El fondo de la discusión por la conducción de la Unión Cívica Radical de Córdoba tiene un nombre propio: Javier Milei. Una eventual alianza con el jefe de Estado es lo que traba un acuerdo ante la interna prevista para el próximo 8 de septiembre, una elección que ningún dirigente de peso quiere que se haga, pero que ninguno descarta por esa capacidad propia de los radicales en autofagocitarse.
Para bloquear la posibilidad de un acuerdo electoral, el sector que encabeza Ramón Mestre pide a Marcos Ferrer, a quien nadie objeta como próximo presidente radical, un equilibrio tal que le impida a Rodrigo de Loredo (socio de Ferrer) alinearse con La Libertad Avanza en pos de renovar su banca como diputado nacional el año que viene.
Ese equilibrio se lograría de dos formas: con paridad en el Comité Provincia conducido por Ferrer y con el control mestrista del Congreso Provincial, el órgano partidario que fija la política de alianzas del radicalismo.
Mestre lo quiere para él, aunque sin ser él quien lo presida. Es la forma de obturar un acuerdo y garantizar que “la lista 3″ no será socia (formal o discursiva) de La Libertad Avanza el año que viene. Tiene como aliados (al menos hasta ahora) a Identidad Radical (Carlos Becerra) y Córdoba Abierta (Fernando Montoya).
El sector que impulsa a Ferrer (con De Loredo como principal socio) parece dispuesto a negociar, aunque no en los términos de Mestre: es permeable a compartir el poder partidario, pero garantizando una mayoría para el grupo que lo respalda –que por otra parte reúne a la mayoría de los núcleos partidarios–, una forma de tener el control de la política de alianzas.
“Hay una nueva foto en el radicalismo, en la que Mestre aparece aislado con grupos menores, por lo que un acuerdo no puede ser 50/50 porque esa paridad no existe”, dicen cerca de Ferrer al relativizar la preponderancia que tiene la variable Milei.
Ferrer, foto y cumbre con Mestre
Este sábado, en una heladería de la calle Elías Yofre, en la zona coqueta del sur de la ciudad de Córdoba, Ferrer logró una foto potente para su candidatura a presidente: De Loredo, Oscar Aguad; los delegados de Mario Negri –su hijo Juan y la legisladora Daniela Gudiño; los representantes de Javier Bee Sellares, alineado con el gobernador correntino Gustavo Valdés –Juan Balastegui y Lucas Balián–; y a Miguel Nicolás, legislador y dueño de su propio núcleo interno (Fuerza Renovadora).
En este esquema –que alinea a siete núcleos internos– prevalece la idea que el radicalismo de Córdoba debe “ir hacia dónde va su electorado”, que se volcó masivamente a favor de Milei en el balotaje del año pasado, y que, indican las encuestas, mantiene el alineamiento con el jefe de Estado.
Al frente se posicionan por ahora tres núcleos, con el mestrismo como principal accionista; cuenta que podría ampliarse a cuatro si finalmente la “tercera vía” que propicia el legislador Dante Rossi y el dirigente “Polo” Gait confluye allí. No es simple: en el radicalismo ven a Gait como demasiado cercano a la vicegobernadora Myrian Prunotto.
En cualquier caso, la atomización del radicalismo es tal que ningún dirigente sabe con claridad qué tropa tiene para ir a la guerra.
Además de la foto en la heladería, Ferrer tuvo otra reunión importante este sábado después del mediodía: también en zona sur, en un café de la avenida O’Higgins, se juntó con Mestre para hablar cara a cara respecto de la posibilidad de un acuerdo. Llevaron padrinos: Miguel Nicolás y Fernando Montoya, respectivamente. No hubo avances: la cumbre chocó cuando abordaron qué rol debe tener la UCR Córdoba respecto del Gobierno de Javier Milei.
Sin acuerdo, desde el esquema de Ferrer reiteraron que quieren a Mestre en la conducción radical, con una representación del 30 por ciento; mientras que el exintendente reclama para él y sus aliado la mitad del partido y un equilibrio tal que un grupo presida el Comité y otro el Congreso.
Tras la fallida reunión, los apoderados comenzaron a cruzar mensajes: el día lunes vence la inscripción de alianzas, y el próximo viernes es la presentación de listas. Todo indica que ambos procesos serán cumplimentados, aunque el objetivo de cada grupo es llegar lo mejor posicionado al sprint final de la rosca.
Danza de nombres
En general sobrevuela la idea de que ambos trámites se cumplirán, y recién el sábado próximo comenzará una negociación de verdad respecto de una eventual listas de unidad.
“La intención es acordar, que los radicales nos ‘abuenemos’ y nos preparemos para la oportunidad que tendremos en 2027″, dicen en el grupo que lidera Ferrer. “Una interna es un papelón; fuera de contexto, con el país detonado y el partido perdido; la intención es llegar a un acuerdo”, replica el otro grupo.
El sector referenciado en Mestre–Montoya anota como eventual competidor de Ferrer a Ignacio Tagni, el intendente de Villa Nueva; y a Franco Jular o Martín Lucas para disputar la Capital, donde, especulan, Juan Negri está anotado por el lado de Ferrer–De Loredo. Negri dice que él sí quiere la interna.
Punto clave
Hay un dato no menor: para que la interna sea válida, debe votar el 10 por ciento del padrón, unas 27 mil personas en toda la provincia, un número difícil de conseguir en medio de una crisis política y social como la actual y para un partido con pocos recursos para “movilizar”. Ese porcentaje debe replicarse en cada circuito electoral.
Si no hay esa cantidad de votos, la elección puede ser declarada nula, salvo que la dirigencia logre un acuerdo para fingir que hubo ese número de votantes. Si no, podría sobrevenir otra batalla en la Justicia Federal, donde la UCR no tiene buenos antecedentes cuando sus luchas intestinas pasan a los expedientes.
