“Ahora vamos por el Congreso, y en 2027 vamos a poner un presidente federal”, exclamó con entusiasmo el gobernador Martín Llaryora. Su declaración fue un grito de ambición política que resonó este martes en Puerto Madryn, donde Provincias Unidas concretó su segunda cumbre en el interior del país, luego de la realizada el 12 de septiembre en la ciudad de Río Cuarto.
Seis gobernadores, provenientes de diversas vertientes ideológicas, convergen en esta nueva construcción política: tres radicales (Maximiliano Pullaro, de Santa Fe; Carlos Sadir, de Jujuy, y Gustavo Valdés, de Corrientes); un peronista (Llaryora); uno del PRO (Ignacio Torres, de Chubut), y un representante de una fuerza provincial, Claudio Vidal (de Santa Cruz).
Se trata de un nueva opción política que busca proyectarse en el escenario nacional, con algunas consignas básicas: federalismo, producción y republicanismo.
Juan Schiaretti aparece como el referente nacional, pese a que es candidato a diputado nacional en Córdoba. Su peso específico de ser tres veces gobernador y su candidatura presidencial en 2023 lo colocan, sin discusiones internas, como el referente natural del nuevo armado, tal como lo admiten los propios gobernadores.
Schiaretti no es un recién llegado a este intento de generar una nueva alternativa política nacional. Durante años insistió en la necesidad de construir una fuerza que escapara de los extremos: ahora libertarios y kirchneristas, antes macrismo y kirchnerismo.
Esta tercera vía o avenida del medio no es para el exgobernador cordobés una ocurrencia reciente, sino un propósito que lo acompaña desde los tiempos en que el kirchnerismo hegemonizó el PJ nacional.
En 2019, Schiaretti impulsó el Peronismo Federal, un espacio que buscaba romper con la lógica binaria. En aquel momento, el kirchnerismo habló de un supuesto pacto encubierto del cordobés con Mauricio Macri, para restar votos al peronismo nacional que lideraba Cristina Fernández de Kirchner. El experimento político duró poco. Se disolvió en menos de un año.
En 2023, Schiaretti volvió a la carga con una idea similar: un espacio de centro moderado, al que bautizó como “un frente de frentes”.
Entonces, la intención fue ampliar Juntos por el Cambio sumando al PJ cordobés. Pero la política tiene sus recovecos. Esta vez fue la férrea resistencia de Macri, enfrentado entonces con Horacio Rodríguez Larreta (uno de los aliados a la idea de Schiaretti), la que frustró la concreción de aquel proyecto de centro que iba a competir contra el kirchnerismo y contra un nuevo actor político, difícil de descifrar: Javier Milei.
Potencia electoral
Aquello ya es historia. En el presente, de cara a octubre, todo indica que Provincias Unidas podrá exhibir músculo electoral en los seis distritos que hoy gobiernan sus mandatarios.
La meta, según lo aseveró el propio Llaryora, es conformar un bloque de más de 30 diputados en el Congreso Nacional. De lograrlo, el espacio federal se convertiría en un actor clave en la Cámara Baja, obligando tanto al oficialismo (La Libertad Avanza) como a la principal fuerza opositora (Fuerza Patria) a sentarse a negociar con Provincias Unidas para la aprobación de leyes.

En el Senado, el panorama es más modesto. De las ocho provincias que elegirán senadores el 26 de octubre (Chaco, Caba, Entre Ríos, Neuquén, Río Negro, Salta, Santiago del Estero y Tierra del Fuego), ninguna representa una plaza segura para la nueva coalición.
Por eso, su capacidad de influencia en el Congreso se concentrará en Diputados, al menos por los próximos dos años.
Como lo dijo el propio Llaryora, estos gobernadores se proyectan hacia el lejano 2027, para un país en permanente crisis.
Objetivo de consolidación
El objetivo es consolidar el espacio y sumar nuevos aliados. Se especula con que, tras las elecciones de octubre, podrían incorporarse otros mandatarios provinciales.
En esa línea, hay contactos con gobernadores como Rolando Figueroa (Neuquén), Alberto Weretilneck (Río Negro), Marcelo Orrego (San Juan) y hasta Rogelio Frigerio (Entre Ríos).
Sin embargo, para que Provincias Unidas se convierta en una opción de poder con proyección nacional, deberá superar una debilidad estructural: su escasa presencia en el Área Metropolitana de Buenos Aires (Amba), la madre de todas las batallas electorales.
Allí se concentra casi el 45% del padrón electoral nacional: la provincia de Buenos Aires representa el 37,4%, y la Ciudad Autónoma de Buenos Aires (Caba), el 7,2%.
En las elecciones provinciales bonaerenses del pasado 7 de septiembre, el espacio Somos Buenos Aires, impulsado por Schiaretti, logró un tercer lugar con el 5,26% de los votos, superando al Frente de Izquierda (4,40%). Un debut con sabor a ambigüedad.
Para algunos, ese resultado fue alentador: en su primera presentación electoral, el espacio logró colarse detrás del PJ y de La Libertad Avanza.
Para otros, fue un baño de realidad: la fuerza, sostenida en gran parte por el radicalismo bonaerense, aún está lejos de consolidarse en el distrito más complejo del país.
A esto se suma otro dato político clave: aunque Schiaretti apoyó explícitamente a Somos Buenos Aires, varios gobernadores de Provincias Unidas se desmarcaron con rapidez. En especial, el chubutense Torres y el santafesino Pullaro se encargaron de aclarar que esa experiencia “no tenía nada que ver” con Provincias Unidas.
En Caba, el cuarto distrito electoral del país, la situación también es compleja para esta alianza federal. La nueva coalición no presentará candidatos propios en octubre.
El espacio Ciudadanos Unidos, liderado por el radical Martín Lousteau –quien encabezará la lista de diputados, y Graciela Ocaña, la del Senado–, contaría con un apoyo tácito de Schiaretti.
Aunque, tras lo ocurrido en Buenos Aires, ese respaldo será más sutil, para evitar tensiones internas innecesarias en el nuevo armado federal.
La posible consolidación del espacio en Buenos Aires enfrenta, además, un obstáculo reciente: el contundente triunfo del PJ en las elecciones provinciales de septiembre, en las que superó a La Libertad Avanza (en alianza con el PRO).
Ese resultado pone en tela de juicio la narrativa que Schiaretti repite con insistencia: “El kirchnerismo se está apagando como una llamita”. A juzgar por los votos, al menos en la provincia de Buenos Aires, esa llama sigue viva.
Es cierto que Cristina Kirchner seguramente empezará a perder protagonismo político, debido a su prisión domiciliaria y a la inhabilitación perpetua para ejercer cargos públicos.
Pero otra figura emerge con fuerza: el gobernador Axel Kicillof, quien está encaminado para convertirse en el nuevo rostro del PJ nacional, con ambiciones presidenciales en el horizonte.
El liderazgo de Kicillof, particularmente en la provincia de Buenos Aires, representa hoy la mayor barrera para que esta nueva alianza federal logre consolidarse en el corazón electoral del país.
Ese es, sin duda, el principal desafío que deberá afrontar Provincias Unidas si quiere dejar de ser una promesa del interior para transformarse en una opción real de poder nacional.