¿Pueden apenas 16.264 votos de una elección municipal en el interior provincial influir en el escenario preelectoral provincial de Córdoba 2023? Los comicios de Marcos Juárez demostraron que sí. La holgada victoria del tándem Sara Majorel-Pedro Dellarossa sobre el peronismo schiarettista dejó conclusiones que exceden la frontera de la ciudad del sudeste. Aún es muy pronto para saber si serán determinantes o no, pero la política doméstica tomó nota de lo sucedido.
El sacudón principal impacta fuerte por estas horas a Hacemos por Córdoba, el perdedor. El PJ apostó como nunca en Marcos Juárez a una victoria con la que buscaba una jugada a tres bandas: foto triunfal de la sociedad Juan Schiaretti-Martín Llaryora –con sus proyecciones respectivas para el año que viene– y, en paralelo, una bocanada de aire que aplaque, al menos por un tiempo, los complejos problemas de gestión que afectan áreas sensibles como la salud y la seguridad.
El experimento “Crescente” fue un duro revés para el peronismo. Lo que creyó que era una suma segura se reveló en una resta contundente. La mezcla fue explosiva, pero a la inversa. El peronismo marcosjuarense perdió identidad con la inclusión de la ex-Cambiemos Crescente, una ajena al sistema PJ. El fallido hace recordar el fiasco que en 2015 protagonizó la sociedad Luis Juez-Olga Riutort en la Capital. El yerro es toda una advertencia para el oficialismo, que creía que el domingo podría parir un esquema que imaginaba dañino para la oposición en 2023: fichaje de dirigentes no tenidos en cuenta por Juntos por el Cambio.
Sin ya la camiseta puesta de Unidos por Marcos Juárez, Schiaretti analizó la derrota desde el punto de vista de la gestión y concluyó que el votante premia a quien gobierna con orden y eficiencia: en este caso, Dellarossa.
El gobernador proyectó en esa definición los buenos números que los encuestadores que miden para él le devuelven semana a semana. Su definición también lo incluye a Llaryora, su candidato para 2023, otro que asegura que la aprobación popular sobre su gestión es alta. Tras el fracaso de las mediciones en Marcos Juárez, nadie puede estar seguro de que lo que se presenta como agua sea en verdad una sustancia incolora, inodora e insípida.
El tropiezo peronista también abrió la puerta para poner en discusión los planteos estratégicos electorales del decisivo 2023.
Dirigentes cercanos al intendente Llaryora comenzaron a presionar por una reconfiguración del acuerdo de transición al que obliga el fin de ciclo del liderazgo absoluto de Schiaretti.
La mala praxis de la “vieja guardia” en Marcos Juárez, representada en la figura del ministro Carlos Massei, activó a los llaryoristas. En esas filas, se pretende recuperar parte de la autonomía que se fue por la canaleta del escándalo que generaron los polémicos gastos del fallido recital de Ulises Bueno. “Si así cuidaron al gobernador en Marcos Juárez, no me quiero imaginar lo que harán con Martín el año que viene”, lanzó un “soldado” del intendente. Esa tensión es indisimulable en el peronismo en estas horas de reproches cruzados, por más sonrisas que se dispensen Schiaretti y Llaryora en actos oficiales.
La interna, más cerca
Las creencias que entraron en revisión tras el resultado del domingo no sólo aquejan y tienen impacto en el peronismo. Con la potencia que otorgan los votos, en Juntos por el Cambio surgió un nuevo precandidato. Dellarossa es el único dirigente de todo el arco opositor que puede exhibir tres victorias al hilo. Y con el agregado de que en esta última elección el hombre de PRO luchó contra la estructura a pleno del PJ, incluido Schiaretti en persona.
Con un estilo alejado del más mínimo histrionismo, el gran elector de Marcos Juárez se ganó el derecho a estar en la mesa en la que se decidirán candidaturas el año próximo. No es una figura rutilante, claro, pero igual intentará acceder a un lugar expectable. El martes, cuando se reunió con Horacio Rodríguez Larreta en Buenos Aires, Dellarossa le pidió apoyo para que el PRO no terminara subsumido por Luis Juez y el radicalismo.
Entre los opositores, también quedó ratificado que la marca Juntos por el Cambio es el único activo potenciador de individualidades. No hay vida fuera del paraguas que otorga la franquicia nacional. El temor a convertirse en una “Crescente” es otra novedad en la alianza. Algunos que son mimados por Llaryora comenzaron a dudar.
Como nunca había pasado, el combo opositor provincial lo completan y potencian las figuras nacionales que, en 2019, fueron esquivas en adhesiones para con los dirigentes cordobeses. Jamás Mauricio Macri, Rodríguez Larreta o Patricia Bullrich dijeron en coro, como sí lo hacen ahora, que Córdoba debe dejar de ser peronista. “Basta de Schiaretti”, pidió Bullrich desde un canal de noticias porteño con buena penetración en el interior.
El fracaso de las encuestas es, sin dudas, el dato más significativo que arrojó Marcos Juárez para Juntos por el Cambio. Cerca de Juez reconocen que nada serio puede resolverse sobre la base de sondeos en los que nadie confía. Rodrigo de Loredo celebra el grueso desacierto estadístico. La interna abierta parece tomar forma. El mensaje se replica en toda la coalición: “No vamos a dejar en manos de Buttié (uno de los encuestadores que erraron en Marcos Juárez) la elección de nuestros candidatos. No somos tan tarados”.
