La estrategia política no sorprende. Tampoco garantiza buenos resultados. Esta semana, Martín Llaryora y su antecesor, Juan Schiaretti, pusieron en marcha un plan que apunta al futuro: el gobernador se concentra en la gestión provincial, mientras el exmandatario comenzó a caminar el escenario nacional.
Los dos referentes peronistas cordobeses insistirán en volver a transitar la avenida del medio, entre los dos extremos que hoy representan Javier Milei y Cristina Fernández.
“Vamos por un armado de centro, entre dos opciones extremistas. Somos conscientes de que hoy la gente elige posiciones radicalizadas, pero nuestra convicción es que al país lo saca de la crisis una opción moderada”, argumentó un schiarettista paladar negro que suele reflejar fielmente el pensamiento del exgobernador.
Lo que sucedió en los últimos días se reiterará en los próximos meses: Schiaretti dialoga con dirigentes nacionales, mientras Llaryora lo respalda como referente nacional del partido cordobés.
Como una extensión del pregonado “partido cordobés” provincial, los llaryoristas llaman “partido de la Argentina” a lo que el año pasado fue Hacemos por Nuestro País.
El año pasado, en plena campaña provincial en los umbrales de la presidencial, Schiaretti intentó un armado similar.
Las conversaciones con el entonces jefe de Gobierno porteño, Horacio Rodríguez Larreta; con el radical Gerardo Morales, y con el liberal José Luis Espert chocaron con la resistencia de Mauricio Macri y de Patricia Bullrich a nivel nacional. También en Córdoba con la de Luis Juez, en aquel momento candidato a gobernador opositor.
¿Qué cambió ahora? Para algunos, mucho. No tanto si se analiza en profundidad el escenario nacional.
La irrupción de Milei y los libertarios es la gran novedad. El Presidente encarna una postura más extrema al liberalismo democrático que expresa Macri.
Cristina Kirchner sigue siendo la máxima protagonista en el PJ, sobre todo en Buenos Aires, aunque con menos poder y con la aspiración latente del gobernador bonaerense, Axel Kicillof, para sucederla.
“Hay muchos más peronistas que ya no se sienten representados por Cristina. Y lo de Kicillof aún es incipiente. Además, tiene una gestión complicada en Buenos Aires. Somos optimistas de poder sumar más peronistas a este espacio de centro. Al ‘Gringo’ lo llaman nuevos dirigentes de distintas provincias”, agregó otro vocero schiarettista, embargado por el optimismo.
Precisamente, es en la electoralmente decisiva provincia de Buenos Aires donde Schiaretti espera tener más apoyo que el que contó el año pasado, cuando fue candidato presidencial.
Llamativamente, la reaparición del exgobernador fue sólo en fotos con peronistas federales como Miguel Ángel Pichetto y Florencio Randazzo, pero no hubo declaraciones públicas. Ni un mensaje en las redes sociales. Desde su entorno, dicen que Schiaretti no hablará de política nacional hasta que salga la “ley bases”, si finalmente esta es aprobada.
Si el exgobernador opina en público, debería referirse a la gestión de Milei. Esto podría complicar la relación entre Llaryora y el Presidente, que el gobernador quiere preservar por ahora.
Schiaretti y Llaryora consensúan sus movimientos y declaraciones, empezando por las fotos del exgobernador con dirigentes nacionales.
Mientras tanto, los dos referentes mantienen una postura equidistante respecto de la Casa Rosada. Llaryora pudo hablar por primera vez con el presidente Milei el sábado pasado en Córdoba.
Fuentes llaryoristas aseguran que el diálogo fue “muy positivo”. Pero, el jueves pasado, la senadora Alejandra Vigo apoyó con disidencias el dictamen de la “ley bases” y el paquete fiscal. Esas críticas se mantendrán cuando ambos proyectos sean tratados en el recinto.
Esta postura política de “ni muy muy, ni tan tan” de los dos referentes peronistas cordobeses desconcierta por igual a libertarios y a opositores, en un escenario polarizado entre Milei y el kirchnerismo.
Hasta ahora, la estrategia le trajo buenos réditos al PJ cordobés, que siempre tuvo un objetivo principal: retener el poder en Córdoba. Ya se aseguró 28 años de gobiernos peronistas, con distintos sellos.
Error de cálculo
Luego del sacudón por el error político de enfrentarse con Milei el verano pasado, el gobernador recalculó sus pasos.
Hoy no es un libertario, pero trata de recuperar terreno en las encuestas en Córdoba con una postura de colaboración con la Casa Rosada.
¿Hasta cuándo llegará esta postura? Nadie lo sabe. Ni siquiera el propio Llaryora. Resolverá con base en encuestas. Su olfato le falló en febrero pasado, cuando se diferenció ante un Milei que lo embistió fiel a su estilo: como toro, más que como torero.
Llaryora nunca archivará su aspiración de proyección nacional. Hoy no es el momento, y se concentra en su gestión. Por eso, quien se asomó al escenario nacional fue Schiaretti.
El gobernador está convencido de que, si logra que la Nación le transfiera el final de los proyectos de la autopista San Francisco-Córdoba y la autovía Holmberg-Río Cuarto, cubrirá un casillero que siempre fue el más fuerte de las gestiones provinciales peronistas: las obras.
Las negociaciones con el nuevo jefe de Gabinete, Guillermo Francos, y con el ministro de Economía, Luis Caputo, están encaminadas. Pero falta lo más importante: el gancho del Presidente.
Es probable que la aprobación presidencial dependa de la suerte de la “ley bases” y de la actitud que tenga la senadora Vigo en la votación en el recinto.
No habría que esperar sorpresas de la esposa de Schiaretti: voto a favor en general y diferencias en algunos puntos del proyecto acordado –a medias– entre el Gobierno y los aliados.
La cuestión es cómo tomará esa actitud de equilibrista el siempre indescifrable Milei.
