Montado en el desprecio por la política, Javier Milei está alterando a su conveniencia varias de las lógicas de funcionamiento del sistema político argentino y de sus adyacencias gremiales, empresarias y hasta futbolísticas. Si eso ocurre en todo el país, es entendible que ocurra mucho más en Córdoba, la provincia donde obtuvo el mayor porcentaje de votos del país y la jurisdicción donde conserva su mejor imagen.
Al inicio de la gestión libertaria, el más afectado en Córdoba fue Martín Llaryora. Todavía en el Panal siguen midiendo las consecuencias de aquellos cruces entre el Presidente y el gobernador, responsabilizado por Milei de haber hecho fracasar el planteo original de la Ley Bases, más precisamente su capítulo fiscal.
En febrero, cuando Milei lo acusó de traidor y lo cuestionó hasta por apoyar los festivales veraniegos, la imagen de Llaryora cayó 10 puntos, que recién ahora logró recuperar. El gobernador interpreta que aquella reacción presidencial fue por su oposición a las retenciones que los libertarios querían implantar a las exportaciones industriales, y el llaryorismo guarda un amargo reproche contra la dirigencia empresaria local, que ni siquiera en esas circunstancias redujo sus elogios a Milei.
El impacto político de aquel enfrentamiento fue profundo en el Centro Cívico. Llaryora descartó desde entonces el estudiado plan de instalación nacional que había confeccionado su equipo. Interrumpió en seco sus apariciones en la prensa nacional y –según reitera– dejó enteramente en manos de Juan Schiaretti la proyección nacional del cordobesismo, para concentrarse en la compleja gestión provincial.
Llaryora evita criticar a Milei. Esquiva por todos los medios el rótulo de “opositor” y ni siquiera eleva la voz para reclamar la millonaria deuda que acumula la Anses con la Caja de Jubilaciones, que empieza a complicar a la administración provincial. Por ahora, a las diferencias las marca en la gestión: líneas de crédito subsidiadas, extensión de la Universidad Provincial, programas de empleo, boletos gratuitos (si logra resolver la crisis que enfrenta ese esquema) y un discurso permanente sobre la importancia del Estado presente.
El peronismo cordobés se prepara para el mal trago que siempre le acarrean las elecciones de medio término y sigue pendiente de que Juan Schiaretti acepte encabezar la lista de diputados. Se da por descontada la búsqueda de la reelección por parte de Llaryora, a quien todos imaginan en 2027 acompañado por Daniel Passerini.
Está claro que no era este el escenario que el llaryorismo proyectaba un año atrás: este es el escenario que le impuso Milei al oficialismo cordobés.
Oposición alterada
La oposición provincial también está profundamente alterada por Milei.
La unidad que tanto les costó alcanzar y que tan bien lograron conservar el juecismo y el radicalismo liderado por Rodrigo de Loredo requiere ahora de la bendición de Milei para mantener su propósito original, que es desbancar del poder provincial al peronismo cordobés.
Luis Juez y De Loredo son quienes sostienen ese acuerdo de unidad. Los dos quieren ser candidatos a gobernador en 2027 –el radical también quiere conservar su banca en Diputados en 2025– y aprendieron a competir de modo permanente sin que esto implique riesgos de ruptura. Todo venía bien hasta que apareció Milei.
El Presidente eligió al senador como aliado en Córdoba y no para nunca de denostar al radicalismo, por lo que comienza a existir ruido interno en el espacio opositor cordobés. De Loredo hace malabares discursivos cada vez más rebuscados en su intento por mantener el equilibrio frente a Milei, pero mientras tanto pierde cinco diputados a la hora de ratificar la ley de mejora de las jubilaciones que había impulsado su propio bloque. El comportamiento del grupo de diputados que se dieron vuelta junto al cordobés Luis Picat –hoy completamente alineado a Patricia Bullrich– es un pasivo para De Loredo, cada vez más cuestionado en el radicalismo nacional.
Juez también hace malabares. La diferencia es que cuenta con la plasticidad suficiente para presidir la bancada del PRO sin ser macrista, para parecer radical frente a sus socios cordobeses y para sentarse a las mesas libertarias como si fuera miembro de la Escuela Austríaca, pero también tiene espaldas para votar lo que le parece: la semana pasada desobedeció a Macri al apoyar el DNU de los fondos reservados para la Side y desobedeció a Milei al apoyar la actualización del presupuesto universitario.
¿Dos o tres?
Tanto Juez como De Loredo quieren que La Libertad Avanza sea parte del acuerdo opositor para enfrentar a Llaryora en 2027. Pero ninguno de ambos está dispuesto a asumir la obediencia ciega que reclama Milei a los suyos.
Ahora, la pregunta que obsesiona a unos y otros es qué pasaría con la oposición cordobesa si La Libertad Avanza lograra construir un candidato propio en Córdoba. Por esa razón es que hizo tanto ruido la foto que difundió el jueves Milei junto al presidente de Talleres, Andrés Fassi. La posibilidad de que ese acercamiento incluya mucho más que las sociedades anónimas deportivas y el interés común por quitarle a “Chiqui” Tapia el manejo del fútbol es un motivo de inquietud en toda la oposición cordobesa.
Hasta ahora, unos y otros daban por sentado que Milei no sería capaz de consolidar un armado propio en Córdoba y que tarde o temprano optaría por integrarse a lo que hasta ahora es Juntos por el Cambio a nivel local, y a apoyarlo a Luis Juez como candidato a gobernador. Ahora son varios los que se preguntan si no apelará a ese esquema por necesidad en 2025 –incrementar la cantidad de bancas en el Congreso es vital para los libertarios– para luego intentar construir un candidato propio en 2027.
Esas alternativas no desvelan sólo a radicales y juecistas. También constituyen la gran preocupación a futuro del peronismo cordobés: determinar si el partido que importa en la provincia será entre dos o entre tres es fundamental. Todos saben que con Milei en frente la previsibilidad no será de la partida.
