Los mercados le temen a lo que ignoran; los políticos se cuidan de lo que saben. El valor del dólar paralelo, las cotizaciones de las acciones y los bonos se agitaron desde que el Gobierno nacional anunció que tiene cerrado un acuerdo con el Fondo Monetario y dijo que avanzará con un decreto de emergencia para aprobarlo.
Los mercados están inquietos porque no conocen los detalles de ese acuerdo. Ignoran si incluye alguna condición puntual para el levantamiento del cepo cambiario; si Milei aceptará algún mecanismo de sinceramiento del tipo de cambio y con qué nivel de reservas. Mientras existan esas dudas, habrá toma de posiciones para anticipar una eventual devaluación.
Los políticos están igualmente impacientes, pero por aquello que saben. El Gobierno tiene la certeza de que cualquier intranquilidad del dólar tiende a trasladarse a precios, y toda disparada en los precios equivale a pérdida de votos.
La principal oposición dice que repele al FMI por motivos patrióticos de todo patriotismo. Pero en verdad teme que un acuerdo entre Milei y el FMI le dé al Gobierno oxígeno suficiente para tener la inflación en baja hasta octubre. Cree que si Milei llega hasta ahí con los precios tranquilos, ganará con comodidad las elecciones. Los mercados temen que algo en el acuerdo de Milei con el FMI pueda salir mal. La oposición dura teme que salga bien.

Los inversores se resguardan hasta conocer los detalles económicos del acuerdo; los políticos se preguntan a quién beneficiará políticamente el acuerdo. Los mercados se anticipan y toman sus previsiones calculando lo que pudiese salir mal. La oposición dura a Milei se prepara para torpedear lo que pueda salir bien.
Hay una arena de lidia donde se enfrentarán hoy esas tensiones. Será de nuevo adentro y afuera del Congreso nacional. El Gobierno intentará convalidar en la comisión revisora de decretos de emergencia su decisión de acordar con el Fondo. En la calle, la oposición volverá a movilizarse como lo hizo la semana pasada, cuando –con la excusa de una protesta de jubilados– volvió a escalar la violencia.
La lógica de acción-reacción está lanzada en la escena política. El kirchnerismo y sus aliados dicen que el discurso agresivo de Milei revoleó la semilla de la hostilidad política y está cosechando su siembra. Muestran como prueba el rosario de improperios que acumula el Presidente en sus redes sociales.
El Gobierno y sus satélites dicen que ese reproche es una simple excusa; que el peronismo se siente genéticamente incómodo cuando no está en el poder y que siempre repite acciones y narrativas de resistencia cuando está en el llano, sin ningún rubor por su carácter destituyente. Recuerdan como prueba la explícita admisión de esa conducta que hizo Cristina Kirchner en aquel discurso hamletiano del 27 de diciembre de 2012.
Desproporciones
Pero la dinámica circular entre acción y reacción política no es una ecuación exacta como en las leyes de Newton. Proponer en una comisión del Congreso la aprobación de un decreto de emergencia para acordar con el FMI puede ser controversial por el recurso normativo utilizado, pero lo controversial no justifica el montaje de operaciones violentas como las que se registran cada vez que al kirchnerismo y sus grupos de choque les viene en gana lapidar el Congreso.
Hay una desproporción entre los objetivos y los métodos, que termina convalidando la lectura coincidente con el Gobierno que prima en la opinión social. En todas las encuestas, incluso aquellas que registran caídas en la imagen del Gobierno, se observa un rechazo mayoritario a la metodología iracunda que propone la principal oposición.
En realidad, más allá de los métodos, tampoco parece existir una proporción entre los objetivos de quienes accionan y los de quienes reaccionan. El gobierno de Milei fue votado para promover un cambio económico. Sus adversarios, que gobernaron dos décadas, reaccionan para conservar lo que el electorado rechazó.
Esta tensión entre extremos asimétricos es la que explica un tercer dato sobre la realidad política: la implosión del centro, que con la inminencia del calendario electoral comienza a reacomodar sus escombros.
Así como adentro y afuera del Congreso se verá hoy el choque de vectores de la acción y la reacción, en el cierre de listas para las elecciones de la Ciudad de Buenos Aires quedará en evidencia el colapso de aquella política que no supo interpretar las nuevas claves de esa tensión.

Horacio Rodríguez Larreta sincerará su alejamiento del PRO. Deja el partido de los “viejos meados” porque en las calles porteñas “hay olor a pis”. Triunfo semántico y táctico para Javier Milei. En las encuestas, puntea Leandro Santoro. Fue pretoriano de Raúl Alfonsín y segunda guitarra de Alberto Fernández.
Santoro amenaza con arrebatar, invirtiendo los términos, la fórmula del radicalismo kirchnerista que con tanto cuidado cultivó durante años un socio político de Rodríguez Larreta, el exministro Martín Lousteau.