Las rupturas y las desconexiones que exhibe a menudo la oposición cordobesa es desde hace años un plus explotado sin desperdicio por el peronismo de Córdoba.
La división expuesta de 2019 fue el pináculo de esa saga, aunque hubo capítulos anteriores –menos estridentes– que ayudaron a solidificar la hegemonía que ostenta Hacemos por Córdoba.
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La versión aggiornada de esa actitud colaboracionista de la oposición se inscribe en este tiempo en un concepto que no es novedoso, pero que el PJ desempolvó a finales del año pasado, cuando advirtió que Luis Juez resurgía en la escena política y se transformaba, en alianza con el emergente radical Rodrigo de Loredo, en una amenaza seria para 2023.
Hablamos del “partido cordobés”.
La idea de una mixtura política que entrelace a peronistas con dirigentes del PRO así como con algunos radicales, fue puesta a rodar hace unos meses.
Juez cree que es lisa y llanamente una trampa. Otros aliancistas, más alejados de la posibilidad de liderar el actual proceso opositor, se muestran receptivos al cebo oficialista.
En las últimas semanas, ese caldo en cocción que representa la entente del “partido cordobés” fue condimentado con expresiones de dirigentes nacionales de Juntos por el Cambio que ven en el gobernador Juan Schiaretti el ingrediente que faltaba para servir el plato nacional antikirchnerista.
La incomodidad que aún generan esas expresiones es casi total en la porción mayoritaria de la versión cordobesa de la coalición opositora; por el contrario, en el peronismo hay hasta cierto regocijo en acicatear a los opositores casi sin esfuerzo.
Sin embargo, por debajo de esa exaltación hay una preocupación genuina y que se extiende en el seno del poder provincial, sobre la potencialidad que puede mostrar Juntos por el Cambio si el dificultoso trabajo de amalgamar todas las partes termina siendo exitoso. El riesgo existe, reconocen en el PJ.
“Todos juntos, y con un guiño de (Mauricio) Macri y de (Horacio) Rodríguez Larreta podría dejar un escenario de una elección provincial competitiva. Es lo peor que nos podría pasar”, admite un schiarettista de roce con el gobernador, que, como todo el peronismo, descuenta la candidatura provincial de Martín Llaryora.
Trabajar en la desunión del adversario es una tarea vital para el oficialismo provincial.
Espejo y posibilidad
En la cabeza de algunos peronistas, toma cuerpo el recuerdo de los comicios provinciales de 2015, en los que Schiaretti conquistó su segundo mandato. Aquel fue un resultado “corto” para el oficialismo, de menos de siete puntos frente a Juntos por Córdoba, que ensayó por primer vez una alianza opositora.
Como espejo de lo que podría venir, Juez y De Loredo imaginan replicar aquella primera experiencia de unidad, que pese a estar plagada de dificultades y destilar falta de compromiso de actores claves de la coalición, realizó un papel más que digno.
Hay otro factor que empieza a ser seguido de cerca por el Panal: la exploración de acercamiento a Juntos por el Cambio que inició el espacio que lidera Aurelio García Elorrio. “‘El viejo’ (por el líder de Encuentro Vecinal) puede aportar tres o cuatro puntos”, reconocen en el PJ sobre la eventual anexión.
García Elorrio fue tentado en todos los últimos procesos electorales para sumarse a Juntos por el Cambio. Siempre rechazó la invitación. Pero esta vez, consciente de que el reloj biológico se acelera, analiza dar el “sí” en pos de la alternancia política, pilar de su militancia.
Con más entusiasmo que rigurosidad, en la oposición calculan que el combo aliancista engordado con García Elorrio podría redondear un piso provincial de 35/38 puntos. “Con esos números, estás en partido”, dicen cerca de Juez.
Hay que ponderar, sin embargo, que en aquellos comicios de 2015 el kirchnerismo estuvo representado por Eduardo Accastello –hoy dentro del PJ–, que le limó puntos al oficialismo. ¿Cuántos de los 17 puntos que sacó en dupla con el humorista “Cacho” Buenaventura son del PJ y cuántos le pertenecen al voto duro K?
Hace justo una semana, Juez recibió en su casa a Mario Negri. Compartieron un asado. El vínculo personal entre ambos nunca se quebró, aunque sí quedaron diferencias lógicas derivadas de las Paso, que empiezan a ser limadas.
A Juez no le alcanza con sólo alimentar la sociedad con De Loredo. Necesita sumar a otros sectores del radicalismo. Hay quienes se atreven a asegurar que si al acuerdo que tiene con De Loredo lo complementa con la pata negrista, el resto del partido es más fácil de acomodar.
En la oposición, descuentan que la cumbre de la UCR en Villa Giardino marcará un punto de máxima tensión entre Juez y los radicales.
El indescifrable cabo suelto que hoy representa el PRO en la coalición es otro frente abierto.
Todo está por definirse, pero hay algunas puntas que ya dicen algo.