El panorama económico de Argentina del mundo de Javier Milei es como un mosaico complejo de avances y desafíos.
Si bien algunos indicadores sugieren una recuperación, persistentes problemas estructurales exigen cautela y planificación. La baja en la inflación, la entrada de dólares por el blanqueo de capitales y los intentos del Banco Central por estabilizar la economía mediante la reactivación del crédito y la disminución de la brecha impactan en una baja del riesgo país mientras que las acciones y los bonos argentinos se encuentran de fiesta.
Con una nueva baja de tasa de interés, el gobierno entró el viernes en la fase 3 de su programa, la que incluye un disminuir el ritmo de crawling peg (fijado en un 2%) para acotar la un indicador de la inflación mayorista y a costa de un mayor atraso cambiario.
Aún así, la salida del cepo todavía es una duda que persiste en el horizonte.
Las luces: avances en la estabilidad y el control de la inflación
Si hay algo por lo que Milei desea ser recordado en los libros de historia Argentina, es en haber logrado bajar la inflación.
El ajuste en el gasto público, la eliminación de la emisión monetaria junto con la política de crawling peg del 2% mensual, busca la convergencia del ritmo del dólar a la inflación para acomodar los precios relativos e influir en las expectativas inflacionarias de cara a un escenario de estabilidad para el 2025.
Al positivo encuentro de Caputo con el FMI y con alrededor de U$S 19.000 millones ingresados al Banco Central, las reservas han recibido un respaldo fundamental que permite una mayor capacidad de intervención en el mercado cambiario y facilita el pago de obligaciones de deuda de corto plazo.
De golpe en octubre, los astros que mira el mercado y que venían desacomodados desde mayo/junio, se alinearon: reservas, gasto público, inflación y aceptación social.
Las sombras: problemas estructurales y vulnerabilidades
A pesar de estos avances, persisten esos desafíos estructurales sin solución en el corto plazo.
La recuperación económica sigue siendo frágil y la mejora en el poder adquisitivo sigue siendo un objetivo lejano para muchos argentinos, con sueldos que apenas siguen el ritmo de la inflación y que en varios sectores aún reflejan la pérdida de valor acumulada en años anteriores.
Del mismo modo, la reducción de la pobreza es todavía un desafío cuyas estadísticas no muestran recuperación. La mejora en los ingresos y su impacto en el consumo son objetivos esenciales para que la recuperación económica sea sostenible.
El atraso cambiario es una preocupación latente. La política de crawling peg en contraste con el avance de la inflación impacta en la competitividad generando dudas sobre si será posible evitar una devaluación en el 2025. Esta situación se agrava con los vencimientos de deuda externa que se avecinan, una presión adicional de U$S 11.000 millones para las reservas del Banco Central para este año entrante.
El desafío: trascender las urgencias
Argentina transita en 2024 entre luces y sombras, y el 2025 (año electoral) debería ser el año donde el país encuentre el equilibrio entre la estabilidad macroeconómica y la recomposición social.
Lograr la apertura gradual del cepo cambiario para dinamizar el mercado, es la gran incógnita. La “cifra mágica” para poder levantar el cepo cambiario es una combinación de reservas líquidas en el Banco Central, idealmente unos U$S 15.000 millones adicionales, y una inflación mensual en torno al 2,5% o menos.
Estas condiciones buscan estabilizar el mercado y evitar una corrida cambiaria que podría disparar los precios si se liberara el acceso al dólar sin respaldo suficiente.
En este contexto, será clave consolidar una disciplina fiscal que se mantenga y que quirúrgicamente no recaiga en los sectores más vulnerables.
