“Hola, Federico, ¿cómo estás? ¿Tenés cinco minutos? Cristina quiere hablar con vos…”. Federico Alesandri atendió –sorprendido– a Mariano Cabral, el silencioso y todoterreno secretario de Cristina Fernández de Kirchner.
La comunicación no es reciente. Se produjo al mediodía del 21 de diciembre pasado, pocas horas después de que la oposición provincial, con el apoyo de Alesandri, frenó el proyecto del gobernador Martín Llaryora para subir un 4% los aportes personales de los empleados públicos provinciales.
No obstante, el mandatario provincial logró su objetivo una semana después, en la última sesión de la Legislatura. Así prendió la licuadora para los salarios estatales cordobeses.
En aquellos días de fines del año pasado, parecía que la expresidenta estaba alejada de los vaivenes de la política. Pero no. Estaba al tanto hasta de la aprobación de una ley en Córdoba.
En síntesis, Cristina Kirchner felicitó a Alesandri por su postura en el Parlamento cordobés. “Los trabajadores no deben pagar el ajuste”, le habría dicho al legislador peronista, crítico del oficialismo provincial.
No hubo más que una breve charla y un compromiso de dialogar “en algún momento”. Ese momento fue el lunes pasado, por la tarde, en el Instituto Patria, en el corazón del centro porteño, aunque Alesandri hizo público el encuentro en las redes sociales dos días después.
El legislador cordobés se había reunido la semana anterior con Sergio Massa en la fundación Encuentro, del referente del Frente Renovador. El excandidato presidencial busca levantar su perfil y abrirá una sede en Córdoba.
Por estas horas, muchos peronistas le preguntan al exintendente de Embalse ¿estás con Massa o con Cristina? Su respuesta no brinda certeza política: “Estoy con quienes quieran devolver al peronismo a sus fuentes”.
Tal vez la única certidumbre es que, al menos por ahora, Alesandri se mantendrá distante del oficialismo en la Legislatura de Córdoba.
Las fotos de Alesandri, primero con Massa y luego con Cristina Kirchner, pueden ser una anécdota, pero no lo son. Marcan cierta desorientación política que envuelve al PJ. También, a los sectores que integraron la fracturada alianza Juntos por el Cambio.
Esa confusión tiene nombre y apellido: Javier Milei, el outsider de la política que llegó al poder impulsado por la bronca de gran parte de la sociedad contra la política tradicional.
En este contexto, es muy difícil descifrar cómo se reconfigurará el escenario político opositor y, en él, el peronismo.
A nivel nacional, Cristina Kirchner y Massa aparecen como los dos polos de un esquema que viene de perder las elecciones presidenciales.
Este dato de la realidad alienta a Llaryora, quien intenta mostrarse como la renovación en el peronismo nacional.
De todos modos, el gobernador cordobés está hoy más preocupado por su gestión, en un contexto de crisis económica que parece que aún no tocó fondo.
Pero, político al fin, Llaryora no deja de pensar en la interna peronista. Y en especial su entorno, que se entusiasma más con mirar el escenario político nacional que la desafiante realidad de la gestión provincial.
El gobernador dio algunos indicios. Recibió al intendente de Esteban Echeverría, Fernando Gray, un opositor acérrimo al kirchnerismo. Puede ser el primer pie del cordobés en la inabarcable provincia de Buenos Aires.
Gray se reunió después con el albertista Juan Zabaleta y con el gremialista Facundo Moyano, mostrando un incipiente armado por fuera de la estructura del gobernador Axel Kicillof, que es la plataforma electoral de Cristina Kirchner.
Fiel a su estilo de construcción de poder, y a diferencia de su antecesor, Juan Schiaretti, Llaryora habla con todos, de gestión y de política.
Hablando de Schiaretti, algunos de sus dirigentes más cercanos anuncian cada semana que reaparecerá en el convulsionado escenario político nacional. Alguien que suele difundir fielmente el pensamiento del exgobernador aseguró que eso no ocurrirá, al menos en lo inmediato.
Volviendo a Llaryora, si bien no lo admite, un mes atrás habló por teléfono con Kicillof y con Máximo Kirchner, cuando el gobernador fogoneaba en el Congreso un proyecto para coparticipar el impuesto Pais.
Cuando la movida llegó a oídos de Milei, el Presidente sacó a relucir su fusil verborrágico, apuntando a Córdoba.
Llaryora modificó su estrategia a partir del anuncio del Presidente de la convocatoria al “pacto de mayo”, en Córdoba.
En los últimos días, el gobernador se mostró más dialoguista con la Casa Rosada. Eso quedó reflejado esta semana en el Congreso. Los legisladores peronistas cordobeses enviaron guiños al oficialismo en el tratamiento del proyecto de movilidad jubilatoria y en el DNU.
A la expectativa
A decir verdad, Llaryora, Cristina y Massa se mantendrán expectantes sobre el rumbo de la gestión libertaria.
Es momento para priorizar la gestión. Llaryora tiene esa responsabilidad. La expresidenta y el exministro de Economía se mueven sin esa mochila, pero cargan con el peso de un fuerte traspié electoral reciente.
Hacia dónde va el PJ, es una gran incógnita. La misma pregunta cabe para lo que fue Juntos por el Cambio.
La diferencia central es que el peronismo gobernó 28 de los 40 años de esta etapa democrática. Es un partido de poder, que se siente incómodo en el llano.
En ese sentido, Llaryora también tiene una diferencia con los dos referentes nacionales peronistas: es oficialismo en el segundo distrito electoral del país.
Habrá más fotos en la interna peronista, aunque las definiciones llegarán recién el año que viene, para las elecciones legislativas nacionales.
Si Llaryora dijo que “mayo queda lejos” –en relación con el “pacto de mayo” propuesto por Milei–, para las urnas de 2025 parece que faltara un siglo.
