No pudo festejar su anhelado arribo al poder provincial, un mes atrás. La victoria ajustada, los problemas del escrutinio provisorio y la decisión del opositor Luis Juez de no reconocer la derrota, le impidieron festejar el 25 de junio. En la noche de este domingo, el gobernador electo Martín Llaryora se sacó las ganas: celebró el triunfo de Daniel Passerini como propio. No le faltaron razones. Trabajó tanto como el propio candidato oficialista.
“Fuiste el que más trabajó para mi triunfo”, le agradeció el propio Passerini, en el inicio del mensaje que dio en su noche triunfal.
No se trató sólo de una cuestión de festejo postergado. La victoria del oficialismo en la Capital le da un gran alivio político al futuro gobernador.
Llaryora sabe que tendrá que gobernar la provincia sin mayoría propia en la Legislatura y con el Tribunal de Cuentas en manos del juecismo.
Que el intendente de la Capital fuera el opositor Rodrigo de Loredo, seguramente líder de la oposición en ese hipotético escenario, hubiera sido un combo de debilidad política difícil de afrontar.
Por eso, su respaldo a Passerini fue total, y en todos los frentes. Se puso la campaña capitalina al hombro. Lo tomó como un reto personal.
Sabía que su victoria en la provincia fue en buena medida por la gestión del gobernador Juan Schiaretti.
No lo dirá en público, pero en la noche del domingo Llaryora sintió que el triunfo en la Capital fue suyo.
Un eventual triunfo opositor hubiera erosionado el discurso de “gestión histórica que transformó la ciudad”, que Llaryora pregonó durante las dos campañas, la provincial y la de la Capital.
Lo dejaba traslucir en sus mensajes y declaraciones, pero más en privado. A Llaryora le costaba entender que estuviera en riesgo la elección en la Capital, con el alto nivel de aceptación que tenía su gestión.
“¿Cómo la gente no va a seguir apostando por este equipo que cambió la ciudad?”, se preguntaba lejos de los micrófonos, cuando las encuestas le decían que el candidato al que impulsaba podía perder en la ciudad que gobernaba.
El partido cordobés
En lo político, retener el poder en la Capital también le da oxígeno al “partido cordobés”, el proyecto provincial que lleva el sello de Llaryora.
Perder la Capital luego de un triunfo ajustado a nivel provincial hubiera puesto en duda la convocatoria a otros sectores políticos para sumarse al oficialismo.
El “Empezamos de cero” y “la nueva generación” de la que habló Llaryora luego del 25 de junio hubieran quedado bajo signos de interrogación si Passerini no ganaba en la Capital.
Una derrota de su candidato a intendente también hubiera puesto en duda la conducción de Llaryora en el PJ provincial, luego de los prolongados liderazgos de José Manuel de la Sota y de Schiaretti.
Un peronista con muchos años de militancia reconoció anoche que el liderazgo de Llaryora en el peronismo cordobés comenzó a construirse el jueves pasado, en el cierre de la campaña capitalina.
“Les pido que hagan lo que yo voy a hacer. No me guardo nada. Podemos ganar o perder, pero cada uno debe sentir que no se guardó nada. Yo voy a hacer eso. Luego, la gente decidirá”, le dijo Llaryora a la primera plana del oficialismo capitalino, integrada mayoritariamente por peronistas, pese al incipiente ensayo de partido cordobés.
El aceitado aparato electoral del PJ Capital trabajó como nunca en la última semana, admiten los propios peronistas.
Como gobernador electo, Llaryora no se guardó nada. Es cierto. Tal vez, debió evitar alguna definición al límite de las buenas prácticas institucional, como poner en duda la buena relación con el próximo intendente capitalino, si este era un opositor.
Un consultor porteño que trabaja para el PJ hace muchos años le aconsejó: “Es buena la estrategia del trabajo en equipo entre la Provincia y la Capital. Pero, ojo, que la gente no sienta que es una extorsión para votar al oficialismo”.
En estas horas triunfales, probablemente Llaryora no recuerde aquel consejo. Aunque los triunfos también generan obligaciones. Envalentonado por una victoria que considera como propia, Llaryora habló anoche casi como un dirigente nacional, más que como gobernador electo.
Luego aclaró que sus definiciones tenían que ver con la precandidatura presidencial de Juan Schiaretti. Muchos peronistas ya lo imaginan viajando seguido a Buenos Aires en los próximos años.
Le agradeció a De Loredo haber reconocido la derrota aun antes de que comenzaran a conocerse los primeros resultados oficiales. Marcó así diferencias con Luis Juez, quien demoró hasta el escrutinio definitivo para admitir que había sido vencido. Aunque hubo una diferencia clave: la elección provincial se resolvió por sólo 64 mil votos.
No obstante, más allá de los duros cruces que tuvo con De Loredo en la campaña capitalina, todo indica que Llaryora tratará de meter una cuña en la aún irresuelta interna en la oposición: prefiere dialogar con el dirigente radical y no con Juez.
Más allá de los gustos personales, como todo oficialismo, el futuro gobernador intentará incidir en la oposición.
Cualquier gobernador prefiere gobernar con una oposición dividida. Llaryora anoche hizo su aporte para que esto ocurra, pensando en su futura gestión provincial y, también, en su futuro político.
