La elección nacional de octubre próximo ya domina por entero la política cordobesa. Falta un mes para que venza el plazo para la inscripción de alianzas, y 10 días más para la presentación de las listas. Los movimientos más importantes son subterráneos, pero no paran un momento.
Son las semanas en que, cada dos años, se toman las grandes decisiones políticas. En Córdoba, ninguna elección de medio término torció el rumbo, pero muy a menudo en la selección de los nueve diputados nacionales –lo único que votan los cordobeses en estas elecciones de medio término– comienza a configurarse la siguiente elección provincial.
Bien lo sabe Martín Llaryora, quien en 2017 dejó la vicegobernación para obtener un mal resultado que igualmente lo hizo diputado. Dos años después fue intendente de Córdoba. Cuatro años más tarde asumió como gobernador.
En el peronismo, son varios los que fantasean con reiterar ese itinerario: la vicegobernadora Myrian Prunotto, el legislador Miguel Siciliano y el ministro Manuel Calvo, por ejemplo.
También la diputada Natalia de la Sota, quien buscará su reelección como opositora al gobierno de Javier Milei y sigue analizando en qué boleta estará su nombre: si seguirá en Hacemos por Córdoba o desafiará a Llaryora desde otra lista peronista. Esa decisión parecía inminente, pero se postergó y es una de las evidencias de que casi nada está resuelto aún en ningún espacio.
No obstante, la única definición determinante en el cordobesismo es si Juan Schiaretti se presentará o no. De momento, no hay otro nombre propio capaz de mover el tablero, no sólo en el oficialismo sino también en la oposición. Razón más que suficiente para que el exgobernador mantenga la incógnita hasta el último minuto (el 17 de agosto), incluso entre encumbrados dirigentes del peronismo cordobés.
La interpretación de los gestos de Schiaretti se transformó en una tarea permanente en el Panal y en la Municipalidad de Córdoba, donde crece la convicción de que encabezará la lista de Hacemos. Es probable que Llaryora conozca ya esa decisión: el exgobernador lo visitó el martes en el Centro Cívico y el jueves concretó su renuncia a la presidencia del PJ para que asuma ese lugar su sucesor en la Gobernación.
En simultáneo, Schiaretti exhibe hiperactividad en la escena nacional. Recorre el país y suma cercanía con varios espacios de centro, pero en especial con el radicalismo: su sociedad con Facundo Manes, la alianza con la UCR de Corrientes en respaldo de Gustavo Valdés y la inédita sincronización de discurso y de modelo de gestión entre el cordobesismo y el gobierno del santafesino Maximiliano Pullaro son las señales que llegan a la superficie de una confluencia profunda entre muchos de los fragmentos del estallado Juntos por el Cambio y el peronismo cordobés. Se suman a sectores del PRO –por ahora, el liderado por Horacio Rodríguez Larreta–, el socialismo santafesino, varios peronistas no K en Buenos Aires y dirigentes de la Coalición Cívica.
La mira principal del cordobesismo está sobre el radicalismo. Y esto también ocurre en Córdoba: es una obviedad desde el momento en que Prunotto es vicegobernadora. Pero también en esa relación, lo que ocurre en la profundidad es más relevante que lo que se muestra hasta ahora en la superficie.
Son numerosos los intendentes radicales que se sumaron al oficialismo, pero son más los que dependen del Panal para hacer alguna obra, pagar los aguinaldos o comprar un camión. Con Llaryora –y Calvo como ministro de Gobierno– los intendentes tienen mayor cobertura ante el severo impacto del ajuste nacional y la caída de la actividad. También tienen mayor subordinación política. Es uno de los cambios más notorios desde diciembre de 2023 a esta parte.
Las expectativas electorales del peronismo también están cifradas en una decisión clave del radicalismo cordobés. Rodrigo de Loredo, el principal dirigente radical, es quien tiene en sus manos esa definición: si se suma de atrás a la lista de La Libertad Avanza o encabeza una lista en la que el radicalismo sea la fuerza más importante.
Demás está decir que Llaryora prefiere que la oposición se divida. Ahora y siempre. Tal vez tengan que ver con eso los ingentes esfuerzos del peronismo por elevar a De Loredo al rol de principal opositor: el gobernador le responde, los ministros lo torean por redes y cada peronista pone su mejor empeño en levantarle el perfil.
El senador Luis Juez hace exactamente lo contrario. Y lo hace en el ámbito más selecto del país: el ambiente de Olivos donde come milanesas con Javier y Karina Milei. Nunca había sido tanta la desconfianza en la “sociedad indestructible” de Juez y De Loredo.
Cada vez más lejos
Mientras suceden las negociaciones en profundidad, las señales en superficie desde el Gobierno de Córdoba son de distancia creciente con el Gobierno nacional y también con los principales símbolos del universo libertario. Por ejemplo, las empresas de Marcos Galperin, la desregulación como doctrina o la idea de que el Estado debe ser borrado del mapa para que Uber despliegue su negocio con comodidad plena.
La distancia ideológica entre el Panal y la Casa Rosada queda en evidencia en cada decisión de Llaryora. No es que sea mayor que hace un año: es que ahora se exhibe.
Desafiando las encuestas, Córdoba le hace frente a Milei –y también a Galperin– en una sincronización total con Santa Fe. Pullaro sale al mundo a buscar financiamiento, como Córdoba lo hizo días atrás. Ambos se cruzaron en durísimos términos con la Nación contra la suba de retenciones que rige desde el martes pasado.
Llaryora fue uno de los principales impulsores y celebró la unanimidad de todos los gobernadores del país a la hora del llevar al Senado la iniciativa para el reparto automático de los fondos provenientes del Impuesto a los Combustibles que corresponden a las provincias y de los aportes del Tesoro nacional (ATN). El Gobierno central reitera que esa sola iniciativa pulveriza el superávit nacional, y además parece factible que el Congreso debata la ley de financiamiento universitario y la suba de las jubilaciones.
Comenzó a jugarse un nuevo partido en esa relación entre las provincias y Milei. Les llevó un año y medio a los gobernadores, y lo hacen sobre la hora: es probable que desde diciembre todo les cueste más.