El susto les vino bien. Muy bien. La paliza de casi 14 puntos en la elección legislativa de Buenos Aires del 7 de septiembre los arrimó al precipicio y les recortó el halo de soberbia con el que La Libertad Avanza se movió desde la elección en la ciudad de Buenos Aires. Ahí ganó sorpresivamente Manuel Adorni y se acuñó la frase “no nos aliamos con nadie; nos vemos en las urnas”. Y los libertarios se fueron de eje.
Karina Milei perdió su manto inmaculado y le llovieron las críticas, de propios y extraños, por esa fallida elección. Los mercados interpretaron que Axel Kicillof tenía nafta como para ser el próximo presidente y todo se derrumbó.
Pero Karina revalidó pergaminos en la elección del 26 de octubre pasado: tenía razón, un dirigente totalmente desconocido era capaz de ganarle por 14 puntos al tres veces gobernador de Córdoba, por ejemplo.
La mayoría del país se pintó de violeta. La hermana gana peso ahora en la conformación del nuevo gabinete. Igual, compartió con su hermano el viento que se agita en el borde del abismo. Ninguno es el mismo que antes. Y en buena hora que así sea.
Estados Unidos fue el árbitro que les tiró la soga a último momento, y el que agitó ante la ciudadanía que, si llegamos hasta acá con tanto sacrificio, sería un desperdicio echar todo a la basura. Puertas adentro, pidió más diálogo en pos de construir gobernabilidad.
Y en eso están los Milei, reconvirtiéndose tras el segundo voto de confianza que les dio la ciudadanía. Probablemente intuyan que no habrá otro más.

La salida de Guillermo Francos, de Lisandro Catalán y de Gerardo Werthein oxigena el equipo ejecutivo de gobierno, pero no despeja ninguna duda sobre la interna entre Karina y el asesor Santiago Caputo. Quizá haya que asumir que el Presidente no terciará a favor de ninguno de los dos y que se limitará a administrar las tensiones, si es que puede.
Tampoco está claro si Manuel Adorni, Diego Santilli y Pablo Quirno, reemplazantes de los ministros renunciantes, podrán avanzar en tantos aspectos retrasados de la gestión, como el mantenimiento de las rutas nacionales, la adjudicación de la hidrovía o el acuerdo comercial con Estados Unidos.
Si en lo político no vuelven a agrandarse, en el plano económico están dadas las condiciones para que la economía crezca. La cosecha de trigo y de maíz pinta excelente; Vaca Muerta es una máquina de sumar proyectos (y dólares que seguirán aumentando el superávit energético); el superávit fiscal se mantiene, y el dólar actual es mucho más competitivo que el de $ 1.200 de hace algunas semanas.
Falta sumar reservas y que las condiciones de pánico que se crearon antes de las elecciones se despejen: es necesario que bajen las tasas para que se reanude el crédito.
Una baja del riesgo país a un nivel en torno de 400 puntos colaboraría para que la Argentina refinanciara sus vencimientos de deuda y no se exigieran dólares frescos del Central para honrar la deuda. Igual, da la sensación de que aprendieron la lección y de que nadie se ufanará de desafiar el tipo de cambio a la baja para recién comprar, como hizo el mismo Milei.
En Córdoba
Los números cordobeses de la elección legislativa también pueden oficiar como una alerta temprana para el invicto reinado del peronismo local, que gobierna la Provincia desde 1999.
El traspaso generacional de Juan Schiaretti a Martín Llaryora, que fue juzgado como exitoso tanto por propios como por extraños, atraviesa hoy, quizá por primera vez, las señales de un ciclo cumplido.
Así como a José Manuel de la Sota y a Juan Schiaretti les tocó gobernar cuando estaba el kirchnerismo en el poder (cinco de cuatro mandatos), Llaryora tiene al frente a Javier Milei, una figura que rompió los moldes clásicos y que el peronismo aún no lograr decodificar.
Tanto Schiaretti como Llaryora se plantaron ante Milei con exactamente el mismo discurso que alumbraron ante el kirchnerismo. En ese momento funcionaba todo lo que podía usarse como diferencia. Si allá se elogiaban los planes sociales, acá se hablaba de planes primer paso. Si allá se aumentaban impuestos sin saber bien para qué, acá se mostraba que se hacía obra pública. Si allá se decía que la protesta del campo eran “piquetes de la abundancia”, acá se defendía a los que laburan en el interior del interior.

Pero cuando aplicaron la misma lógica con Milei, se convirtieron en antimileístas de la primera hora. Perdieron de vista que el electorado se identifica con el ideario libertario de apertura económica, desregulación, menos Estado y más actividad privada.
Si Milei hablaba de bajar el gasto público, acá se respondía con 20 ministerios. Si Milei hablaba de auditar a las universidades, acá se crearon casi 20 en la órbita provincial, y nadie sabe cómo y cuánto se gasta. Si allá se hablaba de un Estado más chico, acá se supo que la Legislatura de Córdoba tiene más de mil contratados, 425 monotributistas y 389 empleados de planta.
En la Provincia se consuelan diciendo que siempre el peronismo pierde las legislativas y que hay que mirar los votos más que los porcentajes. Es cierto que el peronismo pierde, pero también es cierto que nunca se jugó tan fuerte: Schiarettti frente al NN de Gonzalo Roca. Era el ancho de espada, con toda la maquinaria del Estado provincial puesta al servicio del candidato.
En la primera vuelta de 2023, Javier Milei sacó 33% de los votos, con 773.428 cordobeses que le dieron el aval. En ese turno, Schiaretti (que iba como candidato a presidente con Florencio Randazo) obtuvo el 29%, con 667.447 votos. El domingo (y volvemos a remarcar que era una elección legislativa), Roca sacó 822.240 votos (el 42%) y Schiaretti, 549.839 votos (el 28%). Los números tampoco les dan la razón a quienes buscan consuelo estadístico.
En el Panal varios creen que sería oportuno hacer caso a la advertencia y también bajar el copete de cara a este segundo tramo de la gestión. Menos armado nacional y cancha grande y más de lo que votó el ciudadano. Señalan que hay un gabinete provincial grande y vetusto, con ideas poco innovadoras.
La gestión es deficiente y muy cuestionada en el municipio de la ciudad, donde la diferencia fue de 19 puntos. Así, entienden, habría chances de revertir el resultado para cuando los cordobeses evalúen la gestión. Si es que para entonces 28 años no resultan demasiados.
























