Hay dos certezas sobre la marcha de la economía: el Gobierno reforzará su posición en dólares (habrá billetes para atender la demanda de inversores y de turistas), pero las turbulencias seguirán hasta la elección legislativa de aquí a tres meses.
El Fondo Monetario Internacional (FMI) liberará el próximo jueves 31 unos U$S 2 mil millones, tras la aprobación técnica de la primera revisión del acuerdo, más allá de que no se alcanzó la meta de reservas.
En las próximas semanas, los organismos multilaterales de crédito liberarán más de U$S 1.200 millones para programas destinados a mejorar las actividades fiscales en el país, entre otras acciones.
Sin embargo, la posición del Banco Central es de extrema debilidad, por lo que en las dos últimas semanas debió realizar operaciones para subir la tasa de rendimiento de los bonos argentinos.
Hubo títulos que, en un momento dado, llegaron a rendir –como mínimo– 60% anual, tasa que duplicó la estimación oficial y de economistas privados de la inflación para este año.
Al bajar la cotización de esos papeles, el rendimiento implícito de la tasa aumenta, lo que facilita la maniobra de carry trade (depositar en pesos, hacerse de una tasa de interés y luego comprar dólares).
El impacto en la economía real fue inmediato: la tasa subió del 35% al 86% anual para el descubierto en cuenta corriente, una operatoria normal para ciertas empresas ante descalces temporales en el cobro de sus ventas.
Dólares y tasas en la economía real
Para la actividad económica, que cayó 0,1% en mayo respecto de abril (despejadas las cuestiones estacionales), esos movimientos no son buenos.
La mejora interanual de entre 5% y 6% es un arrastre estadístico, ya que la comparación se realiza contra meses en los que la actividad tocó piso.
Pese a la suba del dólar de casi 7% en el mes, la divisa todavía permite ingresar –a precios competitivos– colchones desde China, lo que alimenta la crisis en Petroquímica Río Tercero; termos económicos o premium (pusieron contra las cuerdas a Lumilagro), y electrodomésticos de la línea blanca desde Brasil y Chile.
La industria Mabe –ex-Alladio–, con plantas en Río Segundo y en Luque, comenzó a sentir el impacto de poder traer, por caso, un lavarropas o un lavavajillas desde esos países.
Las turbulencias también llegan a la fabricación de ropa y de zapatos, cuyas industrias hace meses que pierden ventas y mercado. Hay dos sitios chinos –Shein y Temu– que hacen furor entre adolescentes y adultos por sus precios y por la facilidad con la que arriban sus productos.
Europa ya reaccionó a ese fenómeno: Francia prevé prohibirlo, mientras que en otros países se analiza establecer un gravamen elevado para sus operaciones.
Estos sitios permiten, por caso, la compra a precios irrisorios de vestidos y de trajes que usan los adolescentes para la fiesta de fin de curso. Los fabricantes chinos ofrecen complacer hasta el ancho de la muñeca y de la cintura de los compradores argentinos.
El economista Patricio Canalis (Idesa) le pone números a la sangría: entre enero y mayo últimos, los argentinos gastaron el récord de U$S 1.572 millones en la importación de ropa.
Supone un aumento interanual de 136%, según datos de las cámaras sectoriales, con base en estadísticas del Banco Central y del Indec.
“El diferencial de costo entre producir en el país e importar es grande”, advierte el economista, quien señala como principales factores los sistemas laboral e impositivo (más de 160 tributos, con alto costo operativo).
El riesgo de la pérdida de competitividad implica una caída en el nivel de actividad y en el empleo.
La campaña de granos gruesos –soja, maíz, maní, sorgo y girasol– en Córdoba salva, en parte, la ropa: con casi 33,5 millones de toneladas, la recolección creció 6% respecto del ciclo anterior.
La demanda de dólares, la suba de la tasa de interés y el parate que se observa en ciertas actividades hasta conocer el resultado de las elecciones provinciales del 7 de septiembre en Buenos Aires, y del 26 de octubre a nivel país, afectan la marcha de la economía.
Los pronósticos que Milei lanza desde el atril sobre el resultado electoral y sobre la marcha de la macroeconomía son observados ahora con cierta incredulidad.
No siempre convence quien grita más fuerte.