Si esta vez no hay división opositora, tampoco puede haber división oficialista. Son también cada vez más los peronistas cordobeses que reiteran esta máxima impensada hasta hace poco. Muchas cosas están cambiando en Hacemos por Córdoba tras la inesperada derrota en Marcos Juárez.
El cambio de gabinete que el martes pasado dispuso el gobernador Juan Schiaretti –en las últimas tres semanas relevó más ministros que en sus tres gestiones– es una evidencia de ese proceso inédito. Redoblar esfuerzos de gestión es la principal respuesta del peronismo en el poder, sobre todo cuando pasan factura los escándalos recientes y también las carencias históricas tras 23 años en el poder.
Tanto en la Provincia como en la Municipalidad de Córdoba y en las principales ciudades del interior se intensifican todas las intervenciones, el ritmo de las obras se acelera y las apuestas ingresan en el calendario del semestre clave de Hacemos por Córdoba.
No sólo gestión
La gestión es una parte relevante del esquema que articulan Juan Schiaretti y Martín Llaryora, pero no es todo. También hay cambios a nivel de armado político: el más evidente es el rebalanceo de criterios que impuso la derrota en Marcos Juárez.
La pesadísima digestión de ese resultado electoral incluyó una renovada disputa entre los históricos que conforman el estrecho círculo de confianza del gobernador y la multitud de dirigentes que hace años esperan una renovación, y que van en masa a golpear la puerta del remozado despacho del Palacio 6 de Julio.
Llaryora potenció su armado en el interior –todos los fines de semana recorrerá la provincia–, duplica actividades conjuntas con Schiaretti, y en simultáneo tiende puentes con todos, incluidos los sectores hasta hace poco vedados por el discurso furiosamente antikirchnerista que el gobernador impuso a Hacemos por Córdoba.
Son evidentes los esfuerzos por reintegrar al intendente de Villa María, Martín Gill, y con él a varias decenas de intendentes y jefes comunales peronistas que paulatinamente se habían alejado del schiarettismo.
El delasotismo, con Natalia de la Sota y el viceintendente Daniel Passerini en primer lugar, son parte central de esa estrategia. También se intensifican, aunque sean menos evidentes, las conexiones con otros sectores del kirchnerismo local.
El objetivo de máxima es que en 2023 no haya una lista del Frente de Todos; el objetivo más realista que se fija el llaryorismo es que no haya dirigentes peronistas en esa lista.
Todos esos intentos están condicionados por la gran incógnita con la que convive Hacemos por Córdoba: los enigmáticos planes nacionales de Schiaretti, cada vez más desdibujados en una escena crecientemente impredecible.
El fuerte respaldo de Schiaretti a la idea de los gobernadores peronistas que militan la suspensión de las Paso nacionales para complicarle los planes a Juntos por el Cambio pareció una señal de acercamiento a esa galaxia de la que Hacemos por Córdoba está desprendida.
El posterior rechazo tajante a la ampliación de la Corte ratificó que Cristina Fernández sigue siendo el límite para el peronismo cordobés. Cómo se conjugará esa postura con la necesidad de aunar esfuerzos a nivel provincial es todavía un misterio.
Socios y adversarios
Frente a la estrategia oficialista de reforzar gestiones y reintegrar a peronistas sueltos, Juntos por el Cambio también acelera a fondo en la construcción de sus dos candidaturas simultáneas y alimenta el principal interrogante de la política cordobesa: ¿Luis Juez o Rodrigo de Loredo?
Esa disputa entre los socios que se impusieron en la elección legislativa de 2021 es cada vez más intensa y también ingresó en el terreno de lo inédito. Juez comenzó esta carrera sosteniendo que su candidatura a la gobernación estaba fuera de discusión y hoy dice que si no es elegido como el candidato de Juntos por el Cambio, acompañará a quien lo sea.
Mientras tanto, se dedica en continuado a la campaña y empezó a dar señales del armado de una propuesta para gobernar Córdoba.
Rodrigo de Loredo empezó el recorrido como candidato a intendente de la ciudad de Córdoba y hoy disputa abiertamente la candidatura a gobernador. El acto que el sábado próximo encabezará en el Pabellón Argentina de la Universidad Nacional de Córdoba, en el que será anfitrión de todo el radicalismo –la conducción del partido está en manos de Mario Negri y de Ramón Mestre– será su lanzamiento. Estarán los socios nacionales de De Loredo y tendrán especial recibimiento los intendentes radicales.
De momento, ambos consideran ineludible una interna abierta, que se realizaría luego de que Schiaretti fije la fecha de la elección provincial. Pero nadie termina de creer que esa opción llegue a buen puerto. La apuesta de Juez es imponerse por amplio margen en las encuestas. La apuesta de De Loredo es que Juez acepte que sin la estructura del radicalismo no puede sortear una interna.
Una vez más, es la interna radical lo que está en juego. Juez había logrado un acuerdo con Negri y Mestre. De Loredo trabaja denodadamente para convencer a los dirigentes de toda la provincia de que la UCR debe liderar Juntos por el Cambio, pero enfrenta un déficit hasta ahora insoluble: si el radicalismo lo pone de candidato a gobernador, la alianza opositora se queda sin su principal candidato a intendente.
El proceso que lideran Juez y De Loredo es intenso, acelerado y de resultados todavía impredecibles. Nadie en la oposición piensa en otra cosa. Y en el oficialismo provincial tampoco.