“Hay que entender el momento. Fue un desahogo. Martín la pasó mal por el papelón de la Junta Electoral en el escrutinio de las elecciones provinciales. Más allá de los matices personales, lo importante es que estamos unidos para que ‘el Gringo’ tenga un gran resultado en las Paso en Córdoba”. Así justificó un schiarettista puro el protagonismo nacional que alcanzó Martín Llaryora en los últimos días, haciéndole sombra a Juan Schiaretti, embarcado en su precandidatura presidencial.
Lo de “matices personales” tiene que ver con el inesperado alto perfil que alcanzó Llaryora con su definición de “pituquitos de Recoleta” para referirse a los dirigentes nacionales de Juntos por el Cambio que el domingo pasado llegaron a Córdoba, convencidos de que el radical Rodrigo de Loredo derrotaría al peronista Daniel Passerini, el candidato impulsado por el gobernador electo.
Llaryora no acordó con Schiaretti su fuerte discurso, que repercutió en el escenario nacional. El gobernador electo vio las imágenes por televisión cuando De Loredo salió a admitir la derrota, flanqueado por Horacio Rodríguez Larreta y Patricia Bullrich.
Con algunos de sus íntimos, Llaryora garabateó parte de su discurso, con el objetivo de apuntarles a algunos opositores porteños.
El calificativo de “pituquitos de Recoleta” tuvo nombres y apellidos, aunque no los brindó en su encendido mensaje: Rodríguez Larreta y Mauricio Macri.
Llaryora sufrió más de la cuenta su ajustado triunfo a nivel provincial. Está convencido de que el jefe de Gobierno porteño fue el principal financista de la campaña de su rival Luis Juez, que quedó a sólo 64 mil votos de acabar con su sueño, amasado desde San Francisco, de llegar al sillón principal del Centro Cívico.
Además, cree que el fuerte –e inesperado– respaldo de Macri a Juez tuvo influencia para la buena cosecha de votos de Juntos por el Cambio en el interior. Llaryora tenía atragantado el festejo provincial. Y también a algunos dirigentes porteños. “Y soltó la bestia”, como describen sus allegados.
Algunos schiarettistas dejaron trascender que el fuerte discurso de Llaryora sorprendió al propio gobernador. Esperaba el respaldo a su aspiración presidencial de quien lo sucederá, pero no que lo eclipsara ante la militancia, y sobre todo, ante los canales nacionales que cubrieron el festejo capitalino, el domingo último.
Un supuesto malestar del precandidato presidencial fue alimentado el miércoles pasado, cuando en un contacto con los periodistas, luego de una recorrida por la Capital, se vio cuando Schiaretti le tocaba el brazo a Llaryora en momentos en que su sucesor se volvió a mostrar verborrágico hablando sobre el centralismo en la distribución de los subsidios nacionales.
Esa imagen de video, con una sonrisa forzada de Schiaretti, fue reproducida por todos los noticieros locales.
¿Hay algún roce por esta situación entre Llaryora y Schiaretti? Consultadas distintas fuentes del oficialismo, la respuesta fue un no contundente.
Tal vez la supuesta molestia de Schiaretti fue difundida por algunos dirigentes y funcionarios peronistas que ven un futuro político sombrío con Llaryora en el poder.
Como está dicho, los estilos personales juegan en la política. Schiaretti viene diciendo lo mismo que Llaryora desde hace tres años. Pero su sucesor se convirtió en protagonista en el escenario nacional, en meme y en trending topic o tendencia en Twitter, todo con 12 minutos de discurso, con una frase que ya está en los manuales de la política: “Pituquitos de Recoleta”.
Objetivo personal
Llaryora respalda con fuerza a Schiaretti en su aspiración presidencial, pero también piensa en su futuro político.
El gobernador electo fijó como su nuevo objetivo electoral que Schiaretti sea el precandidato presidencial más votado en las Paso en Córdoba. De algún modo, le apunta a Juntos por el Cambio.
Llaryora derrotó a la principal alianza opositora en los comicios provinciales, y con su candidato Passerini, en la Capital. Un triunfo de Schiaretti en las primarias presidenciales sería un empujón para el “partido cordobés” que el próximo gobernador ya puso en la cancha.
“Martín tiene un agradecimiento personal con ‘el Gringo’, pero también piensa en su futuro político. Su rival sigue siendo Juntos por el Cambio, si esa fuerza se mantiene unida. El partido cordobés apunta a dividir a la alianza opositora. Ganarle en las primarias sería otro paso adelante”, describió un legislador electo que conoce de cerca la relación entre el gobernador y su sucesor.
En este sentido, hay que seguir con atención las negociaciones que operadores llaryoristas ya entablaron con legisladores electos en representación de distintas fuerzas opositoras.
Es probable que cuando los legisladores asuman el 10 de diciembre, la conformación equilibrada de la Legislatura ya no sea la misma que surgió de las urnas el 25 de junio pasado.
Otra de las metas políticas no explicitadas por el próximo gobernador es que el partido cordobés tenga mayoría en el parlamento cordobés.