Debutó este lunes un nuevo régimen monetario en la Argentina, con una anchísima banda de flotación que por el momento deja al Banco Central márgenes de intervenir comprando si baja de los $ 1.000 o vendiendo si llega a los $ 1.400. Así, el Gobierno terminó admitiendo con los hechos que la discusión del atraso cambiario no era irrelevante y que, en el peor de los casos, ese rezago está en el orden del 20,8%. El viernes, la cotización oficial minorista del Banco Nación estaba a $ 1.108. De irse a $ 1.400, sería el máximo nivel que se permitiría devaluar, es decir, flotar, antes de vender reservas para contener el precio.
La instalación de bandas cambiarias era una versión que rondaba desde hace algunos días, pero lo que no se sabía es que se implementaría en simultáneo con el levantamiento del cepo. Es más, el propio Gobierno era partidario de esperar hasta después de las elecciones: temía un chispazo inflacionario que complique la gran promesa de campaña que es derrotar la inflación. Venían siendo muy audaces en lo fiscal, pero muy conservadores en lo monetario.
Pero los planes no siempre se cumplen al pie de la letra. El modelo tal cual estaba planteado se había agotado. El Central perdió 1.200 millones de dólares en marzo y más de 300 millones en lo que va de abril. Conseguir una palanca como la que extiende el Fondo Monetario, de 15 mil millones frescos e inmediatos, no se daría otra vez. Era ahora o nunca. Y mejor ahora, por las buenas.
¿Tiene riesgos? Por supuesto. Los umbrales de pánico están demasiado bajos en la Argentina y en cualquier momento puede haber alguna ola compradora que desafíe al Central para que se desprenda de sus dólares. ¿A $ 1.400? No tiene demasiado sentido, dado que los dólares alternativos estaban hasta el viernes en torno de $ 1.370. Esos eran los de acceso común para el ahorrista, y desde esa perspectiva, este lunes se podía comprar bastante más barato que eso, sin permisos del Estado ni cupos.
Otro tema son los importadores, esos que, rápidos de reflejos, el fin de semana suspendieron cotizaciones a la espera de la apertura de los mercados. Hasta el ferretero que vende materiales de construcción aplicaba el 20%, sin saber exactamente por qué, pero por las dudas.
Para las importaciones, el dólar sí subió de los $ 1.099 que estaba el mayorista a $ 1.198. Son $ 100, una depreciación de nuestra moneda del 8%. Sería incorrecto juzgar un plan por lo ocurrido el primer día, pero es un buen inicio.
También tenía riesgos quedarse mucho más tiempo dentro del cepo: pasarlo hasta después de las elecciones era esperar una eternidad e implicaba hacer todavía más lento el recupero de la economía. Hay inversiones que no despegarían si el giro de utilidades seguía prohibido.
Es probable que atravesemos algunas semanas de turbulencias, pero no hay demasiados pesos disponibles para irse al dólar, el Central tiene con qué defenderse y el campo, sin el blend, debería empezar a liquidar. Como contrapartida, las acciones de las empresas argentinas en Estados Unidos volaron en el debut con subas de hasta 17% y los bonos del Tesoro recuperaron lo perdido; ergo, el riesgo país fue a la baja.
Pero lo que está sucediendo es relevante más allá de si sube o no sube el dólar, si se trata de un manotazo de ahogado del ministro Luis Caputo o si las elecciones están cerca, pero algo lejos también, como para recuperarse.
Lo importante es que estamos intentando hacer lo correcto. Los países prósperos son lo que alientan el capital privado, los que incentivan la creación de trabajo genuino, los que tienen estados fuertes pero pequeños, que no prometen políticas inviables y, sobre todo, los que celebran el equilibrio de sus cuentas públicas como un capital colectivo a cuidar con sangre, sudor y lágrimas. Así es Uruguay: hay superávit fiscal y la derecha lo celebra, pero gana la izquierda y también lo celebra. A ninguno de los dos se le ocurre rifarlo.
Acá tenemos un problema, porque buena parte del peronismo, con el gobernador Axel Kicillof y la expresidenta Cristina Fernández a la cabeza, sigue defendiendo la emisión monetaria como herramienta fiscal para incentivar el consumo y no cree que la eliminación del déficit fiscal sea el hecho que explique la baja de la inflación. Claro que el camino no es ni será lineal, pero es por ahí. Es la primera vez que se eliminan los controles sobre el dólar con superávit fiscal.
El levantamiento del cepo implica un relanzamiento de la gestión de La Libertad Avanza, algo así como fue la Ley Bases en 2024. Una especie de borrón y cuenta nueva, especialmente después de las turbulentas aguas que atravesó desde el 14 de febrero a esta parte. El saneamiento macroeconómico está en buena parte hecho: ahora hay que sostenerlo. Para eso, hay que poner en marcha todo lo prometido en aquella ley; en especial, los 10 puntos del Pacto de Mayo, sobre los que a menos de tres meses de cumplir un año (porque pese a su nombre, fue firmado el 9 de Julio) se ha hecho poco y nada.
“En Argentina siempre es lunes”. Así se tituló una charla que días atrás dio el sociólogo Eduardo Fidanza, en la que hacía referencia al eterno déjà vu que enfrenta el país, como si el tiempo diera vueltas en redondo sin que nada se solucione, como los lunes que se van desgranando uno tras otro. Como la marmota, tenemos por décadas idénticos problemas e intentamos siempre soluciones parecidas. Es el momento de que en Argentina deje de ser lunes.