Las barras que vivaron hasta el cansancio el discurso autocelebratorio de Javier Milei no lograron ocultar que más de la mitad de las bancas del Congreso estaban vacías y que apenas seis gobernadores concurrieron a escuchar al Presidente. El cordobés Martín Llaryora fue el primero de todos ellos en llegar a la Asamblea Legislativa.
Milei no defraudó a su público. Redobló la apuesta en todos los frentes, volvió a pedirle la renuncia al gobernador de Buenos Aires, volvió a agraviar hasta el insulto a los opositores, ratificó que el objetivo de la motosierra es avanzar hasta la desaparición misma del Estado y sumó a su repertorio el discurso anti-inmigración, a tono con su fervoroso alineamiento con Donald Trump.
Toda esa parafernalia para un discurso que recién hacia el final dijo lo principal: la economía necesita con urgencia un acuerdo con el Fondo Monetario Internacional y ese acuerdo necesita el aval de los legisladores que anoche no quisieron siquiera escuchar al Presidente.
Además de reiterar que el suyo es el mejor gobierno de la historia argentina, que su plan de estabilización es mejor que la convertibilidad, que Carlos Menem fue el mejor presidente argentino “hasta ahora” y que en el mundo la “Argentina pasó de ser el peor alumno al abanderado” gracias a él, Milei anunció reformas variopintas, entre las que destaca una reforma laboral y otra impositiva, esta última tendiente a reducir la actual maraña tributaria a sólo seis tributos.
Primera sorpresa para Llaryora: Milei mencionó que esa reforma también avanzará hacia un régimen de autonomía fiscal para las provincias. Según indicó, ese esquema se basaría en una reducción de los impuestos coparticipables, que en simultáneo daría a cada provincia la posibilidad de aumentarlos en su jurisdicción y de “competir con las otras provincias”.
La segunda referencia presidencial que causó escozor en el cordobesismo fue la defenestración de la obra pública, una de sus banderas principales. El Presidente volvió a celebrar la eliminación de las obras de infraestructura y las calificó como “uno de los curros más grandes de la política”. Pareció responderle a Llaryora cuando atacó el argumento de que la obra pública genera trabajo y desarrollo: dijo que eso es mentira, “porque a las obras hay que financiarlas y para eso hay que cobrar impuestos”. La tribuna libertaria estalló, pero los baches en las rutas nacionales no paran de crecer y hasta ahora no hubo una sola obra pública surgida de la iniciativa privada.
La tercera referencia que preocupa en Córdoba es el anuncio de que Argentina dejará el Mercosur para apostar todo a un acuerdo de libre comercio con Estados Unidos: doble golpe para la industria cordobesa.
Discursos muy lejanos
Aunque el intendente de Córdoba, Daniel Passerini, había pronunciado su discurso ante el Concejo Deliberante 12 horas antes que el Presidente, el sentido, el tono y la solemnidad de su mensaje fueron exactamente opuestos a los de Milei. Habló de un Estado que cuida y ayuda; de la obra pública como motor del desarrollo urbano y la dinamización de la economía; de la protección de los más débiles y de todos aquellos “abandonados” por la Nación.
Hace un mes, Llaryora ya había dicho ante la Legislatura de Córdoba que nunca había imaginado “que el Gobierno nacional se iba a desentender tanto de Córdoba” y recalcó que la gestión libertaria desertó en sus obligaciones respecto de las jubilaciones, la salud, el transporte y las obras. También le enrostró que el superávit fue a costa de desfinanciar a las provincias y recalcó que su gestión provincial hizo un ajuste superior al nacional sin restarles recursos a los municipios.
Casi por norma, cada vez que está ante un micrófono Llaryora reitera que al plan fiscal de Milei le falta un plan productivo. Considera que el desempleo será un problema muy grave en poco tiempo y está en las antípodas de la apertura irrestricta de la economía, tanto como de la furia desreguladora y de la motosierra de Milei.
El modelo de concertación público-privada con los sectores productivos es una de las banderas principales del cordobesismo y también merece paredón para la mirada de los libertarios. Milei llegó a advertir que la apertura de la economía provocará quiebras de industrias (dijo que los desocupados podrán ir a otros rubros) y que los planes proteccionistas son sólo “curros entre los empresarios prebendarios y los políticos”.
“En Córdoba no miramos para otro lado, no maltratamos a quienes están atravesando una enfermedad ni insultamos a las personas con discapacidad”, dijo ayer Passerini, quien repitió varias veces que “Estado” no es mala palabra. Además, sostuvo que las políticas de Milei están perjudicando a la inmensa mayoría de los argentinos, comenzando por los jubilados, las mujeres, las diversidades, los artistas, las pymes, las personas en situación de discapacidad, las universidades, todos aquellos que sufren, además de “los que trabajan y los que generan trabajo”.
Un verdadero contradiscurso cordobesista frente a las ráfagas de los troles mileístas. Ese intento de Llaryora y Passerini por contradecir la visión unilateral y hegemónica de los libertarios contra el Estado y contra todos los valores que Milei incluyó a la hora de declarar su guerra al “wokismo” tal vez sea en la actualidad la mayor coincidencia entre el gobernador y el intendente de Córdoba.
Hay muchos otros frentes donde entre ellos se impone la desconfianza. También hay temas todavía irresueltos de una transición que dejó áreas muy importantes de la gestión municipal en manos de llaryoristas que no cuentan con la total confianza de Passerini, y una preocupación creciente del Panal por las encuestas en Capital.
Passerini y Llaryora remarcan cada vez que pueden –ambos lo hicieron en sus discursos ante los legisladores– la defensa el equilibrio fiscal. El gobernador dijo que Córdoba hace 20 años que tiene superávit; el intendente se comprometió a eliminar el déficit. La otra coincidencia con el discurso nacional es la que tiene que ver con la seguridad: el ministerio que encabeza Patricia Bullrich es, por lejos, el que mantiene la relación más fluida con Córdoba.
Pese al contrarrelato y a los gestos constantes de diferenciación, lo real es que el cordobesismo nunca dejó de colaborar con Milei en los temas críticos: antes en la Ley Bases; ahora, en salvar a Milei de la comisión investigadora de la criptoestafa promocionada por el Presidente, a la que la Casa Rosada le temía mucho más que a la Justicia.