo palos para los gobernadores que hasta ahora eran “degenerados fiscales” y “gastadores seriales”. Lo cierto es que fueron muy pocos los mandatarios provinciales que estuvieron para escucharlo: apenas seis. Llaryora fue el primero en llegar, como también el primero en apoyar la discusión de una reforma impositiva integral que planteó el Presidente.
El gobernador considera que Córdoba sería beneficiada en un eventual replanteo tributario que otorgue más autonomía a las provincias. Además, la iniciativa va en consonancia con lo que Juan Schiaretti planteó como candidato presidencial.
También sostiene que es imperioso el acuerdo con el FMI, no sólo para que no haya un naufragio total de la economía nacional, sino para que se normalicen las condiciones de financiamiento para las provincias. En especial para las que –como Córdoba– operan en el mercado internacional.
El intendente de Córdoba, Daniel Passerini, que es más crítico que Llaryora de las políticas y los valores libertarios, también espera el pronto acuerdo con el FMI. Hasta que eso ocurra, la ciudad no podrá reestructurar la deuda externa que en 2016 contrajo Ramón Mestre, que en 2020 refinanció Llaryora y que ahora es la pesadilla de la actual administración. En el transcurso de marzo, el municipio debe pagar más de 60 mil millones de pesos: una nueva cuota de 25 millones de dólares y el rescate de las emisiones que hace un año realizó para pagar la primera cuota de ese crédito. El presente financiero del Palacio 6 de Julio es complicado.
Tanto las emisiones de deuda que planea Passerini como las que tiene en carpeta Llaryora requieren de autorizaciones y avales de la Nación. Por momentos, la cúpula del peronismo cordobés se ilusiona con arribar finalmente a una relación política con la Nación similar a la que Schiaretti tuvo con Macri: le facilitó financiamiento a la Provincia para obras y recursos para la Caja de Jubilaciones. Antes como ahora, Caputo tenía la lapicera.
Dualidad cordobesista
Pero el presidente es Milei. La dualidad del peronismo cordobés ante el libertario quedó expuesta como nunca en estos días convulsionados: el voto de la senadora Alejandra Vigo fue vital para que el Presidente no termine sometido a comisión investigadora por la criptoestafa que lo involucra, pero en simultáneo el Panal salió a maximizar diferencias con la concepción libertaria de la Casa Rosada. Un ejemplo del día: Llaryora cruzó con un largo mensaje de defensa de las políticas de equidad el discurso negacionista de las diferencias de género y de la violencia machista con el que la Nación conmemoró el Día de la Mujer.
De las muchas diferencias que el peronismo cordobés tiene con Milei, la más irreconciliable es la concepción de la obra pública: para Milei, se trata de un invento diabólico, impulsado por el afán de los retornos y por la compulsión a gastar recursos públicos y cobrar más impuestos. Para Llaryora –en esto, la coincidencia con Schiaretti es plena– se trata de la más virtuosa acción del Estado, del motor del desarrollo territorial y de un impulso para la generación de empleo.
La identidad de Hacemos por Córdoba descansa sobre cemento. La estrategia política del oficialismo hace más de 20 años que sincroniza el ritmo de las obras con las necesidades electorales. Un verdadero contrato entre el peronismo en el poder y los cordobeses, que Llaryora sale a rescatar: la autopista a San Francisco, abandonada a su tiempo por Mauricio Macri, por Alberto Fernández y por Milei, es el símbolo de esa apuesta.
Los baches y los accidentes mortales sobre las rutas nacionales muestran el dramático límite del discurso libertario. No hay que leer a la Escuela Austríaca para entender que lo que hizo la Nación fue abandonar sus responsabilidades: no hay ninguna obra pública realizada por la iniciativa privada que defiende Milei, los apagones en el Amba fueron masivos y prolongados, la privatización de rutas anunciada no avanzó y la de la hidrovía terminó en escándalo. No es Llaryora el único gobernador en señalar esta evidencia: el santafesino Maximiliano Pullaro lanzó un plan de obras de U$S 1.500 millones. La coordinación es notoria y el discurso es casi idéntico.