Martín Llaryora consiguió su objetivo en la visita al Vaticano: tener un breve diálogo con el papa Francisco.
Algunos de sus colaboradores más cercanos que se quedaron en Córdoba bromearon sobre esta situación, por una cuestión política. Se preguntaron si, en su estadía en la Santa Sede, el gobernador electo no prendió velas para que se cumpliera su pronóstico: que el libertario Javier Milei gane en primera vuelta.
Más allá de la ironía de algunos llaryoristas, el futuro gobernador quiere evitar la encrucijada política que se le planteará si hay balotaje.
En ese eventual escenario, recibirá presiones para que siente postura por alguno de los dos candidatos que lleguen a esa definición por el poder nacional.
Llaryora regresará el lunes a Córdoba y reiniciará la campaña en respaldo a la candidatura presidencial del gobernador Juan Schiaretti.
Hasta octubre, el mandatario electo tiene el escudo protector de la postulación de Schiaretti para cubrirse de las presiones que intentan que juegue por alguno de los candidatos presidenciales del “puerto”, utilizando la nueva terminología llaryorista.
Sin embargo, la aspiración presidencial de Schiaretti tiene fecha de vencimiento: el 22 de octubre.
El cuarto domingo del mes próximo se conocerá si hay un nuevo presidente o si quedan nominados los dos mejor posicionados, que pasarían al eventual balotaje del 19 de noviembre.
En privado, Llaryora se muestra convencido de que Milei ganará en primera vuelta. No está claro si es una expresión de deseos o si tiene datos concretos de encuestas, que han demostrado ser muy falibles.
Ya sin Schiaretti en carrera, Llaryora tendrá la presión de quienes vayan a la segunda vuelta, en caso de no haber definición en octubre.
De no ganar en primera vuelta, Milei tendría asegurado un lugar en la pulseada mano a mano del 19 de noviembre.
Esto no lo ponen en duda ni los otros dos principales candidatos, Sergio Massa y Patricia Bullrich.
El primer debate presidencial de este domingo, en Santiago del Estero, desnudará la estrategia del candidato oficialista y de la postulante de Juntos por el Cambio.
Saben que tienen una pulseada personal para ver cuál de los dos clasifica para la definición con el candidato de La Libertad Avanza.
¿Prescindencia imperfecta?
En un eventual escenario de balotaje, para Llaryora no sería inocuo quién enfrente a Milei.
Si es la opositora Bullrich, el próximo gobernador tendrá más margen político para ser prescindente y dar libertad de elección a dirigentes y militantes del PJ provincial.
No hay chances de que Llaryora haga campaña por Bullrich, la dirigente nacional que más respaldó al opositor Luis Juez en la campaña provincial.
Además, Llaryora mira más allá de esta elección presidencial. Cree que, si Bullrich no es presidenta, estallará Juntos por el Cambio. Esto sería un beneficio directo para su pregonado “partido cordobés”.
En cambio, si es el peronista Massa quien va a la segunda vuelta, Llaryora tendrá más presiones para sentar postura.
Massa es el candidato oficialista. Detrás de él está Cristina Kirchner, pero también todo el PJ nacional, en el cual Llaryora aspira a tener protagonismo en el horizonte cercano.
Si bien no lo admitirá, dirigentes peronistas y operadores massistas ya le hicieron llegar a Llaryora un mensaje, que parece una advertencia: “‘El Gallego’ (José Manuel de la Sota) y ‘el Gringo’ (Schiaretti) pagaron caro haberse alejado del PJ nacional. Si querés tener protagonismo en la renovación del partido, no podés desentenderte de esta pulseada por el poder”. Palabras más, palabras menos, eso escuchó Llaryora de peronistas cordobeses y de dirigentes nacionales, con los cuales habla más de lo que trasciende.
Quienes lo conocen bien aseguran que casi no hay chances de que Llaryora haga campaña por Massa, cuando Cristina Kirchner está hasta en su sombra.
Es probable que Llaryora escuche un consejo de Schiaretti. Dicen que el gobernador tiene una postura clara: el PJ cordobés no puede apoyar a Massa, el candidato bendecido por el kirchnerismo.
Sin el encumbramiento que tiene ahora, Llaryora fue testigo de la prescindencia de Schiaretti en el balotaje de 2015, cuando se enfrentaron Mauricio Macri y el oficialista Daniel Scioli.
También, en la estrategia de boleta corta (candidatos a diputados nacionales, sin fórmula presidencial) que Schiaretti aplicó en 2019.
Pero Llaryora sabe que aquellas dos prescindencias fueron imperfectas. Por abajo, Schiaretti jugó en contra del kirchnerismo.
En definitiva, la prescindencia es el camino más probable para Llaryora ante un eventual escenario de balotaje.
Los protagonistas de una segunda vuelta marcarán también si esa abstención será total o “imperfecta”. Es una de las definiciones que Llaryora deberá tomar, pensando más en su futuro político que en quién será el próximo presidente o presidenta.
