La columna del haber de Sergio Massa se incrementó sustancialmente por sus gestiones en Estados Unidos y por la liquidación del “dólar soja”, pero hay desafíos urgentes que lo esperan a su regreso a la Argentina.
El ministro de Economía reforzó la alianza con los principales gestores de la administración de Joe Biden, quien, por contrapartida, pospuso sin fecha la reunión con Alberto Fernández. Todo un dato.
Pero la orientación de Massa no es compartida por un sector clave del Frente de Todos, encolumnado detrás de Cristina Kirchner.
El embajador ante China, Savino Vaca Narvaja, pidió la incorporación de Argentina al bloque que integran ese país, Brasil, Rusia, India y Sudáfrica (Brics, por la primera sigla de los países miembros).
Seguir a Estados Unidos o a los Brics –más aún con la guerra que protagoniza Rusia en Ucrania– implica una elección de política exterior diametralmente opuesta, a pesar del multilateralismo que le gusta proclamar al Presidente.
La deuda contraída con el BID y el Banco Mundial y la operatoria del “dólar soja” –bien recibida en los primeros días, en los que se vendió el 20 por ciento de lo conservado en silos bolsa y en los depósitos de los exportadores– permitirán cumplir el acuerdo con el Fondo Monetario Internacional (FMI).
Las reservas netas podrían alcanzar en el tercer trimestre los 6.400 millones de dólares establecidos en el convenio, que Massa revisará este lunes con la titular del Fondo, Kristalina Georgieva.
Si no se alcanza ese objetivo o hay desvíos en cuanto a las metas fiscales y monetarias, el FMI y Estados Unidos están decididos a respaldar la gestión del hiperactivo ministro.
El Banco Central ya se curó en salud: prorrogó hasta el 31 de diciembre la suspensión de las licencias automáticas para importar insumos claves.
Según datos de la Unión Industrial Argentina (UIA), hubo 28 empresas con paradas técnicas por la falta de 600 insumos críticos. La rueda se paró y 350 pymes debieron mermar su producción.
Massa y los desafíos pendientes
Apenas llegado al país, el primer dato que lo transportará a la realidad local será la inflación de agosto, que se conocerá el próximo miércoles.
El piso estaría en el 6,5 por ciento, con una suba proyectada de seis por ciento para el mes en curso. La inflación anual se codea con el 100 por ciento.
Más allá del promedio, hay datos que sacuden a los consumidores: la botella de aceite podría costar entre 900 y mil pesos en los almacenes cordobeses, según anticipó la entidad que los agrupa.
El fondo fiduciario por 190 millones de dólares al que aportan las aceiteras se agotó el mes pasado y el Gobierno no está dispuesto a aportar más fondos y sostener el precio en los locales minoristas.
El ajuste está en marcha, aunque es discutible por donde pasa la tijera. Gremios y movimientos sociales no sufren quitas; por el contrario, las partidas se incrementan.
En un año, el gasoil aumentó 83%; el cemento, 63%, y la nafta, 46%, según el relevamiento de la Fundación Colsecor en 50 localidades de ocho provincias. Los precios son más altos en el interior.
Los aumentos en el transporte –en Córdoba y en Rosario el boleto urbano pasaría a costar 85 pesos–, en la medicina prepaga y en los servicios de electricidad y de gas pondrán un piso alto para la inflación de septiembre.
Los economistas advierten que la emisión de unos 300 mil millones de pesos por parte del Banco Central, para afrontar las compras del “dólar soja”, será más nafta al fuego.
La Anses volcará al mercado unos 100 mil millones de pesos por el pago de un bono de 49.500 pesos para quienes viven en la miseria y no reciben planes sociales. El movimiento de Juan Grabois, el principal beneficiario, se convenció de los planes de Massa: no se irá del Frente de Todos.
Demasiado dinero para una economía que dio signos de retroceder en julio y en agosto, en relación con el mes precedente. La mayor demanda, por los pesos en circulación, con menos producción, anticipa una suba en los precios de bienes y servicios.
Massa deberá jugar ahora de local, en una cancha más complicada.