Hay tanto de acierto como de error en el cotejo del duro enfrentamiento que protagonizan Javier Milei y Martín Llaryora con las anteriores peleas de casi todos los presidentes de la Nación con los gobernadores cordobeses de la democracia.
El acierto tiene que ver con una constante en la matriz histórica de la Argentina por la administración de recursos y de poder. Tal vez haya que remontarse hasta antes del Virreinato del Río de la Plata. Si el corte es con la era después de 1983, la puja es casi calcada.
Pero tal vez el error pase por considerarla una pelea con los moldes de los cruces clásicos de dirigentes políticos. Hay muchas cosas que rompen el molde, empezando por el estilo del presidente de la Nación, que destruye todos los manuales conocidos.
Esa impredecibilidad de Milei, que es parte de su capital político, es una de las cuestiones que desconciertan a Llaryora y a casi todos aquellos a quienes el jefe del Estado paró en la vereda de enfrente. Lo reconocen los propios funcionarios cordobeses, que están inquietos por volver a una mesa de negociación.
Pero saben poco y nada de la previsibilidad de las conductas de Milei. Primer motivo para desorientarse.
El siguiente aspecto ya fue explicado en varias ocasiones. Cuando Eduardo Angeloz y Domingo Cavallo se declararon la guerra, el ministro de Economía, con poder casi equivalente al de un presidente en aquellos años de menemismo, no gozaba de demasiada simpatía en su provincia natal.
Cuando José Manuel de la Sota y Juan Schiaretti se enfrentaron a Néstor y a Cristina Kirchner, la pareja presidencial tenía en Córdoba los más altos índices de impopularidad de todo el país.
A los tres gobernadores les vino de maravilla en términos de sustentabilidad interna, pero de los límites cordobeses para afuera casi que no le pudieron sacar provecho.
Llaryora piensa más para afuera que para adentro en esta pelea con Milei. Ese universo es complejo en estos tiempos tan inestables y sin reglas.
La complicación de Llaryora es hacia la Córdoba que recién arranca a gobernar. Porque, a diferencia de los anteriores contendientes de los gobernadores, Milei conserva una adhesión importante en el distrito donde más porcentaje de votos obtuvo.
El mandatario cordobés les toma el pulso casi a diario a esos humores sociales. Mide permanentemente estados de opinión pública y se encuentra con que está peleando con alguien que tiene aún una alta imagen positiva.
No se sabe cuánto la sostendrá, pero hoy por hoy es el gran elemento diferenciador con anteriores peleas.
Castas y castas
Llaryora se para en la afectación concreta de los cordobeses a esa motosierra con tanque lleno que corta desde la Rosada. Milei se posiciona en el clima de época que lo hizo presidente y le apunta a lo que entiende es una escasa predisposición del cordobés a hacer recortes en la estructura del gasto estatal.
Pero el enojo presidencial pasa porque al gobernador peronista le hizo unas concesiones más allá de las que aceptó para el resto de los llamados “dialoguistas”, y toda la bancada cordobesa empezó a votar en contra artículos que no necesariamente estaban relacionados con los intereses provinciales.
Se ha ido corriendo lentamente el velo sobre esos polémicos fondos fiduciarios de dudosa rendición y que podrían servir de cajas negras de la política a lo largo y a lo ancho del país. El choque entre lo más turbio de la casta y la venganza que perjudica a los ciudadanos más alejados de la casta.
Para dentro de casa, Llaryora sigue sin encontrar un acompañamiento amplio de toda la dirigencia a la que él sueña apilar en un partido cordobés.
En silencio, el intendente Daniel Passerini avanzó bastante más en ese sentido. Con la excusa y el desafío hacia la interna peronista de controlar más y mejor la noche (fuente de financiamiento de más de un sector y dirigente), el jefe municipal sumó a buena parte del radicalismo.
Es más, premió con cargos importantes a exponentes integrantes de las malogradas gestiones de Ramón Javier Mestre, siempre militantes de la “Unión por el Cargo Radical”, más cuando el llano pinta para tan extenso.
