“Se viene un tiempo nuevo. El partido cordobés es la posibilidad del diálogo y de consensos para beneficiar a la gente, no para ganar una elección”, repite Martín Llaryora hasta el cansancio. El mensaje se profundizó luego de que quedara consagrado como gobernador electo.
Con los dirigentes radicales, del PRO, vecinalistas y cooperativas con los que dialogó –y en algunos casos acordó– antes de las elecciones provinciales, Llaryora habló de un “gobierno de coalición”. Un claro intento discursivo de romper los límites del peronismo.
Desde la misma madrugada del 25 de junio, cargada de incertidumbre por el escrutinio demorado y de bronca por el festejo oficialista postergado, el futuro gobernador dejó otras definiciones que generaron inquietud en no pocos peronistas con muchos años al calor del poder.
“Esta es una nueva generación, que arranca de cero. Los opositores ya no nos podrán decir que pertenecemos a 24 años de gestiones peronistas”, manifestó Llaryora, lo que causó sorpresa a propios y extraños.
Quien lo dijo fue el ministro de Industria de José Manuel de la Sota y vicegobernador de Juan Schiaretti, antes de llegar a la intendencia de Córdoba.
Ante la repregunta en el programa Voz y voto, el gobernador electo se corrigió, levemente. “Bueno, si quieren cuenten desde que fui vicegobernador. Con De la Sota tuvimos idas y vueltas. Lo de nueva generación es por una cuestión de edad”, aclaró, sin ocultar diferencias con otras gestiones peronistas.
Está claro que el objetivo de Llaryora es llevar a su venidero gobierno la apertura que ensayó en el armado de las listas para las elecciones provinciales y de la Capital.
El partido cordobés es un modo de eclipsar al PJ. El oficialismo ya se aseguró 28 años en el poder en la provincia. Aunque no lo dice, en su intimidad Llaryora piensa en el futuro. Hará todo lo posible para correr del debate político las casi tres décadas de gobiernos con marcas distintas, pero con el PJ como columna vertebral.
Llaryora busca sacarse el peso del tiempo a la hora de comenzar a liderar un espacio que lleva la carga de tantos años gobernando. Por eso habla de “algo nuevo”. Aunque también tira señales hacia la interna del peronismo.
“Acá no se tirará a nadie por la ventana. Fue una elección difícil, en la cual todos fueron contra nosotros”, trató de morigerar su mensaje, mirando a la “vieja guardia”, en especial a quienes perdieron en sus territorios.
Como para validar la afirmación, más allá de los dichos y las especulaciones por ahora lo concreto es que el único ministro confirmado para la próxima gestión es un histórico de la vieja generación: el ministro de Agricultura, Sergio Busso.
No obstante, muchos peronistas que no fueron ratificados en las urnas y que llevan décadas en el poder no recibirán buenas noticias en el futuro cercano.
Habrá una ola de renovación. Y hay muchos llaryoristas ansiosos que apuran definiciones, las que no serán inmediatas.
Las elecciones provinciales están frescas, con resultados territoriales aún bajo análisis. Además, se viene otro examen en las urnas que será clave para el nuevo gobernador a la hora de armar su futuro equipo: los comicios municipales en la Capital, el nuevo territorio político de Llaryora.
El resultado de la elección del 23 de julio influirá en el esquema de poder del oficialismo que viene. No será lo mismo para el nuevo gobernador armar un gabinete con la certeza que su viceintendente Daniel Passerini lo sucederá en el palacio 6 de Julio, que si el vencedor es el radical Rodrigo de Loredo. Son dos escenarios muy distintos.
Cerca del peronismo crítico
De todas maneras, Llaryora ya comenzó a moverse como un gobernador que debe construir poder después de ganar de manera ajustada.
No es una realidad desconocida para él. Lo hizo en su primera gestión como intendente de San Francisco. Cuatro años atrás, asumió como intendente de Córdoba, a la sombra del gobernador Juan Schiaretti.
Desde la gestión, debió muscular su propia estructura.
En este sentido, Llaryora comenzó a trabajar en silencio para cerrar heridas en el PJ antes de darle cuerpo a su pregonado partido cordobés.
Ahora se sabe, con el resultado confirmado: antes de las elecciones del 25 de junio, Llaryora tejió un acuerdo con Carlos Caserio en el departamento Punilla. El exsenador tiene una relación sin retorno con Schiaretti y la esposa de este, la senadora nacional Alejandra Vigo.
En el escrutinio definitivo están las marcas del acuerdo. El oficialismo perdió en el departamento Punilla, pero Llaryora como candidato a gobernador sacó siete mil votos más que el candidato a legislador oficialista impuesto por el intendente de Villa Carlos Paz, Esteban Avilés.
Este acercamiento con Caserio le puede permitir a Llaryora contar con un voto más en la Legislatura: el de Federico Alesandri, legislador electo por Creo en Córdoba.
Este eventual acuerdo depende, no obstante, del resultado de las elecciones en Embalse, el próximo 23 de julio. Allí, el legislador Carlos Alesandri, padre de Federico, enfrenta una dura pulseada con Mario Rivarola, exalfil suyo ahora apoyado por el gobernador Schiaretti.
Si los Alesandri retienen el poder en Embalse, crecen las chances de Llaryora de tener una banca más en la Legislatura, en un escenario de marcado equilibrio con Juntos por el Cambio. Por eso será poco probable verlo al gobernador electo haciendo campaña en esa ciudad del departamento Calamuchita.
Llaryora habla del partido cordobés, pero sin descuidar al peronismo, el espacio propio que lo llevó hasta el Panal.
