El jueves pasado, ante los empresarios de la Bolsa de Comercio de Córdoba, Juan Schiaretti no ocultó su entusiasmo con la futura administración nacional de Javier Milei.
Martín Llaryora y Daniel Passerini, herederos del poder del peronismo cordobés, no estuvieron en ese evento ni parecen compenetrados con ese entusiasmo. Más bien, observan que la única certeza que brinda Milei es que habrá un fuerte ajuste, que pondrá a prueba la solidez de las cuentas cordobesas y también la solvencia de las nuevas gestiones para pilotear la crisis.
El jueves, Schiaretti celebró que el futuro presidente postule “el equilibrio fiscal como piedra basal” y el hecho de que “piensa parar la fantochada del juicio a la Corte”. Festejó que funcionarios cordobeses vayan al gabinete nacional; apoyó a Milei en la necesidad de discutir privatizaciones de empresas públicas deficitarias; le prometió ayuda legislativa, y hasta colaboró en el objetivo de edulcorar la decisión del libertario de paralizar la obra pública: repitió que el gobierno de Alberto Fernández y Cristina Kirchner ya paró todas sus obras en Córdoba.
Usó durísimos términos contra el kirchnerismo y cada vez que pudo criticó también a Mauricio Macri.
Schiaretti quiere dejar en claro que su respaldo a Milei no tiene nada que ver con los antiguos acuerdos que tuvo con el expresidente: apoyar al libertario es su decisión, y hasta reiteró que se trata de un “apoyo sin exigencias”, para marcar distancia con los obvios condicionamientos que procura Macri.
En el mismo lugar que Juez
El desconcierto en el peronismo cordobés es mayúsculo. Entre los militantes, ya lo era cuando Schiaretti hacía campaña en contra de Sergio Massa, y creció con el decidido respaldo que ahora ofrece a Milei.
También prima la sorpresa: ante el libertario, casi no hay diferencias entre Schiaretti y el senador Luis Juez.
Menos preocupados que los militantes por los complicados alineamientos ideológicos de Milei, entre los actuales y futuros funcionarios peronistas se imponen tres explicaciones a ese posicionamiento de Schiaretti.
El primero es el voto de los cordobeses: tres de cada cuatro eligieron a Milei, y respaldar esa elección es casi un mandato para un cordobesismo que aprendió hace rato a no contradecir a los votantes.
El segundo motivo que casi todos sospechan es estratégico: lo que apoya el schiarettismo es que alguien haga el ajuste que el peronismo nacional nunca querrá hacer. Esa tesis apuesta a que rápidamente Schiaretti saldrá a intentar reconstruir el peronismo nacional para suceder a Milei. La historia argentina prueba que no hay nada mejor que un ajuste para potenciar las posibilidades de la oposición.
El tercer motivo es operativo. Es tal la vulnerabilidad legislativa de La Libertad Avanza y tan marcada la carencia de cuadros técnicos, que colaborar puede ser una vía de resolución de los principales problemas que tiene Córdoba.
La designación de Osvaldo Giordano en la Anses y de Franco Mogetta en Transporte; la alta probabilidad de que la Secretaría de Obras Públicas termine en manos del actual titular de Epec, Luis Giovine, y que también el Ente de Obras Hídricas pase a manos de un cordobés desde el 10 de diciembre potencia esa tesis: son todas reparticiones que pueden resolver problemas clave de Córdoba.
A la espera de soluciones
En ese objetivo, Llaryora y Passerini coinciden plenamente con Schiaretti. Consideran que la presencia de Giordano en la Anses es vital para que en el corto plazo se actualicen los envíos a las cajas no transferidas, los que están congelados desde 2020.
Hoy llegan apenas dos de cada 10 pesos que debería mandar la Nación: un agujero de más de cinco mil millones de pesos al mes, que cubre la Provincia.
Ese bache crece hasta superar los 11 mil millones de pesos mensuales cuando se suman los recursos que dejaron de llegar por la reducción de impuestos coparticipables practicada por Massa durante la campaña.
“Sólo con ese rojo, más la caída de ingresos propios y la paritaria que firmaron con los estatales provinciales nos dejan en déficit al inicio de la gestión”, dicen en el equipo de Llaryora, quien toma como un designio los inicios de gestión problemáticos. Fue traumático el inicio de la gestión municipal en San Francisco, y en Córdoba el debut también estuvo atravesado por conflictos y carencias.
Ahora la preocupación es extrema, porque en el Panal no habrá ninguna posibilidad de culpar a la administración anterior. El schiarettismo sigue diciendo que Córdoba es Disney y el llaryorismo ve números en rojo y prepara un ajuste.
El jueves Schiaretti abrió el paraguas: dijo que quedan recursos para los vencimientos de deuda de 2024 y una reserva de casi 500 millones de dólares, pero advirtió que Llaryora deberá usar esos recursos para enfrentar lo que viene: ajuste, crisis social, inflación y recesión.
Schiaretti también intentó quitar dramatismo al peso de la deuda en dólares de la Provincia, mientras Llaryora acelera los preparativos para una reestructuración que –con suerte y cumpliendo siempre con los pagos– podría quedar camuflada en medio del vértigo que se espera en la economía nacional.
El futuro gobernador entiende que no hay posibilidad alguna de enfrentar los vencimientos de 2025, del mismo modo en que Passerini advierte que el municipio no puede pagar su deuda externa de 150 millones de dolares.
La diferencia es que Passerini puede culpar a Ramón Mestre, pero Llaryora no puede señalar a Schiaretti.
Están en estudio dos opciones, que terminarán de definirse cuando haya alguna claridad sobre el rumbo de la economía nacional: una nueva reprogramación de vencimientos o la emisión de nueva deuda para rescatar esos bonos que Schiaretti emitió para hacer las obras que sostuvieron al peronismo en el poder.
Llaryora y Passerini consumirán la última semana previa a las asunciones terminando de definir gabinetes diagramados ya varias veces, con los mismos nombres que van y vienen de un cargo a otro, porque tras el triunfo de Milei se resolvió un achique del 25 por ciento en la cantidad de funcionarios. Los organigramas siguen en movimiento, pero los nombres son los mismos.
Lo que más cambia en Córdoba es la oposición. Está cada vez más fragmentada: el radicalismo se dividió en la Unicameral, el PRO atraviesa una crisis que parece terminal y cada parte pesa más que el todo, mientras las fugas ya cambiaron el resultado de las urnas. Hacemos Unidos por Córdoba tenía un empate con Juntos por el Cambio y ahora ya tiene su mayoría legislativa.
Si la capacidad de convencimiento del peronismo es ilimitada, la falta de conducción de la oposición siempre le facilita las cosas.
